Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 10 de abril de 2011 Num: 840

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La violencia en Cuernavaca
Ricardo Venegas

La raza cósmica:
85 años de utopía

Andreas Kurz

El blog, otro confín
de la creación literaria

Ricardo Bada

Libertad: la demanda
del mundo árabe

Una entrevista con el poeta sirio Adonis

Tres poemas
Adonis

Guillermo Scully,
las formas, el color
y las amigas

Francesca Gargallo

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Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Luis Tovar
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Guadalajara 26 (II DE III)

A Juan Francisco, in memoriam
A Javier

Habrá que formular la pregunta con las mismas palabras empleadas por el siempre infalible Voxpopuli en el FICG26: ¿qué le vieron, para incluirlos en la sección oficial de largometraje de ficción mexicano, los encargados de dicha labor a ciertos filmes? Los catorce en pos del correspondiente Mayahuel fueron, en estricto orden de programación, 1, Travesía del desierto, de Mauricio Walerstein; 2, Flor de fango, de Guillermo González Montes; 3, Burros, de Odín Salazar, 4, El premio, de Paula Markovitch; 5, Entre la noche y el día, de Bernardo Arellano; 6, El efecto tequila, de León Serment; 7, Reacciones adversas, de David Michan; 8, Los inadaptados, de Jorge Ramírez Suárez; 9, Años después, de Laura Gardós; 10, Lluvia de luna, de Maryse Sistach; 11, Asalto al cine, de Iria Gómez Concheiro; 12, Aquí entre nos, de Patricia Martínez Velasco; 13, Al acecho del leopardo, de Enrique Rentería, y finalmente 14, Abolición de la propiedad, de Jesús Magaña.

Paréntesis arbitrario

Desde luego no existe un artefacto llamado festival-o-matic o cosa parecida, que haga sencilla la doble tarea, primero, de aceptar un filme en un evento cinematográfico de esta naturaleza y, segundo, de ubicar dicho filme dentro o fuera de una sección oficial premiable. Por ende, la decisión de cuáles y cuántas películas entran, pero especialmente qué deben mostrar, cómo han de ser –o no ser–, siempre termina resultando de lo más inefable y no sin frecuencia espinosa. Hasta hace poco este sumaverbos deploraba, por lo que tenía de incomprensible dada la más que magra producción mexicana de largometrajes de ficción, la existencia misma de una sección correspondiente –es decir, mismo género y duración– fuera de competencia. Ahora no sólo no deplora sino agradece que tal sección exista, porque con ella se da pauta a una muy agradecible actitud inclusiva, y aún más: desea fervorosamente que ciertas películas abandonen, antes de empezar ésta, una competencia en la que con toda franqueza nada tienen que hacer, salvo dar pábulo a la expresión concluyente del mismo Voxpopuli: si así están las que seleccionaron, ¿cómo estarán las que dejaron fuera?

Si alguna, los lugares comunes tienen la utilidad de ser expresión de cierta unanimidad, no importando por principio si aquella materia en la que Todomundo y Losdemás están de acuerdo alcanza o no categoría de verdad. Pues bien, un lugar común cinematográfico muy recurrente insiste en que sí es posible identificar cuándo una película es “de festival” y cuándo no lo es. Va un ejemplo craso: a nadie se le ocurriría pensar que la más reciente mamarrachada que protagoniza Nicholas Cage, de título original Drive Angry y en español el hiperridículo Infierno al volante, podría participar en ningún festival de cine. A nadie se le ocurriría inscribirla y, sobre todo, no fue hecha para eso sino para recabar en taquilla tanto dinero como sea posible. El problema comienza cuando las cosas no son así de palmarias, y se agrava si hablamos de una cinematografía como la mexicana reciente, que entre otros sambenitos carga los de llevar lustros luchando contra prejuicios acumulados y un montón de aprioris que la consideran mala de entrada y nomás porque sí, que a duras penas va reencontrándose con la idea misma de género –es decir, que ha sido preponderantemente concebida y desplegada de acuerdo con criterios que permiten hablar casi exclusivamente de cine de autor– y, ojo, que todo este tiempo ha sobrevivido y se ha reivindicado, al menos en parte, gracias precisamente a su profusa participación en festivales, de los que acostumbra volver con algún reconocimiento, grande o pequeño, irrelevante o lo contrario, conocido o casi anónimo.

Caso concreto uno

Tómese por ejemplo la número 9, Años después, protagonizada por Angélica María. Otrora niña prodigio, otrora novia de México, la señora es toda simpatía pero nunca fue actriz sobresaliente, lo cual se nota muchísimo en este melodrama intensamente convencional, predecible, facilón y, para colmo, bastante mal facturado, en torno a un hombre joven –hijo de Clara, es decir, de doña Angélica– que va a España en busca de su pasado familiar, encarnado en su abuelo. Cursi como pocos, de ritmo tartajeante, pésimo en los diálogos, con personajes más acartonados que botargas, editado a mansalva, musicalizado en estricto apego al cliché... ¿alguien pensó de verdad que esto puede ganar algún premio, el que sea, en un festival serio como debe ser el FICG?.

(Continuará)