Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de mayo de 2011 Num: 845

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Monólogos Compartidos
Francisco Torres Córdova

Justicia de la poesía
Ricardo Venegas entrevista
con Ámbar Past

Irvine Welsh, el mudo irreverente
Ricardo Guzmán Wolffer

Kavafis, Arlt y la imposibilidad de huir
Sonia Peña

Temple y temblor de Onetti
Rodolfo Alonso

Arlt y Onetti: los siete locos y el viento
Matías Cravero

El interés vuelto asombro
Miguel Ángel Muñoz entrevista con Ana María Matute

Leer

Columnas:
Galería
Alejandro Michelena

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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con Ámbar Past

Justicia de la poesía

Ricardo Venegas

Poeta mexicana por convicción, Ámbar Past (Estados Unidos, 1949) emigró a México desde los veintitrés años y en 1985 obtuvo la nacionalidad mexicana. Radica en Chiapas desde hace más de tres décadas y fue becaria del poeta chiapaneco Jaime Sabines. Fundó en 1975 la editorial experimental maya tsotsil Taller Leñateros, en San Cristóbal de Las Casas. Su poesía ha sido traducida al japonés, tsotsil maya, polaco, inglés, serbocroata, italiano y francés, entre otros idiomas.

–Naciste en Estados Unidos y te nacionalizaste mexicana, y más de la mitad de tu vida la has vivido en México ¿cómo fue ese proceso de adaptación a un territorio tan diferente como el de Chiapas?

–Tengo la nacionalidad mexicana y yo misma me pregunto ¿cómo es posible que siendo una persona que nació y vivió los primeros veintitrés años de su vida en Estados Unidos me haya enamorado tanto de la cultura de México, y por qué soy considerada como poeta mexicana? Nací en una cultura que contrasta mucho con la de México. A pesar de compartir más de 3 mil 300 kilómetros de frontera, la relación entre estos dos países es distante. Son vecinos que no se entienden entre sí; y no es solamente por que en EU se habla el inglés y en México se habla el español (además de 350 lenguas indígenas vivas), ni porque el salario mínimo en el país del norte es diez veces más que el del país del sur. Sus diferencias nacen en las raíces de su historia. Pasé diez años de mi niñez en la ciudad fronteriza de El Paso, Texas. Al otro lado de la frontera en México está Ciudad Juárez; y duele mencionar su nombre a las miles de mujeres asesinadas ahí en tiempos recientes. Durante los años de mi niñez, en los años sesenta, Juárez me llamaba la atención porque su ambiente cosmopolita y artístico contrastaba dramáticamente con la forma de vida provinciana y conservadora de El Paso. Juárez contaba con museos y galerías de arte. En El Paso no había nada de esto, y tampoco había librerías, pero Ciudad Juárez tenía varias. Mi madre era artista, sus amigos eran artistas mexicanos. Desde muy joven sentí la fuerza cultural que emanaba de Ciudad de México. Nosotros éramos bárbaros. Ciudad de México era nuestra Roma. De niña tuve la fortuna de convivir durante diez años con Rosa Jaques Balam, trabajadora doméstica de origen amerindia, quien dejaba a sus hijos con su madre en Ciudad Juárez para cuidar a mi hermanito y a mí. Fue Rosa quien me enseñó mis primeras palabras... (¡por cierto, eran groserías!) en español, y mientras ella ensartaba hilos de colores y bordaba en sus blusas aves, lagartijas y la imagen de la Virgen de Guadalupe, nos contaba sus mitos milenarios. En 1959, cuando yo tenía nueve años de edad, mi madre nos llevó a mi hermanito y a mí de vacaciones a Ciudad de México. En este sentido, México fue un imán que tocó mi destino.

–Fuiste incluida en una reciente antología de poesía latinoamericana realizada por Krystyna Rodowska en Polonia, al lado de figuras como Octavio Paz, José Emilio Pacheco y Eduardo Lizalde, ¿cómo recibes este privilegio?

–Me siento más bien atónita, pero no me lo creo. No sé qué creer. Los otros doce poetas, quienes también aparecen en el libro, son mis maestros: Neruda, Huidobro, Nicanor Parra, Vallejo, Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Eduardo Lizalde, Ernesto Cardenal. Siento mucho asombro y humildad ante esos nombres y la obra que representan. Me siento feliz por estar tan bien acompañada. Pero da tristeza ser la única mujer en la antología; hay muchas poetas cuyo trabajo ha sido una gran inspiración para mí: sor Juana Inés de la Cruz, Rosario Castellanos, Dolores Castro, Thelma Nava, Briceda Cuevas, Mónica Monsour, Alejandra Pizarnik, Blanca Varela, Ida Vitale, Olga Orozco, Idea Vilariño, María Sabina, Daisy Zamora, Gioconda Belli, Isabel Fraire, Gloria Gervitz, Cecilia Vicuña, Margaret Randall, Coral Bracho, Myriam Moscona, Tonik Nibak, Clementina Suárez, Nicole Delgado, Dulce María Loynaz, Alfonsina Storni…

–¿Inciden en tu obra los enormes desequilibrios sociales presentes en la vida cotidiana de tu estado? ¿La poesía no ha abandonado lo social?

–Habito un mundo de enormes desequilibrios sociales: hay mil millones de seres humanos que no bebieron agua ni probaron alimento. Este año los seres humanos gastamos 2 billones de dólares en las guerras de nuestro planeta. En México, como en el mundo, el neoliberalismo corroe la calidad de nuestras vidas. La SEP ofrece una versión neoliberal de la educación que excluye la ética y la moral de la planificación curricular, y considera que la palabra “escuela” significa “edificio”. La poesía es endémica en Chiapas, igual que la pobreza extrema. La población de Los Altos sufre hambre. En San Andrés Larraínzar me cuentan que ahora no hay maíz. El campo ha sido destruido por prácticas neoliberales. Los cambios climáticos nos han traído demasiada lluvia. Las milpas se pudrieron. El nivel de suicidios entre los alumnos de la secundaria de San Andrés Larraínzar es alarmante. He vivido desde 1974 en comunidades tzotziles y considero que en muchos lugares la salud, en general, está empeorando. En San Juan Chamula niños de diez años apenas tienen la estatura y peso de niños de seis. El paraje Catixtik, igual que muchos lugares, no tiene agua potable. La gente sufre de tifoidea y otras enfermedades gastrointestinales. Se ven casos de paludismo y mucha tuberculosis. La diabetes es rampante en la población gracias al consumo generalizado de los refrescos y la comida chatarra. Los venenos agroquímicos se usan sin precaución y causan enfermedad. Son escasas las fuentes de empleo y la migración al norte ha dejado a pueblos de puras mujeres, quienes a menudo se encuentran obligadas a enviar por Western Union el dinero de Oportunidades a sus maridos varados en los Diablos Unidos, pues no tienen trabajo. A veces la desesperación conduce al delito: según el censo de 2010, cientos de mujeres monolingües tzotziles purgan condena en la cárcel de Cancún.