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El artífice del Museo Nacional de Antropología y el estadio Azteca cumple 92 años

Ramírez Vázquez deplora la escasez de obra pública monumental en México

Ahora el interés de los gobiernos es gastar recursos para reforzar a los partidos políticos, dice

Como primer rector de la UAM, logró el estatus universitario de las ciencias y artes para el diseño

Foto
Pedro Ramírez Vázquez, en su despacho, durante la entrevistaFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Jueves 14 de abril de 2011, p. 6

El arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, personaje representativo del siglo XX mexicano, lamenta que en la actualidad no exista capacidad económica para la edificación de obras de gran magnitud.

En entrevista con La Jornada, el artífice de obras monumentales, quien este sábado cumple 92 años, sostiene: La situación del país ahora es diferente, porque el interés de los gobiernos es gastar recursos para reforzar a los partidos políticos, pero sin generar construcciones que ofrezcan más empleo.

Entre los numerosos proyectos que ha realizado, Ramírez Vázquez recuerda la obra pública de gran formato que se detonó con el proyecto educativo de Jaime Torres Bodet y el cúmulo de actividades que durante más de dos décadas sumó el escritor al ocupar diversos cargos, entre otros, fue titular de la Secretaría de Educación Pública.

“En aquella época se generó un gran mercado de vivienda como fueron las escuelas-casas rurales para los maestros y además se trabajó demasiado en obra social.

También se realizaron campañas de alfabetización mediante las cuales se concretó el proyecto para la creación de escuelas en 30 mil puntos del país, en un lapso de tres años.

Entre las características de esas aulas rurales destaca que fueron escuelas prefabricadas con un espacio alterno para que fuera habitado por el maestro de muchas de ellas fueron instaladas en lugares recónditos de la República Mexicana.

Reconocido urbanista

Pierre Vago define al arquitecto, en el prólogo del libro Pedro Ramírez Vázquez: un arquitecto mexicano (editado por Karl Krämer Verlag Stuttgart, 1979): “No sólo me parece como un artista que sabe que para la belleza que crea debe, en primer lugar, saber el resultado de la satisfacción de las necesidades materiales, pero también espirituales; del respeto de un programa, de un presupuesto, del uso razonado de los medios y de las posibilidades técnicas, materiales, de estructuras y de la economía en el sentido más noble de la palabra.

“Esta conciencia profunda –escribió Vago– de la función social y humana del arquitecto del siglo XX, lo ha llevado a orientarse menos hacia la búsqueda de lo que aún se llama ‘clientela privada’, como bancos, promotores que persiguen sobre todo el beneficio, el rendimiento, etcétera, pero orientándose sí, hacia el servicio de la colectividad bajo las formas más diversas: edificios culturales y educativos, urbanismo, arreglos de espacio, planificación, enseñanza.”

Durante la entrevista, Pedro Ramírez Vázquez recuerda: Me tocó vivir muchas anécdotas en esa época y conocí todos los rincones del país; incluso recuerdo que viajaba de manera constante en ferrocarril.

En cierta ocasión, relata, “fuimos a inaugurar un jardín de niños en la punta de la sierra Mixteca. Era una población pequeña y por esa razón hubo fiesta, cohetes y se escuchaban los acordes de la banda, cuando una señora de edad avanzada me tomó la mano y al intentar besarla me dijo: ’¡muchas gracias señor Castilla!’”

Ese incidente, agrega, me sacudió porque si bien era parte de las autoridades presentes en el lugar, esa acción hablaba de los impactos finales de la evangelización tras la conquista.

Esa es una de las innumerables historias que Ramírez Vázquez narra sobre sus primeros años de creación arquitectónica, la cual prosiguió hasta llegar a ser reconocido a escalas nacional e internacional.

Ahora es más difícil conseguir trabajo, porque cuando saben mi edad dicen que estoy muy grande, pero sigo laborando. De joven fui un arquitecto con mucha ambición y deseos de trabajar. Ahora, a mis casi 92 años, afortunadamente sólo tengo problemas de rodillas, razón por la cual utilizó bastón y una silla de ruedas eléctrica.

El urbanista también recuerda que el Museo Nacional de Antropología, catalogado como Monumento Artístico y sede de las diversas culturas del país, fue diseñado con la intención de circular por todos lados sin tropezar con alguna columna.

Durante la construcción de ese recinto en el bosque de Chapultepec, rememora, recorría las salas con mi silla eléctrica y comprobé que nunca tropiezas con una columna gracias a las nuevas tecnologías aplicadas a esa edificación, las cuales aprendí durante la visita a otros países.

Ramírez Vázquez, afable y poseedor den una excelente memoria para recordar anécdotas, fechas, lugares y personajes, también menciona que dos de sus pasiones son el futbol soccer y la creación de piezas en vidrio, las cuales elabora en un taller contiguo a su casa.

Esta afición por el balompié, recuerda, le permitió diseñar y promover la construcción del estadio Azteca.

En esa época por cuestiones de edad conocí a Emilio Azcárraga y él convenció a su padre (Azcárraga Vidaurreta) de que le ayudara a construir un estadio con el objetivo de que México pudiera obtener la sede de una Copa del Mundo. La única exigencia para edificar ese espacio era que debía ser mínimo para 60 mil personas.

En ese concurso participaron destacados arquitectos, como Enrique de la Mora y Félix Candela, pero la diferencia radicó en que a mí me gustaba el futbol y además conocía perfectamente el terreno de Santa Úrsula Coapa.

Esa colosal edificación, agrega, no sólo significaba ofrecer mayor capacidad en las gradas sino que las acciones del partido pudieran ser observadas desde cualquier perspectiva.

Finalmente, el estadio se construyó para un aforo de 110 mil localidades y puse especial énfasis en realizar trazos en el diseño para que las personas no se taparan unas a otras en la gradería. Incluso que un tiro pudiera ser visto por todos.

Amplia trayectoria

El estadio Azteca es el único en el mundo, enfatiza Ramírez Vázquez, que su diseño obedece a tres isópticas.

Después del llamado coloso de Santa Úrsula, el arquitecto realizó el diseño del estadio Cuauhtémoc de Puebla. Esta profesión por sí misma genera más trabajo, subraya.

También su tenacidad lo llevó a concretar la edificación de la Basílica de Guadalupe, así como el inmueble que alberga la sede del Congreso de la Unión en San Lázaro. De ambos espacios, Ramírez Vázquez recuerda hasta el mínimo detalle previo a las dos construcciones.

Durante su amplia y prolífica trayectoria también diseñó las escuelas normales para maestros en diversos estados y fue presidente del comité organizador de los XIX Juegos Olímpicos de México 68.

Otras de sus obras son las torres de la Secretaría de Relaciones Exteriores (una de ellas alberga hoy Centro Cultural Universitario Tlatelolco de la Universidad Nacional Autónoma de México-UNAM) y la de Mexicana de Aviación; además del edificio sede del Comité Olímpico Internacional (COI), en Lausana, Suiza.

Una serie de templos, oficinas, museos, pabellones en diversos países, escuelas, universidades, mercados y hospitales, así como centros de asistencia y de convenciones se suman a la larga lista de sus obras.

Pedro Ramírez Vázquez obtuvo el Premio Nacional de Artes y ha recibido numerosos galardones y distinciones. También ha sido asesor en diversos proyectos a escala internacional.

Al llamado arquitecto de la modernidad, también se le debe la fundación y establecimiento de la Unidad Artística y Cultural del Bosque.

Sus actividades académicas las inició en 1942 e impartió cátedra de proyectos de composición arquitectónica y urbanismo en la Escuela Nacional de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Durante su desempeño como fundador y primer rector de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) logró que las ciencias y artes para el diseño alcanzaran el estatus académico en una institución universitaria.

Entre sus libros figuran 4,000 años de arquitectura mexicana (editado por Libreros Unidos Mexicanos), El Museo Nacional de Antropología (Helvética Press) y numerosos artículos difundidos en revistas nacionales e internacionales, entre otras publicaciones.

Hacia el final de la charla, Pedro Ramírez Vázquez menciona su sorpresa por lo sucedido en Japón tras el tsunami y el terremoto. “Dios quiera que no tengamos temblores de más de 8 grados (en la escala de Richter), porque podría ser catastrófico en nuestro país.

“Aunque los japoneses son buenos para construir, sin duda, lo que les afectó fue el tsunami. Tan sólo el impacto de una ola de 10 metros –cuya fuerza llegó de frente– equivale al golpe dado por un edificio de tres pisos”.

En abril de 2009, Pedro Ramírez Vázquez fue homenajeado por sus 90 años de edad en el Museo Nacional de Antropología, donde expresó: El tiempo no me detiene, hay que seguir adelante.