Opinión
Ver día anteriorMiércoles 4 de mayo de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Isocronías

Verás la eternidad

E

l punto ciego de la poesía… Desde ahí hay que mirar.

En poesía sólo se sabe que quién sabe –o bien: que cada vez hay que saber más de poesía para menos saber qué es la poesía, si algo es.

Decía o dice Fina García Marruz que la poesía es la dimensión desconocida de lo evidente. De lo evidente que desconocido se muestra –se deja, sin perder su condición de desconocido– conocer, es que el poeta habla. Desde ahí.

Dice también: Una mujer que se sabe bella, ya lo es menos. Se aprende sin duda de la hermosura, mas todo espejo tiene su algo de vampiro.

La hermosura que se conoce, no la que se reconoce (¿podrá entenderse esto?), es la que, en el mejor sentido de la expresión, da de sí.

Se dice de Gonzalo Rojas que era un poeta sin prisa, mas no se negará, imagino, su feliz eficacia en la velocidad.

No sé si por una entrevista televisiva o si en algún escrito me enteré de que en su infancia Gonzalo Rojas fue tartamudo. Resultó el Demóstenes de los poetas. Pero esa tartamudez también, infiero osado, le dio finalmente el gusto por lo cortado, los encabalgamientos bruscos, por la síncopa y, repitamos, la velocidad –o, si se quiere, como un jazz de la escritura, el gusto por la sorpresa sintáctica.

La dimensión desconocida de lo evidente o (Rojas) la realidad detrás/ de la realidad pero/ desde el relámpago.

Aun cuando Vargas Llosa publicó sus Cartas a un joven novelista, sin duda útiles, lo único que considero se le acerca, y poco no, al indispensable libro de Rilke sobre la poesía es la sola carta que dirigida a un Querido y remoto muchacho se encuentra en la novela Abbadón el exterminador, de Ernesto Sabato. Puede escucharse en la voz de su autor en esta dirección: www.clarin.com/sociedad/Querido-Exterminador-Fotografias-Eduardo-Longoni_2_472172782.html

Invito al desocupado lector a que la oiga, atienda a su prosodia y vea si no profundamente van, sin contradecirlas, afirmándolas, en sentido contrario a las palabras de García Marruz al advertir que cuando en un párrafo algo suena mal hay con absoluta seguridad un error en el pensamiento mismo que él encubre.

Una frase de esa carta saluda, digo yo, a todo joven artista, pero a la vez también a todo prójimo: Aunque sea por un fugitivo instante, verás la eternidad.