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Elba Esther y los priístas
A

lgo está pasando. El 13 de julio de 2006 Elba Esther Gordillo fue expulsada de las filas del PRI. Fue acusada de incurrir en conductas contrarias a los estatutos de ese instituto político, como apoyar la formación de un partido político antagónico y respaldar a candidatos de otras fuerzas políticas Sin embargo, entre 2010 y 2011 ha retornado triunfalmente a dirigir, así sea por la puerta de atrás, al tricolor.

Apenas hace unos días, Eruviel Ávila, el candidato del PRI a la gubernatura del estado de México no tuvo empacho en reconocerlo. Durante el último día de su precampaña en Metepec dijo: Necesito de la maestra Elba Esther y necesito de los maestros y maestras del estado de México del sector federalizado. En el nombramiento del alcalde de Ecatepec como candidato de su partido, la maestra fue clave.

Hace apenas unos meses, el primero de diciembre de 2010, tomó posesión como gobernador de Veracruz el priísta Javier Duarte. Elba Esther asistió a la ceremonia. Llegó tarde, se sentó cerca de César Duarte, gobernador de Chihuahua, de Beatriz Paredes y de Enrique Peña Nieto, su amigo y aliado. Al terminar la ceremonia, el nuevo mandatario jarocho saludó de beso a la maestra.

Tanto amor fue generosamente recompensado. A pesar de que el Partido Nueva Alianza (Panal) no apoyó al PRI en la entidad y que, por el contrario, se la jugó a fondo con su amigo Miguel Ángel Yunes y el PAN, el partido de Elba Esther obtuvo posiciones dentro del nuevo gobierno.

Los vientos están cambiando. En 2007 Jorge Hank Rhon, alcalde Tijuana, fue postulado por el Revolucionario Institucional como candidato a la gubernatura de Baja California. No obstante que es enemigo jurado de Gordillo, ella hizo de la campaña electoral en la entidad un campo de batalla. El 2 de agosto, la profesora se reunió en Tijuana con 800 maestros traídos de diversos estados del país para afinar la operación electoral del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y del Panal, en apoyo al candidato de Acción Nacional. Su línea fue impedir que los rojos (PRI) ganaran la elección.

Los rojos –dijo Gordillo a sus operadores electorales– representan la delincuencia y la corrupción. Y aunque los azules son soberbios y prepotentes, en esta ocasión Nueva Alianza aún no tiene la fuerza para contender sola y ganar la elección. Por eso vamos en alianza con los azules (...) No somos panistas porque no somos conservadores, pero estamos en una coyuntura especial”. El PAN triunfó en los comicios.

A finales de 2010, el profesor Humberto Moreira, entonces mandatario de Coahuila y futuro dirigente nacional tricolor, afirmó durante su quinto informe de labores: Todos somos amigos de la maestra Elba Esther. Es amiga del Presidente, de gobernadores, del magisterio, de muchos miembros del gabinete y hasta de Marcelo Ebrard. Aseguró que ella es la dirigente de la organización sindical a la que yo también pertenezco. Hoy, Moreira, pieza política de Elba Esther desde siempre, está al frente del tricolor.

Por supuesto, la maestra niega que vaya a regresar al PRI. Entrevistada por Leo Zuckerman sobre su posible retorno, respondió: “No, no, no, nunca. Yo no me fui, yo no hice nada malo; yo sabía de algunas gentes que habían tenido conductas verdaderamente penosas. Yo lo que hice fue escribir, hablar, luchar por que el PRI se renovara, por que el PRI cambiara, y no está en mi agenda de vida personal volver al PRI. Ahora, no puedo obligar a los maestros que son priístas a que dejen de ser priístas…”

Pero, la verdad, ni falta le hace retornar formalmente al partido si es capaz de manejarlo desde afuera. Hoy tiene una libertad y una capacidad de maniobra privilegiadas.

Durante los comicios de 2010, el Panal se alió con el PRI en Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Puebla, Quintana Roo, Tamaulipas, Zacatecas, Hidalgo y Sinaloa. Salvo en esta última entidad, ganó en todas. En Oaxaca y Veracruz, su partido perdió las elecciones, pero ganó posiciones en el gobierno. Colaboradores de Elba Esther se integraron a los gabinetes. Por si fuera poco, el Panal obtuvo el año pasado 39 diputados en los 15 estados que renovaron su Congreso local. En coalición, 337 presidentes municipales ganaron los comicios. Pero, más allá de los resultados electorales, su influencia en multitud de gobiernos priístas es incuestionable. Personeros suyos ocupan puestos claves en los gabinetes tricolores.

Aliada al PAN durante los dos sexenios, la maestra ha pactado ya con Enrique Peña Nieto. Así las cosas, la coalición PRI-Panal-Partido Verde rumbo a 2102 camina sobre ruedas.

Elba Esther ha forjado un círculo virtuoso: el control del SNTE le facilita el acceso a múltiples recursos y relaciones, y éstos le han permitido formar una red mediante la cual ha penetrado en diferentes ámbitos de la vida política del país, convirtiéndose en una figura con peso propio.

Es una espiral. El control del gremio le facilita acumular poder y dinero, que a su vez le permite mantener el control gremial. Su fuerza le abre la puerta para obtener recursos del Estado al margen de las negociaciones laborales. Sus alianzas no distinguen entre PRI y PAN. Sus relaciones le permiten que su gente clave se coloque en posiciones estratégicas.

Elba Esther ha tejido una compleja red con otros partidos políticos que, sin el menor empacho, postulan candidatos escogidos por ella. Es el caso de Luis Maldonado, dirigente de Convergencia y personaje muy cercano a Esteban Moctezuma –una de las debilidades de la dirigente sindical–, quien ocupa la Secretaría de Educación Pública de Puebla, gracias a ella. Recientemente, en un torneo de halagos mutuos la maestra le reconoció a Maldonado su capacidad para conciliar los problemas entre los maestros cuando trabajó en la Secretaría de Educación Pública federal. Él respondió que la consideraba una mujer excepcional y una mexicana comprometida. Ha participado activamente en los procesos de transformación más relevantes de las últimas décadas, dijo.

De cara a las elecciones federales de 2012, Elba Esther Gordillo se apresta a abandonar el buque panista, a punto de naufragar. Apuesta por Enrique Peña Nieto. Formalmente ya tiene al PRI en sus manos. Falta ver si, antes de los comicios, desde Los Pinos deciden pasarle la factura.