Editorial
Ver día anteriorLunes 11 de abril de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Libia: mediación necesaria
E

l presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, afirmó ayer que el dirigente libio Muamar Kadafi había aceptado la mediación de la Unión Africana (UA) para resolver el conflicto en esa nación magrebí, que ayer cumplió su vigesimotercer día bajo el fuego de las tropas aliadas. De tal forma, la misión de la UA en Libia –que hoy habrá de reunirse con los líderes opositores en Bengasi, el bastión rebelde– reiteró sus llamados al cese inmediato de los combates, al transporte diligente de la ayuda humanitaria y al diálogo entre las partes de Libia.

Las gestiones del organismo supranacional africano ante el gobierno de Trípoli se produjeron el mismo día en que aviones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) bombardearon decenas de tanques y vehículos oficialistas cargados de artillería pesada, que se disponían a entrar a sangre y fuego en la estratégica ciudad de Ajdabiya, clave para poder sitiar Bengasi.

A decir del mando de la OTAN para Libia, la operación redujo la capacidad del régimen de Kadafi de atacar a la población local e implicó una pérdida mínima de vidas, algo que resulta por lo menos cuestionable a la luz de declaraciones de fuentes médicas en la zona –que hablaron de decenas de cadáveres a la entrada de la ciudad–, y si se toman en cuenta los considerables daños materiales que provocó la operación. En cualquier caso, esas muertes mínimas habrán de sumarse a las ocurridas los pasados 2 y 7 de abril, cuando tropas de la OTAN atacaron por error a contingentes de rebeldes libios, con saldos de 17 y 13 muertos, respectivamente, así como al número indeterminado de bajas civiles y combatientes producidas durante las más de tres semanas de bombardeos aliados en Libia: ese saldo mortal comprueba que, más que resolver el conflicto y proteger a la población, las operaciones de la OTAN han contribuido a multiplicar la violencia y la muerte en la nación magrebí, y que, lejos de neutralizar la atrocidad y la barbarie con que Kadafi ha reaccionado a la rebelión en su contra, la han exacerbado.

Las consideraciones anteriores obligan a recordar la improcedencia y la inmoralidad intrínsecas de las ofensivas armadas como la que Occidente mantiene hoy en Libia: tales guerras, eufemísticamente llamadas humanitarias, tienen el efecto de multiplicar los saldos mortales, de ocasionar en las naciones agredidas saldos mayúsculos de destrucción material y pérdidas humanas, y de multiplicar los factores de encono y rencor hacia las potencias agresoras entre las poblaciones.

En el caso de Libia, el agravio es doble si se toma en cuenta que el poderío económico y militar del dirigente de la llamada Revolución Verde se originó, en buena medida, en el apoyo tácito o explícito de quienes ahora han desplegado el poderío militar occidental contra Trípoli.

Ciertamente no puede ignorarse la negativa de los rebeldes libios, por demás justificada, a aceptar cualquier opción distinta a una salida inmediata de Kadafi del poder: no obstante, cada vez es menos claro que esa perspectiva pueda ocurrir como resultado de una ofensiva bélica y, de lograrse, sería a costa de un saldo todavía mayor de muertes y destrucción en la nación norafricana.

Frente a estos elementos de juicio, la mediación de la UA en Libia debe ponderarse como positiva y necesaria, no sólo porque en ella subyace una lógica de sensatez y negociación diametralmente opuesta a la que reivindican, mediante bombardeos, las potencias aliadas, sino también porque, en el momento actual, el organismo continental se presenta como un interlocutor mucho más deseable para la resolución de este conflicto que las naciones occidentales, las cuales han dejado ver en este episodio, su doble moral característica y su disposición a combatir la violencia con más violencia, y cuyo poderío bélico, para colmo, ha quedado exhibido como un factor de riesgo y muerte incluso para los integrantes del bando que dicen defender. Si es real la voluntad de las potencias occidentales de ayudar al pueblo libio a encaminarse a un proceso de transición efectivo y ordenado, deben respaldar la mediación de la UA, y ello implica frenar los bombardeos sobre el territorio de esa nación magrebí.