Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 27 de marzo de 2011 Num: 838

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Salvador Elizondo:
el último proyecto

Roberto Gutiérrez Alcalá

Nobody
Febronio Zatarain

Arto Paasilinna:
el revire finlandés

Ricardo Guzmán Wolffer

Frutos de la impaciencia
Ricardo Yáñez entrevista
con Ricardo Castillo

La Tierra habla
Norma Ávila Jiménez

La brevedad en el
tiempo postmoderno

Fabrizio Andreella

Metafísica de los palillos
Leandro Arellano

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Foto: Paulina Lavista

Salvador Elizondo: el último proyecto

Roberto Gutiérrez Alcalá

Para Paulina Lavista

Son poco más de las ocho de la mañana del miércoles 29 de marzo de 2006. Salvador Elizondo acaba de morir. Su cuerpo inerte yace boca arriba encima de la cama de la habitación que durante más de cuarenta años ocupó en su casa de la calle de Tata Vasco, Coyoacán, en Ciudad de México. De ahora en adelante, quien quiera referirse al autor de Farabeuf o la crónica de un instante, El grafógrafo y Camera lucida, entre otros libros, lo hará necesariamente desde la perspectiva del sobreviviente, del que ha quedado en esta orilla del río...

Pero tres días antes, Elizondo dejó todo dispuesto para que su último proyecto –quizás el más ambicioso– se echara a andar sin contratiempos apenas él emprendiera el viaje final.

En efecto, mediante una variopinta red de cables y electrodos conectados, por un lado, a su cabeza y, por el otro, a un complejo artefacto diseñado por él mismo y en cuyo extremo opuesto hay una puntilla de metal sobre un rodillo de papel –y, ante todo, aprovechando el hecho comprobado científicamente de que el cerebro humano es capaz de permanecer en funcionamiento hasta quince minutos después de la muerte del cuerpo–, Elizondo pretendía dejar testimonio escrito de su postrer tránsito hacia la nada.

Elizondo puede estar satisfecho: movida por los aún vivaces impulsos eléctricos de su portentoso cerebro, la puntilla de metal empieza a dibujar sobre la blanca superficie lo que poco a poco se perfila, con nítida claridad, como una palabra...