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Barra de Potosí, en riesgo
Amenaza un plan de Fonatur hábitat en zona de Guerrero

Construir un muelle para cruceros afectará especies marinas y trabajos: pobladores

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La pesca es una de las actividades laborales para algunos de los habitantes de Barra de Potosí, en GuerreroFoto Carlos Cisneros
Enviada
Periódico La Jornada
Lunes 25 de abril de 2011, p. 2

Barra de Potosí, Gro., 24 de abril. La construcción de un muelle de cruceros planeado por el Fondo Nacional de Fomento Turismo (Fonatur) significaría el fin de este pueblo. Si se hace esa obra, morirá la famosa laguna que se ubica ahí, con sus manglares, todas las especies que la visitan y viven allí. Y nosotros también, dice Hermenegildo. Nativo del lugar, lo vio desaparecer con el terremoto de 1985 y luego renacer. Ahora teme estar en vísperas de su extinción.

La mayoría de los pescadores manifiestan esta desazón desde que en enero la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) cedió a Fonatur 15 mil hectáreas de la zona federal marítima de este lugar, frente a Playa Blanca, donde la población trabaja en 22 restaurantes bajo las enramadas, se dedica al ecoturismo y la pesca.

Este poblado de tres calles sin pavimentar, ni servicio de agua potable ni drenaje, se encuentra a media hora de Zihuatanejo, pero pertenece al municipio de Petatlán. Habitado por unas 400 personas, tiene al frente la playa y a un lado la laguna El Potosí, donde llevan en recorridos a los turistas para la observación de aves y el disfrute de la vegetación.

Pese al sol, el viento fresco hace que este sitio tenga un clima privilegiado. En la extensa playa, que luce casi desierta, se observan las lanchas de los pescadores, y atrás de ellas, casas y pequeños hoteles.

Sentados bajo una enramada se reúne los pobladores. Expresan preocupación. Relatan que son unas cuatro centenas de pescadores los que trabajan en la zona; obtienen camarón y jaiba en la laguna y diversas variedades de peces en el mar. Incluso vienen de Zihuatanejo o San Jeronimito, porque aquí capturan más que en sus costas.

Piensan que toda la riqueza natural que hay actualmente se puede terminar si se cumple el plan de Fonatur. Van a llegar los cruceros, tirarán combustible, aceite, desperdicios, aguas residuales y basura. Contaminarán el mar, señalan. Con esto dañarán la biodiversidad, sobre todo los peces de la laguna que está a un lado del cerro Huamilule. Todo esto nos va a perjudicar. Lo dicen por lo que han observado en la laguna Salina de Zihuatanejo; la cual se convirtió en un basurero cuando se construyó un espigón que cambió las corrientes marinas.

Los pescadores se preguntan y buscan respuestas sobre su futuro. Si los cruceros vienen ya con todo pagado, ¿cuál será el beneficio para el pueblo? Aquí ya hay turismo que atendemos, gente que nos visita el fin de semana y las vacaciones, ¿qué va a pasar con nuestro trabajo? Aquí hay arrecifes naturales, ¿qué va a pasar con ellos? Si se supone que todos los manglares están protegidos por la legislación, ¿por qué no se aplica y por qué se autorizó el proyecto? Si tenemos concesiones por 10 años para las enramadas, ¿qué va a pasar con ellas?

Dicen que han pedido la intervención del alcalde José Albino Lacunza, y aunque les ha dicho que tienen su apoyo, muestran un oficio que este funcionario envió el 23 de noviembre de 2009 a Alejando Chacón, coordinador general de Puertos y Marina Mercante de la SCT, en el que le señala que conoce el rechazo de Zihuatanejo al muelle y se compromete a buscar que se construya en la zona del cerro Huamilule, en Barra de Potosí. Lacunza ofrece hacer todas las gestiones y otorgar los apoyos para la creación de la infraestructura necesaria en tierra, así como los trámites oficiales ante la Federación, el estado y el municipio.

Los gobiernos hacen planes y pasan sobre la vida de un pueblo sin consultarlo. Éste es un espacio de tranquilidad y paz, en medio de todo lo que sucede en el país, señala Adriana Luna Parra, ex diputada federal por el PRD y residente del lugar. Afirma que si se desarrolla alto turismo, donde éste llega no cumple la ley ni respeta la naturaleza.

En 1985 el pueblo desapareció. Las casas de madera y palma fueron arrasadas por la gran ola o tsunami que ocurrió tras el terremoto, cuyo epicentro fue frente a las costas de Lázaro Cárdenas, a 40 minutos de aquí. Los habitantes más viejos aún recuerdan el suceso, pero dicen que fue el sismo del 20 de septiembre, en la noche, el que más daños causó.

Las viviendas estaban cerca de la playa. La ola arrasó con todo y vimos flotando las camas, las estufas, la ropa. Después sólo la Cruz Roja Internacional prestó ayuda. El organismo convenció al dueño de una huerta cocotera que vendiera parte sus terrenos a los pobladores para que volvieran a levantar sus casas y les dio el material para la construcción; ellos pusieron la mano de obra.

Pero ahora la población ha crecido. Hay 115 predios, pero en cada uno viven de dos a cinco familias. No pueden comprar más tierras porque son caras. Es una localidad de alto grado de marginación, según el Consejo Nacional de Población. El centro de salud es un cuarto prestado por el jardín de niños, y donde sólo se encuentran los medicamentos básicos; para alguna urgencia los habitantes deben ir a Zihuatanejo.

Aquí han crecido cuatro generaciones que nunca han requerido de vigilancia policiaca; quizá se necesite a veces, cuando hay muchos visitantes, en Semana Santa o en diciembre, pero en realidad nunca han ocurrido incidentes serios y no ha sido indispensable, explica Alberto Bello, el comisario.

Tierras codiciadas

Dueña de 90 hectáreas del cerro de Huamilule, desde donde se ven la playa, el mar, los morros y la laguna, Isabel Garibo teme ir a la cárcel. Por segunda ocasión apareció un presunto dueño de las tierras que sus padres y su familia habitaron desde 1961. Hace tres años incendiaron su casa. Desde entonces la ha reconstruido en dos ocasiones. La primera vez pensó que había sido una casualidad, pero en 2009 aparecieron dos personas que se ostentaron como dueñas del terreno.

Recuerda que sus padres compraron el predio a José Trinidad Hernández y muestra el papel de compraventa. Pero hace dos años Pedro Leal Bracamontes y Mario Alberto Wallace presentaron una denuncia por despojo de esas tierras. La familia Garibo demostró que siempre ha tenido la posesión y la demanda no procedió.

Nerviosa, sentada bajo la sombra de unos árboles, relata que ahora apareció Jesús Alejandro Espíndola, ostentándose como dueño de los terrenos. Ella se amparó, pero la detuvieron y la ficharon. Esta denuncia es por despojo en Zihuatanejo, aunque el terreno se ubica en Petatlán. Los vecinos de Barra de Potosí afirman que la reconocen a ella y a su familia como propietarios de los terrenos, y que nunca han visto al presunto dueño.

Éste es un caso, pero el poblado ha sido ambicionado por mucha gente, dice Jacinto. Varias veces nos han querido sacar de aquí, por eso buscamos la revocación del proyecto. Queremos vivir lo natural, libres. Muchos nacieron en este sitio y otros tenemos muchos años viviendo aquí.

Romana, quien hace un receso en la cocina de su restaurante, resume el agobio del poblado. Lo que más tememos es perder la libertad que da tener nuestras propias fuentes de empleo, ya sea en los restaurantes, el ecoturismo o la pesca. Si se hace el muelle, nos van a desplazar. No vamos a ser libres.