Opinión
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México-China: los resultados

Tres décadas de reformas

Migajas aquí; desarrollo allá

M

ientras la adormilada economía mexicana acumula tres décadas con un registro apenas cercano a 2 por ciento anual, la de China dio el gran brinco, y en ese mismo periodo pasó de ser una nación severamente atrasada a la segunda potencia mundial, y la mayor exportadora de bienes en el mundo, con un dinamismo exportador acompañado de un rápido cambio en la estructura productiva hacia actividades de mayor sofisticación tecnológica y de un fuerte aumento de las capacidades en ciencia, tecnología e innovación.

Aquí se presumen migajas (el 2 por ciento del vamos por el rumbo correcto); allá no sólo celebran el éxito, sino que meten el acelerador, con tasas de crecimiento promedio anual superiores a 10 por ciento, con ganas de que en un lapso no muy amplio la economía china desbanque a la estadunidense en la primera posición internacional. De acuerdo con la Cepal, el crecimiento económico de esa nación asiática ha provocado, a pesar de una mayor desigualdad del ingreso, una considerable reducción de la pobreza y un aumento del bienestar de la población. Si bien en una primera fase fueron los indicadores de nutrición, esperanza de vida y pobreza absoluta los que reflejaron esta mejora, en la última década se ha visto cómo un porcentaje cada vez mayor de la población accedía a nuevos bienes de consumo y servicios.

La economía china ha seguido un camino marcado unas décadas antes por otras economías asiáticas que también tuvieron fuertes tasas de crecimiento económico, expansión de las exportaciones, reducción de la pobreza y avances tecnológicos. Existen paralelismos con los llamados tigres asiáticos, que comenzaron su fuerte desarrollo a partir de los años sesenta y que han alcanzado o superado el nivel de vida de los países industrializados, e incluso con otras naciones que comenzaron un rápido crecimiento más tarde (como Malasia o Tailandia), y a los que China está alcanzando ya en algunos indicadores de desarrollo.

En los años 60, la economía china crecía a un ritmo notoriamente inferior (cerca de 4 por ciento anual) con respecto a la mexicana (6.7 por ciento). En los años 70 México mantuvo el citado promedio, pero la nación asiática ya registraba avances similares. Para los 80, el crecimiento de nuestro país se desplomó (2.3 por ciento anual), pero en China el registro superaba el 8 por ciento anual. A partir de los 90, el diferencial entre uno y otro país de cinco tantos, favorable, obviamente, a los chinos.

Mientras en México el gobierno (Miguel de la Madrid en adelante) desmanteló la infraestructura productiva del Estado y olvidó el mercado interno, en China la participación de las empresas públicas marcó la diferencia (positiva, desde luego), y su enorme mercado interno ha facilitado la atracción de inversiones extranjeras directas y ha permitido a ciertas empresas nacionales alcanzar un gran tamaño antes de comenzar su expansión internacional, especialmente en industrias protegidas de la competencia internacional, como la banca, los hidrocarburos o las telecomunicaciones.

La Cepal subraya que, en definitiva, en la estrategia de China se ha combinado el desarrollo de su gran mercado interno con una agresiva y exitosa estrategia exportadora. Su estrategia de promoción de las exportaciones estuvo en un inicio claramente ligada a la atracción de inversión extranjera directa. Para ello se crearon en 1980 las zonas económicas especiales como laboratorios de las reformas económicas que comenzaban en el país. Su primer objetivo fue aumentar las exportaciones, pero también vincular al país con los mercados manufactureros mundiales y facilitar la modernización del aparato productivo, principalmente mediante la operación de empresas trasnacionales allí establecidas.

Durante los primeros años posteriores a estas reformas los flujos de inversión extranjera directa fueron relativamente modestos, pero a partir de 1990 aumentaron de manera notable. Desde 1993 China ha sido el principal receptor entre los países en desarrollo, pero la importancia de las empresas trasnacionales en su economía ha ido disminuyendo paulatinamente (lo contrario de México) a medida que la economía se desarrollaba y las empresas chinas crecían y adquirían nuevas capacidades. Así, aunque la IED fue una parte muy significativa de la inversión total en la formación bruta de capital fijo a mediados de la década de los 90, ha ido perdiendo importancia hasta llegar a sólo 4 por ciento en 2009, frente a 10 por ciento en promedio de los países en desarrollo.

China ha restringido la IED en muchas actividades consideradas estratégicas (lo contrario que en México), mientras en manufacturas ha forzado al capital extranjero a formar empresas conjuntas con sociedades locales y a transferir tecnología (aquí existe subsidio fiscal en tecnología para los consorcios, con único beneficio para ellos). La política de atracción de inversión foránea en China ha sido muy intervencionista, como una parte integral de su estrategia de desarrollo de largo plazo, lo que contrasta claramente con lo sucedido en otras partes del mundo, en especial en América Latina y el Caribe donde, en el contexto de las reformas de los años ochenta y noventa, aún se espera que las decisiones estratégicas sean sólo el resultado de las fuerzas del mercado.

La insistencia de las autoridades chinas en forzar a las trasnacionales a invertir en alianzas estratégicas con empresas locales ha generado un canal importante de transferencia tecnológica y ha favorecido el desarrollo de capacidades locales en muchas industrias. Este es el caso de la industria automotriz, donde se comenzó con alianzas estratégicas entre empresas de autopartes chinas y trasnacionales en las décadas de los 70 y 80, se siguió con la producción masiva de autos para el mercado interno, y actualmente China cuenta con docenas de empresas con marcas propias y capacidad de fabricar autos cada vez más sofisticados.

En fin, el resultado es más que obvio: México de 6.7 por ciento en los 70 a un promedio anual de 1.7 por ciento en la primera década del siglo XXI; China de 4 a más de 10 por ciento.

Las rebanadas del pastel

Resistencia civil si no frenan la violencia, es la propuesta del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Bien. Apoyémosla, pero extendamos el concepto de violencia al plano económico, político y social… Por su novena velita, un beso de su tamaño para mi adorado Chícharo.