Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de mayo de 2011 Num: 845

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Monólogos Compartidos
Francisco Torres Córdova

Justicia de la poesía
Ricardo Venegas entrevista
con Ámbar Past

Irvine Welsh, el mudo irreverente
Ricardo Guzmán Wolffer

Kavafis, Arlt y la imposibilidad de huir
Sonia Peña

Temple y temblor de Onetti
Rodolfo Alonso

Arlt y Onetti: los siete locos y el viento
Matías Cravero

El interés vuelto asombro
Miguel Ángel Muñoz entrevista con Ana María Matute

Leer

Columnas:
Galería
Alejandro Michelena

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Jorge Moch
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Forzadores de opinión

En la escena social del México de hoy –decir moderno es un exceso– internet cobra cada día más vigencia. No sólo como herramienta de información que pone al alcance de sus lectores la inmensa mayoría de los periódicos que se editan en el país, sino como la gran palestra que aglutina múltiples foros ciudadanos que se construyen ya sea a partir de los paneles abiertos de discusión, los blogs, o en los que se derivan desde esas notas periodísticas. Algunos diarios en México ofrecen una versión electrónica de acceso sin restricciones, como La Jornada, y otros ofrecen versiones acotadas de sus notas, reportajes y columnas. En algunos diarios los comentarios pasan por un tamiz regulador de contenidos y otros permiten decir y publicar cualquier cosa, por vulgar o disparatada que resulte. Entonces los foros de discusión en internet permiten hacer varias apreciaciones de la fauna cibernética que los habitamos y nutrimos. Uno de los primeros renglones que saltan a la vista de este aporreateclas es el de la pobreza ortográfica y semántica con la que muchos internautas, ejerciendo su natural derecho a opinar, despedazan el lenguaje, ya por omisión o con deliberada alevosía. Los hay que simplemente acusan una lamentable falta de lecturas –o una dislexia de neandertal– en la que pavorosos errores ortográficos se vuelven lugar común, como usar el verbo “haber” en lugar de la muletilla condicionante “a ver”. Están también las hordas del pragmatismo que abreva lo mismo de la apatía del güevón común que de la rebeldía militante, y que suprimen la consonancia escrita “qu” para sustituirla sin más por la letra “k” para decir “¡Ké padre!”  En ese mismo aligeramiento de la norma, a la eñe se le despoja del bisoñé para dejarla en una horrible y agringada enie. Naderías de estilo si se quiere, pero verdaderas cefaleas para quienes quizá por deformación de oficio pretendemos que el nuestro, un lenguaje tan bello, se preserve como principal andamiaje de identidad.

Pruritos filológicos aparte, los foros de internet exhiben vergüenzas de otra naturaleza, las dos menos recomendables dando cuerpo y sustancia por una parte a la más encarnizada intolerancia y el encono rabioso, sobre todo a partir de la profunda división de opiniones que ha generado el gobierno plagado de tropiezos de Felipe Calderón y su aciaga campaña electoral de 2005 y 2006, y la que quizá sea la más nefasta consecuencia de que cualquiera pueda, gaje del privilegio de la libertad irrestricta –o casi, porque existe censura en los foros y algunos conjeturamos que existe espionaje gubernamental– de expresión que estos representan: la propaganda.

Resulta intrigante ver que en los portales de internet de diversos medios, como La Jornada, Milenio, El Universal o el sitio concentrador del trabajo gráfico de quienes hacemos cartón o historieta políticos, Moneros.com, suelen aparecer foristas, casi siempre los mismos, cuyo denominador común es muchas veces la defensoría del régimen y aun vilipendiar o menospreciar las opiniones críticas –que suelen ser las más– a las acciones del gobierno calderonista. En el caso de los críticos feroces de cualquier caricatura que no sea benévola con el régimen –es decir, de cualquier cartón o historieta que en lugar de hacer precisamente caricatura del poder no haga apología propagandística–, los autores somos automáticamente calificados de “pejistas”. Para este ejército de tecleadores de disculpas gubernamentales, cualquiera que expresa su desconfianza o rechazo al gobierno es “pierdedista” o hijo putativo del “Peje”, en clara referencia a Andrés Manuel López Obrador a quien se tiene por poco menos que el anticristo.

La cantidad y sobre todo la reiteración de sus afirmaciones, pero también que suelen ser los mismos, siempre da en qué pensar. El contenido de sus comentarios –reiterativos, belicosos, siempre tratando de defender lo indefendible con argumentos que pronto angostan en insultos a sus rivales– hace creer en afiebradas teorías, como aquella que afirma que la Secretaría de Gobernación y otras instancias gubernamentales (se dice que allí están metidos desde el CISEN hasta la Secretaría de la Defensa) mantienen un batallón de tecleadores en los foros del país y en algunos internacionales para lavarle un poco el rostro al régimen, aunque parece que no lo hacen bien, porque hasta donde se puede hacer un somero cálculo estadístico de las opiniones vertidas en los medios, una enorme cantidad de ciudadanos estamos convencidos de vivir en un Estado fallido.