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Guerra a Libia
Ineptitud, rasgo dominante de los combatientes opositores
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Rebeldes libios tras un intento fallido de ingresar a AjdabiyaFoto Xinhua
The Independent
Periódico La Jornada
Jueves 24 de marzo de 2011, p. 3

Bengasi, 23 de marzo. El rasgo dominante en el conflicto en Libia ha sido la ineptitud de la principal fuerza rebelde. Una y otra vez ha sido incapaz de sacar ventaja de la debilidad de las tropas de Muammar Kadafi y, con la misma frecuencia, ha puesto pies en polvorosa a la vista del fuego.

El ejemplo más patente fue la oportunidad ofrecida por los ataques aéreos de Occidente que destruyeron los tanques y artillería del régimen emplazados a las afueras de Bengasi y que obligaron a sus soldados a replegarse hacia la siguiente ciudad, Ajdabiya.

En vez de capitalizar su ventaja para retomar esta última población, los insurgentes –conocidos como los Shabaab– estaban muy ocupados tomándose fotos con los restos del equipo enemigo o saqueando lo que quedaba intacto en los camiones de suministros. Un desganado ataque realizado más tarde fue repelido con facilidad por las fuerzas del gobierno que para entonces se habían atrincherado en los alrededores.

El bombardeo efectuado por Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña tenía la intención de desmantelar las fuerzas del régimen y dinamizar a los rebeldes. Lo extraordinario es que parece haber tenido el efecto contrario, pues entre este martes y este miércoles los Shabaab han vuelto a recular.

Hay pocos indicios de liderazgo sobre el terreno por parte de la jerarquía en la capital opositora, Bengasi, donde el gobierno provisional, que al parecer tiene al alcance el reconocimiento internacional, se ha visto entrampado en una racha de rivalidad interna.

Mahmoud Yibril –ex funcionario económico– parece haber ganado la lucha de poderes al ex ministro de justicia Mustafá Abdel Jalil para encabezar el gobierno de facto. De hecho, Jibril ha estado a la cabeza del comité de crisis que cubre los asuntos militares y exteriores, lo cual quizá no ofrece gran esperanza de una inmediata mejoría radical en la conducción de la guerra.

Las potencias occidentales tienen ahora cuatro opciones. Pueden seguir bombardeando a las tropas del régimen hasta dejarlas indefensas (ruta que los comandantes estadunidenses han rechazado), enviar tropas de tierra, entrenar a los rebeldes o proporcionarles armamento pesado moderno. Los insurrectos claman por esta última, pero la experiencia en el terreno sugiere que dista de ser la respuesta.

A la fecha los Shabaab han dilapidado en tiros al aire para celebrar victorias a menudo inexistentes por lo menos tres veces más municiones de las que han disparado al enemigo. Han hecho volar armas por usar municiones que no les quedan, estrellado sus pocos tanques unos contra otros y derribado dos de sus propios aviones.

Las calles de Bengasi y otras ciudades de Libia libre aún muestran carteles que demandan No a la intervención extranjera, los libios pueden solos. De entonces a la fecha la oposición se ha visto forzada a pedir ataques aéreos y ahora está dispuesta a aceptar entrenamiento.

¿Y qué ha ocurrido, si se puede preguntar, con los miembros de las fuerzas armadas libias que según se decía desertaron en masa para pasarse a la revolución? Son cada vez más escasos en el frente, sobre todo los oficiales. Los Shabaab afirman que los ex soldados eran demasiado lentos en el avance, en tanto los desertores acusan a los voluntarios de falta de disciplina.

Las operaciones rebeldes se ven minadas además por la ausencia de mando y control. El lunes pasado, dos hombres que estaban a cien metros uno del otro, el capitán Jalal Idrisi y el mayor Adil Hassi, afirmaban tener el mando de los combatientes encargados de atacar Ajdabiya. El breve avance pronto se transformó en caótica retirada. El mayor Hassi dijo después que el error de juicio de avanzar había sido del capitán Ibris. Pero, ¿por qué no se enlazaron? No tenemos equipo de comunicación, respondió. Pero el capitán está allá, dijeron los reporteros, señalándolo. Es que no le hablo, contestó el mayor Hassi.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya