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Altas, bajas, crisis y recuperación en Estados Unidos
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or segunda vez en los últimos 20 años, a partir de octubre de 2006 la producción industrial de nuestros vecinos perdió dinamismo. Desde la primavera de 1991, mes a mes crecía. Pero de octubre en adelante lo hizo a tasas cada vez menores. Aunque no lo dijeron, los analistas gubernamentales de Estados Unidos empezaron a preocuparse. Y es que durante 18 meses –de finales de 2006 a principios de 2008– no vieron mejoría en sus tasas de crecimiento industrial. Eran cada vez menores. Persistentemente menores.

Sí, es cierto, la producción industrial no caía, pero era incapaz no sólo de superar, sino –ni siquiera– de alcanzar los altos niveles de finales de 2005 y principios de 2006. Claro que todos en el vecino país se sentían muy satisfechos de haber vencido –al menos momentáneamente, como luego se demostró– el terrible bache de finales de 1998, de todo 1999 y de inicios de 2000. Y es que en ese periodo ya se había experimentado una primera pérdida de dinamismo o desaceleración, seguido por otro de franca retracción durante casi todo 2001. Y es que luego de casi tres años de crecimientos industriales mensuales cada vez menores –febrero de 1998 a enero de 2001– durante un año la economía de nuestros vecinos registró caídas en su producción industrial.

México lo sintió severamente. En tres o cuatro años casi no crecimos. Sí, el nivel de cada mes era negativo, inferior al del mismo mes del año anterior. Y sólo hasta junio de 2002 –de forma por demás sorprendente– el aparato productivo estadunidense, el pesadísimo aparato productivo estadunidense que acumulaba y acumulaba activos por una inversión sin freno, sólo después de esos 16 meses de caídas, volvió a registrar crecimientos positivos. ¿Cuántos meses logró crecer, ya en condiciones complicadas por esa pesadez, la industria vecina? Pues 70 meses, casi seis años, justamente hasta marzo de 2008. Aunque –de nuevo– 52 meses con tasas ascendentes y 18 con tasas descendentes. Ciclo económico de altas y bajas, dirían los clásicos. Todo mundo feliz. Bueno, no todos.

Recuerdo a los asesores económicos de mister president que empezaron a notar esos crecimientos cada vez menores de octubre de 2006 en adelante. Y la preocupación se convirtió en angustia cuando en abril de 2008 la producción industrial de Estados Unidos registró su primera tasa negativa. Sí, el nivel de la primavera de 2008 respecto al de la primavera de 2007 ya era inferior. Y –lo peor de todo– siguió así durante 21 meses, casi dos años. Y no fue sino hasta el mes de enero de 2010 que dejó de caer. Ciertamente de julio a diciembre de 2009 las tasas negativas fueron cada vez menores. Y ya en enero del año pasado –como he comentado– comenzó el crecimiento positivo. Claro que de niveles bajísimo. ¿Cuáles? Véalo usted. Piense que la producción industrial llegó a caer casi 20 por ciento de su punto más alto a su punto más bajo.

Se trata del nivel de derrumbe económico más severo en la historia económica reciente de nuestros vecinos. Nivel severamente agravado por el derrumbe de la rentabilidad, en virtud de la sobreacumulación de activos industriales registrada por el aceleradísimo ciclo de inversión registrado –primordialmente– del invierno de 1993 a la primavera de 2001. Ocho años de acumulación acelerada –aceleradísima– de activos industriales. De esos que también aceleradamente deprimen la rentabilidad. Severamente. Círculo anunciado como virtuoso, pero convertido de un día para otro en vicioso. Terriblemente vicioso. No presento hoy las razones –muchas por cierto, pero con el crédito por delante– que permitieron esa expansión acelerada de la industria vecina y que se tradujo en ese derrumbe del orden de 20 por ciento. Sólo quiero concluir hoy este ligero recuento señalando que las estimaciones preliminares de los índices oficiales del mes de mayo que se darán a conocer en esta semana, indicarán que luego de casi 16 meses, si de casi año y medio, apenas se ha logrado una ligera recuperación industrial, cercana a dos tercios de lo perdido. Falta un tercio todavía. Con una cuenta lineal y simplista, pero útil en estos momentos, y considerando el nivel medio de recuperación industrial en el vecino país, esto significa que faltan no menos de nueve a 12 meses para llegar al nivel de producción industrial registrado en diciembre de 2007. O sea que en abril de 2012, es altamente probable que el nivel de la producción industrial de nuestros vecinos sea el mismo de finales de 2007. Pero sabe algo, sin haber logrado disminuir sustantivamente el desempleo. Ni el tiempo que tarda un trabajador vecino para rencontrar trabajo. Ni siquiera el nivel medio de ingreso logrado antes de la debacle.

En buen romance –gusta decir así un buen compañero– esto significa no sólo un freno al desarrollo económico de cinco años, sino un severo deterioro respecto de las condiciones anteriores. Ni más ni menos. ¿Sólo de nuestros vecinos? No. De nosotros también, tan profunda e irremediablemente vinculados no sólo a la economía estadunidense en general sino, más específicamente, a su dinámica industrial. Para bien y para mal. Por eso, precisamente, por eso, nadie puede andar diciendo a boca suelta que ya la hicimos. Nadie. De veras.