Los “giros” a la izquierda en el cono sur

Gobiernos progresistas y alternativas de desarrollo en perspectiva comparada

Pablo Alegre*

Introducción

l ascenso, durante el lustro anterior, de gobiernos de izquierda y centro-izquierda en América Latina ha generado en la academia una auténtica explosión de abordajes (…) Entre los países sudamericanos, Venezuela en 1998, Chile en 2000 y en 2006, Brasil en 2002 y 2006, Argentina en 2003, Uruguay en 2004, Bolivia en 2005 y Ecuador en 2006 inauguraron o religieron gobiernos de izquierda o centro-izquierda en el periodo de una década.

Este fenómeno se produce tras una década y media de hegemonía de los modelos de mercado en la región. Como consecuencia de ello, dos procesos enmarcan el contexto en el cual estos gobiernos de izquierda deben actuar. En primer lugar, las transformaciones en las dinámicas laborales, territoriales y de provisión de bienestar tendieron a segmentar, fragmentar y desmovilizar a las bases sociales tradicionales de estos partidos y movimientos. En segundo lugar, la transformación de las capacidades institucionales de los estados a partir de su repliegue y las nuevas restricciones externas globales que limitan su soberanía acotan los márgenes de acción para la implementación de políticas de desarrollo.

Respecto del primer punto en cuestión, no obstante, ciertos autores afirman que la izquierda logró el ascenso electoral en países con legados importantes de organización y movilización de los sectores populares (…) El desarrollo de estructuras de movilización de masas precede a las victorias electorales de la izquierda en el terreno electoral, de modo tal que más allá de los efectos de desmovilización que genera el actual contexto, existen condiciones políticas estructurales necesarias para que este éxito electoral se produzca. Esas condiciones no están presentes, por ejemplo, en las sociedades centroamericanas, en las cuales los sectores populares fueron tempranamente reprimidos y expulsados de la arena política, los sectores tradicionales mantuvieron el control estratégico de la economía (…) y se consolidaron sistemas de partidos elitistas, de modo que la representación de los sectores populares estuvo restringida desde el momento mismo de su incorporación a la arena política (…)

Sin embargo, a pesar de que existe un amplio consenso académico respecto de la heterogeneidad de los gobiernos y fuerzas de izquierda que emergen en la región (…) esta divergencia está estrechamente relacionada con los legados organizacionales diversos de estas fuerzas políticas y los patrones de cambio en los modelos de desarrollo en la pasada década (…) Mientras los partidos de raíz de izquierda (socialistas, comunistas) se han adaptado moderando sus orientaciones programáticas, los partidos y movimientos populistas muestran un perfil más radical en la implementación de políticas antimercado (…) Parte de la academia ha observado esta tendencia como una demostración de la existencia de dos tipos de izquierda. Por un lado, una moderada que acepta las reformas de mercado de segunda generación, que procura políticas macroeconómicas ortodoxas y aplica correctivos a las reformas liberales, básicamente a partir de la extensión o reforma de los programas sociales existentes (…) Por otro lado, una izquierda “populista-radical” que rechaza las reformas de mercado y aboga por el retorno al estatismo (…) Estas son consideradas, respectivamente, “the right left and the wrong left” –“la izquierda buena y la izquierda mala”– (…)

Dejando de lado las premisas normativas no explícita sobre las cuales se basa, es común que esta distinción sea asociada a modelos de liderazgos presidenciales radicalmente distintos. Por un lado, la región ve la emergencia de líderes presidenciales que apelan a posturas radicalizadas en el plano internacional (fundamentalmente frente a Estados Unidos) y abogan por políticas estatistas y nacionalistas directamente enfrentadas con las elites empresariales, en países como Bolivia, Ecuador y Venezuela. Ellos son considerados como “líderes populistas” (…) Por otro lado, existen líderes regionales en Brasil, Chile y Uruguay que siguen políticas internacionales más conciliatorias con Estados Unidos y procuran desarrollar políticas amigables con los principios del “libre mercado” (…)

Hacia una caracterización de las trayectorias de desarrollo de los países del cono sur

Argentina

Argentina mantiene un sistema de partidos poco institucionalizado, a lo que debe agregarse un proceso de creciente fragmentación y faccionalización de las elites partidarias. Hoy el gobierno logra, gracias a la localización de amplios recursos estatales y poder político, tejer alianzas transversales con liderazgos regionales y locales, estableciendo acuerdos con elites dirigentes de diversos partidos. De esta forma, la divergencia programática se ve diluida por la constitución de un frente electoral controlado por un liderazgo vertical que procura recomponer algunas de las orientaciones neoestatistas en materia de políticas de desarrollo. A su vez, las políticas de enlace corporativo, que históricamente el peronismo ha tenido con el movimiento sindical, garantizan que la articulación con y la movilización de sectores organizados desaten presiones para un realineamiento de corte programático en el sistema. El funcionamiento de esta alianza vertical de corte party machine, que logra articular vínculos de forma exitosa con sectores populares fragmentados por un lado, y con movimientos organizados heredados de la eraMSI por el otro (movimiento sindical), ha permitido al gobierno neutralizar el conflicto social, ampliando los márgenes para implementar distintos paquetes de políticas sin posibilidades de focos de veto.

A su vez, Argentina ha presenciado el sostenido aumento del precio de sus bienes exportables que, en combinación con la sensible disminución de los niveles de endeudamiento externo a partir de una exitosa política de canje, le ha permitido mejorar sus márgenes fiscales, aumentar la capacidad de ahorro y expandir la economía en materia de oferta en diversas ramas sectoriales. Si bien la dependencia respecto de los precios internacionales continúa siendo alta, dada su inserción como productor y exportador de bienes agrícolas, su capacidad de sostener superávit fiscales globales en un contexto de desendeudamiento genera menores focos de vulnerabilidad que los presentes en la década pasada. Durante el periodo, aun en un contexto de expansión fiscal, no han existido reformas sectoriales significativas más allá del desarrollo de políticas macroeconómicas heterodoxas y de políticas intervencionistas en el ciclo económico con apoyos sectoriales selectivos a determinados grupos orientados al mercado interno.

Chile

En Chile, la constitución de una coalición institucionalizada pero articulada en torno a temas institucionales parece generar tensiones en momentos en que los enclaves autoritarios han ido cediendo y la atención gubernamental debe orientarse a dilemas de política de desarrollo heredados del régimen militar. En este nuevo contexto se hace patente la creciente divergencia programática entre los distintos partidos de la Concertación, que genera bloqueos y empates permanentes en la negociación de paquetes de política pública. A su vez, el carácter fuertemente elitista de las estructuras partidarias y su desconexión con movimientos sociales organizados, le impide movilizar apoyos para destrabar bloqueos programáticos e impulsar una agenda política de reformas. La distancia de la centro-izquierda respecto de sus bases sociales en el contexto del debilitamiento de los movimientos sindicales organizados, así como el vínculo en redes clientelares con los sectores populares, ha generado pocas posibilidades de articulación de coaliciones reformistas de base amplia para enfrentar las reformas a las políticas promercado.

La economía chilena es la que presenta mayores márgenes fiscales y mayor estabilidad en el largo plazo. A la situación de bajo endeudamiento externo y la alta capacidad de control de shocks financieros externos que ha mostrado, ligadas a un crecimiento económico sostenido, suma una baja elasticidad de los precios de sus principales commodities de exportación. El sensible y sostenido crecimiento del precio del cobre garantiza la existencia de una demanda sostenida con altos ingresos fiscales y mercados internacionales seguros. Sin embargo, la creciente expansión de los márgenes fiscales que tiene la economía chilena no ha generado, en el horizonte, un cambio significativo de sus políticas sectoriales. La expansión fiscal en el actual sistema político, caracterizado por la negociación entre elites de los paquetes de política, ha orientado las políticas públicas hacia un claro perfil de incremento que no parece alterar las condiciones de organización y acción de los grupos de interés. De hecho, las reformas en curso van en camino de desarrollar mecanismos correctivos a las políticas de mercado que no alteran las características estructurales de asignación y localización de excedentes y beneficios sociales.

Uruguay

En Uruguay, la coalición de izquierda se ha articulado en torno a una fuerte defensa del MSI, por lo que en términos programáticos aparece como más cohesionada que la coalición chilena. Sin embargo, su ascenso al gobierno ha intensificado la puja entre sus fracciones más liberales y las fracciones más orientadas a las políticas de base corporativa tradicionales. La fuerte disciplina interna que muestra el Frente Amplio, sumado a la presencia de un liderazgo presidencial con amplio consenso interno, ha permitido zanjar los conflictos y avanzar en programas de reforma. Sin embargo, esto tiene como resultado un mayor eclecticismo y una menor consistencia sectorial en materia de políticas, como lo muestra la combinación de distintos híbridos de reformas corporativas, políticas focales y ortodoxia macroeconómica. Los vínculos pluralistas con los movimientos medios organizados en el marco de la permanencia de las políticas pro-MSI han generado una importante movilización y desbordes de dichos sectores bajo el gobierno de izquierda. Esta situación ha generado un proceso de negociación de programas de reforma en el interior de la izquierda y de ésta con organizaciones de interés, que va en la línea de introducir reformas parciales a los paquetes de política, conforme las mismas activan la movilización de grupos organizados, y ésta es canalizada por alguna fracción interna de la coalición.

Uruguay presenta una economía en recuperación a partir del empuje exportador mostrado por los bienes agrícolas y ganaderos. Sin embargo, a la alta elasticidad de los precios de los bienes de exportación se suma el alto endeudamiento público relativo existente, que en un contexto de alta dolarización de la economía genera un equilibrio fiscal endeble, que aumenta los niveles de vulnerabilidad de la economía de cara a posibles shocks externos, y puede llegar a recrudecer en un futuro las contradicciones existentes en materia de consistencia sectorial del programa de reformas llevado adelante.

En síntesis, tanto Argentina como Chile y Uruguay son países con sociedades que, de modos distintos, presentaron niveles de integración y bienestar distintivos en el continente. Las transformaciones en sus modelos de desarrollo responden en parte a características sociopolíticas específicas, que fueron a su vez redimensionadas por dichas transformaciones. A comienzos de siglo, los tres países cuentan con opciones políticas de signo reformista. Los dilemas y alternativas que enfrentan para seguir vías que logren un rencuentro con ciertos niveles de integración heredados del pasado son distintos en los tres casos. La forma en que estas alternativas sean procesadas responderá en parte a las opciones estratégicas tomadas por los actores. Sin embargo, el reconocimiento de ciertas tendencias estructurales permite establecer las probabilidades de que dichas acciones sean emprendidas.


* Pablo Alegre
Licenciado en ciencia política por la Universidad Católica de Uruguay. Se desempeña como investigador del programa sobre Integración, Pobreza y Exclusión Social (IPES) de la Universidad Católica de Uruguay.