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Benjamín Domínguez exhibe 57 óleos en el museo de la Secretaría de Hacienda

Contrasta barroco con la redención y el dolor para reflejar la realidad

Nunca habíamos tenido un periodo tan complicado, en el cual somos rebasados por una serie de problemas, pero sobre todo por la tecnología que nos abruma, afirma el pintor

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Lienzos de Benjamín Domínguez que se exhiben en el recinto de Moneda 5, Centro HistóricoFoto Cortesía del museo
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Lienzos de Benjamín Domínguez que se exhiben en el recinto de Moneda 5, Centro Histórico
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Lienzos de Benjamín Domínguez que se exhiben en el recinto de Moneda 5, Centro Histórico
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Lienzos de Benjamín Domínguez que se exhiben en el recinto de Moneda 5, Centro Histórico
 
Periódico La Jornada
Viernes 25 de marzo de 2011, p. 4

El pintor Benjamín Domínguez vio su primera mujer decapitada cuando era niño, en un circo que llegó a su pueblo natal, Jiménez, Chihuahua, en pleno desierto entre el fondo de un mar antiguo y la zona del silencio.

También vio allá su primera levitación y alguna vez una tela dorada, brillante, un brocado traído de Estados Unidos. La única pintora del pueblo, una señora ya grande, que pintaba muy clásico, le inculcó la idea del clasicismo.

Esa carga cultural alimenta su obra, cuya manifestación más reciente se muestra en Barroco, exposición de 57 óleos que anoche se abrió, en el contexto del Festival de México-fmx, en el Museo de Arte de la Secretaría de Hacienda (antiguo Palacio del Arzobispado), Moneda 5, Centro Histórico.

Para Domínguez el título de la muestra no podría reflejar con más claridad no sólo mi trabajo, sino la época en que vivimos. Nunca habíamos tenido un periodo barroco tan complicado, en el que somos rebasados por una serie de problemas, pero sobre todo por la tecnología que nos abruma, ya que no somos capaces de caminar a su paso. Esto nos crea un conflicto interior barroco, en el sentido de la lucha de los contrarios: bien/mal, moderno/antiguo.

De allí que su obra es un estudio interiorista de ese hombre que somos, en conflicto continuo. La exposición se apoya en la imagen, precisamente, de los ángeles barrocos con esas vestimentas lujosas, con oro y brocados, y participa de los tres aspectos de la imagen barroca, primero la austeridad: hay cuadros muy austeros, sin mucha composición ni técnica, que dicen sólo lo que las expresiones pueden comunicar.

Luego está la fastuosidad, es decir, la parte de los brocados, las ropas, el oro, toda esta falsedad que envuelve al hombre, le quita personalidad y lo convierte en el que lleva el disfraz. Me encanta disfrazar con oro todos aquellos sentimientos que podrían aflorar y nos hacen daño.

El juego de las decapitaciones

Finalmente, por primera vez Domínguez muestra la tercera etapa de la imagen barroca: el dolor, la redención. Hay ocho cuadros fuertes, complicados, que reflejan lo que sucede en el país.

El tema de dos es el juego de las decapitaciones, basado en un poema de José Lezama Lima; entonces combiné de nuevo la poesía con los símbolos, con la fastuosidad. Me gusta crear este contraste entre el dolor y la fastuosidad luminosa del oro, e introduzco, por ejemplo, mucho de sadomasoquismo, muy tímidamente. Espero llegar a hacerlo más evidente, más fuerte.

Después de la decapitada del circo, el primer encuentro pictórico de Domínguez con el tema fue el cuadro Salomé con la cabeza de Juan Bautista, de Caravaggio, que lo obsesionó mucho tiempo. Pasaron 40 años hasta que empezó a hacer visible esta imagen. Su empleo también viene de una rebelión, palabra que no le agrada.

“Muchos me critican porque hago cuadros bonitos, aunque no veo el conflicto allí. Entonces, hay la necesidad de cambiar, darle un giro brutal y acercarlo a la realidad, pero no se puede disociar del arte clásico, antiguo, porque manejaron los mismos temas, teníamos los mismos problemas.

Ahora se agregan cosas más contemporáneas, pero el arte no tiene épocas. Eso es para los historiadores, los que clasifican. Los retratos romanos son los mismos que los de ahora, la misma luz de tres cuartos; sólo cambia la técnica, la pincelada. No creo mucho en la modernidad del arte, pero al parecer encontré por allí una vena que buscaba: la del dolor.