Ante la tala clandestina y la violencia

Cherán organiza su defensa

 

Los bosques de la comunidad de Cherán, en el corazón de la meseta purhépecha, en Michoacán, han sido devastados por talamontes protegidos por “grupos armados de corte paramilitar”, quienes han agredido a la población durante los últimos tres años, con un saldo de nueve asesinados y cinco desaparecidos y/o secuestrados, además de lesionados, asaltados y extorsionados.

El pasado 15 de abril la comunidad dijo ¡basta! y a partir de ese momento se organizó la defensa de los bosques y la seguridad de los habitantes. Cherán permanece ahora resguardada con barricadas organizadas por el pueblo, quienes no están dispuestos a que se siga talando el poco bosque que les queda, y no permitirán, aseguran, nuevas agresiones a los habitantes de la comunidad.

La resistencia contra la tala clandestina, aunque dispersa, inició en 2008, cuando se acrecentó la devastación en el cerro Pacuacaracua. Hasta el momento, denuncian comuneros de Cherán, se ha destruido totalmente más del 80 por ciento del bosque en acciones acompañadas con la siembra del miedo, pues los taladores procedentes de Capa­cuaro, Tanaco, Rancho Casimiro, Rancho Morelos y Rancho Seco, asolan la comunidad con armas de alto calibre.

Antes de la resistencia organizada, la comunidad hizo múltiples denuncias al gobierno estatal de lo que estaba ocurriendo, pero éste no actuó y ni siquiera investigó: “Los tres niveles de gobierno han sido cómplices de las agresiones y la destrucción del bosque, pues nunca atendieron el problema. Nos decían que se trataba sólo de un problema comunal, pero todo está relacionado con el crimen organizado en Michoacán”, afirman los comuneros entrevistados en la ciudad de México la segunda semana de mayo.

Con la devastación del bosque, señalan, “llegó la muerte no investigada y una directa agresión a nuestro existir”. Cherán cuenta con 27 mil hectá­reas de territorio comunal y, dentro de ellas, 20 mil hectáreas boscosas, de las cuales han sido incendiadas y taladas (totalmente destruidas) más del 80 por ciento, y el otro 20 por ciento también ha sido talado, pero aún no ha sido incendiado.

La devastación, comentan los comuneros, afecta el ambiente con la disminución de los mantos acuíferos y manantiales, la desaparición de aves, venados, zorros, ardillas, armadillos y demás fauna, además de la destrucción de plantas medicinales como hongos, tila, jara, nuritén y resina, entre otras muchas plantas curativas tradicionales. “Es un ecocidio completo que afecta nuestras vida y cultura, pues la comunidad depende de su relación con el bosque”, advierten los comuneros.

“Al quitarnos el bosque” —continúan— “nos quitan toda nuestra forma de vida”. Cherán, explican, tiene registradas siete variedades de pino y con la devastación algunas ya no se van a recuperar. Es decir, se extinguirán algunas variantes que se dan únicamente en esta región. “Es así como arrastran no sólo con nuestra existencia como pueblo, sino con el medio ambiente y la humanidad”.

 

“Ya no nos vamos a dejar”. El 15 de abril los comuneros decidieron empezar a detener ellos mismos a los talamontes. La gota que derramó el vaso fue que les derribaron árboles en el ojo de agua La Cofradía, que históricamente abastece a la comunidad. A partir de ese momento el conflicto se intensificó hasta el punto del asesinato de dos de sus compañeros y un herido, agredidos cuando los pobladores se movilizaron para impedir el paso de los vehículos cargados de madera.

Hasta el lugar llegó un grupo armado que protege a los talamontes. Los comuneros aseguran que se trata de grupos de corte paramilitar y que al frente iba una patrulla de la policía municipal. Los agresores abrieron fuego contra la población y mataron a dos de sus compañeros.

Ese mismo día los habitantes de Cherán salieron a las calles a defenderse. Montaron barricadas con piedras, palos y todo lo que encontraron, cubriendo los alrededores del pueblo para impedir el ingreso de los grupos armados y nuevas agresiones. A partir de ese momento mantienen la vigilancia las 24 horas del día, en turnos organizados directamente por los pobladores y con el apoyo de comunidades vecinas que les han manifestado su solidaridad. “Así empezó la organización para proteger a nuestra comunidad, los bosques y la búsqueda de la justicia”.

En estas tres semanas la vida ha cambiado totalmente en Cherán. Ahora están en un proceso de organización y de defensa y, sobre todo, pensando en colectivo los pasos siguientes. “Nuestro pueblo se siente defendido por el mismo pueblo. Después del 15 de abril la comunidad se siente unida, segura, respaldada. Los señores, los niños, las mujeres salieron de sus casas y se unieron a las barricadas. Todos cerramos nuestras casas y nos apostamos en las esquinas para defender a nuestra comunidad”.

El cúmulo de agresiones y los recientes asesinatos colmaron su paciencia y les dieron fortaleza y nueva organización: “Hemos aprendido algo nuevo en Cherán. Nos estamos organizando en guardias todos los días, con machetes en la mano, alrededor de las fogatas y tomándonos un cafecito. La gente en el pueblo está fuerte y dicen, orgullosos, ‘hasta que hicimos algo’. Antes nos sentíamos muy humillados, porque aunque muchos resistían a los talamontes, también había miedo. Lo de ahora es el primer paso para la reconstrucción de nuestro pueblo. Y ya no hay para atrás”.

Un numeroso grupo de comuneros participó en la Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad, en atención al llamado del poeta Javier Sicilia, y del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Hoy, afirman, ya no se sienten aislados y están recibiendo apoyo y solidaridad de las comunidades vecinas de Cheranastico, Sevina, Nurío, Nahuatzen, San Ángel Surumukapio y Zamora, además de organizaciones y colectivos de Morelia y de otras partes de México.

Los retos más importantes en estos momentos, enumeran los comuneros entrevistados por Ojarasca, son recuperar la paz en Cherán, que haya justicia para toda la comunidad y se garantice la seguridad de los pobladores; que haya libertad de tránsito sin temor a ser agredidos, libertad de trabajar e ir a la escuela. Libertad para vivir, en resumen.

La comunidad exige que las autoridades actúen de inmediato “contra los talamontes y sus grupos armados paramilitares”. No están solicitando, aclaran, la entrada del Ejército federal ni de la policía a la comunidad, sino que se frenen la tala clandestina, los asesinatos, las extorsiones, los secuestros, las desapariciones y los asaltos. Y que las autoridades hagan su trabajo fuera del perímetro de la comunidad, donde se localizan los grupos armados y los talamontes.

Mientras tanto, en Cherán los pobladores ejercen su derecho al uso de sus rondas tradicionales (brigadas de vigilancia interna), para la defensa de su territorio, incluyendo, por supuesto, los bosques.

 

Gloria Muñoz Ramírez

 

OJARASCA