Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 3 de abril de 2011 Num: 839

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El Estado nos debe
No nos ahorra los muertos; sí las explicaciones. No nos ahorra el dolor; sí la justicia
Francisco Segovia

Dos poemas
Tasos Livaditis

Arte, matemática y verdad
Antonio Martorell

Me llaman desde acá
Hjalmar Flax

Los caminos de Graham Greene
Rubén Moheno

Una cita con el general
Graham Greene

Viajero del éter
Iván Farías

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Dos poemas

Tasos Livaditis*

Asesinato

“¿Quién es?”, “calma, nadie”, dijo, las moscas se ahogan en las sobras del vino, cubriendo con negras manchas el brillo del otoño, “¿dónde vamos?”, pregunté, “te aposté –dijo– y perdí”,

    las estatuas me hacían señas, pero era algo inexplicable, en verdad cómo lo saben, me preguntaba, y en las noches me inclinaba, “¿estáis bien?”, preguntaba, porque yo no había sepultado a mis muertos,

     mi pecado era que traté de escapar al destino, llené de nuevo los vasos, “bebe miserable”, dije, luchamos con rabia sobre la alfombra, y cuando me arrojó por la ventana, una mujer lejana abrió el tragaluz y me cubrió con sus párpados,

     entonces apareció la luna, debía apresurarme, debía ocultar todos esos cadáveres que inundaban el sótano –dios mío, cuántas veces me habían matado,

     y cuando abrió la puerta, vi sobre la mesa, como vino derramado, nuestro largo viaje, “si regreso, ¿nos encontraremos de nuevo tal vez?”, dijo, “sí –le digo–, porque yo estaré siempre en la orilla”.

Lo mínimo

No es que hayas perdido tus sueños más hermosos.
No es que se hayan ido tus más preciados años.
No es, no, que hayas visto a tus últimos amigos
     traicionarte o desertar. Este agujero es terrible
en el  muro que con trabajo levantaste, noches en vela,
destruyendo tus manos y tus años
en las piedras –muro para ocultarte de la implacable
     indiferencia del vacío.
Y ahora, un pequeño agujero, casi invisible, por donde
entra sin ruido e irrevocable
todo el frío de la gran vanidad.

Véase La Jornada Semanal, 27/VII/ 2008

Versiones de Francisco Torres Córdova