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Ver día anteriorJueves 26 de mayo de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Una encuesta reveladora
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n el Monitor mensual de Consulta Mitofsky de abril de este año se observan datos a mi juicio muy reveladores. En el primero, referido a la economía, se aprecia una percepción muy negativa en comparación con el año previo, e incluso con los años anteriores desde 2001. La diferencia entre quienes creen que la economía está mejor y los que piensan que está peor es de -67.0 promedio: 15.6 mejor y 82.6 peor. Si asociamos estos datos con la percepción de la población sobre el principal problema en el país podemos ver una gráfica en la que se ve que los problemas económicos son percibidos a la baja, de 69.5 en enero de 2010 a 48.4 en abril de 2011 en tanto que los problemas de seguridad y justicia expresan una tendencia a la alta: de 22.7 en enero del año pasado a 50.2 en febrero de 2011, 49.8 en marzo y 48.5 en abril.

Interesa, asimismo, observar cómo se perciben la inseguridad y la crisis económica en el curso de un año, además de la drogadicción y el narcotráfico:(Ver cuadro arriba)

En el cuadro anterior se ve que a partir de diciembre del año pasado el peso de la inseguridad en la opinión pública es mayor que la crisis económica; y que la drogadicción, que es lo que debería atender el gobierno, no ha tenido variaciones significativas. Calderón ha logrado que la gente perciba como mayor problema la inseguridad que la crisis económica, pese a que ésta es muy severa en el país y, sin embargo, la percepción sobre la drogadicción es que ésta no ha disminuido significativamente y que, de hecho, en abril de este año es mayor que en el mismo mes del año pasado. Y ¿qué percibe la población sobre el narcotráfico? Que no ha disminuido, sino lo contrario. Compárese abril de 2010 con diciembre del mismo año o con enero y febrero de 2011. Cuando la sensación de inseguridad aumentó al principio del presente año, también aumentó la percepción del narcotráfico, pero no la de drogadicción. No puede extrañar, por lo tanto, que los mexicanos veamos que el rumbo del país esté crecientemente equivocado ni que el desacuerdo con Felipe Calderón vaya en aumento, como puede apreciarse en los gráficos 2.2 y 2.3 de esta interesante encuesta (véase: www.consulta.mx/Docs/FusionCharts/EPG_Abri.pdf).

Felipe Calderón no ha logrado legitimarse ante los mexicanos, como lo intentó en su guerra contra el crimen organizado, pero sí ha conseguido que la población perciba a la inseguridad (y la violencia) como el problema principal de México. Ya lo dijo en Las Vegas: el problema de la violencia es de percepción (La Jornada, 20/05/11), y lo ha logrado. Toda ejecución de magia requiere llamar la atención del público en una mano mientras se hace el truco con la otra. Y el número de muertos, que nadie ha exhibido públicamente con nombres y apellidos (aunque suponemos que es real) es el doloroso dato que ha servido a la otra mano para ocultar el acto de magia que le interesa al taumaturgo. Los medios electrónicos, con notables excepciones, se han encargado, queriendo o sin querer, de hacer evidente la matazón diaria porque su noticia opaca, periodísticamente, las frías y aburridas cifras sobre la crisis, el desempleo, la pobreza, los salarios, la inflación, la educación, la salud, etcétera. Aunque la mayoría de la población vive en carne propia estos problemas y se debate diariamente para tratar de sobrevivir con ellos y a pesar de ellos, la inseguridad propagandizada en exceso la ha hecho temer más a salir a la calle a que un hijo esté desnutrido, se quede sin escuela o no consiga trabajo.

La publicidad de enemigos magnificados cumple, por lo general, su objetivo: el cambio de prioridades en la percepción de la población. Pondré un ejemplo que he leído en Milenio Semanal del 15 de mayo: medio millón de menores de edad consumen inhalables tipo benceno, xileno y tolueno, muchos de ellos en salones de baile donde se baila reggaetón, pero está prohibido fumar cigarrillos de tabaco en su interior porque son dañinos para la salud: nadie fuma adentro, sólo se drogan. El reportaje señala que en 2010 “los inhaladores de solventes superaron… al número de consumidores de cocaína.” La verdadera diferencia es que los solventes los consumen niños, pues son muy baratos y se venden en cualquier tlapalería, en tanto que la cocaína es mucho más costosa y suelen ser los adultos quienes la consumen. Los narcotraficantes, dicho sea de paso, no venden solventes pese a que hay chamacos que los consumen por litros a la semana, dañándose irreversiblemente el cerebro, el tejido muscular y otros órganos de su cuerpo.

La percepción de la gente se puede manipular, según la fuerza, la amplitud y la frecuencia de la publicidad elaborada en los centros de decisión dominantes. Para que tenga éxito debe ser creíble, es decir tener bases de verdad, pues la inseguridad y la muerte por doquier no son falsedades, pero tampoco lo que se dice que son. Hace unos días estuve en una reunión con amigos muy enterados de la realidad nacional, algunos de ellos líderes de opinión, y me dijeron que como vivo en Cuernavaca seguramente ya no salía en las noches. Me quedé sorprendido. Les dije que casi todos los viernes, y a veces los sábados, salíamos a cenar, mi esposa y yo, con amigos, y que lo más peligroso con lo que nos habíamos topado eran retenes militares que han llegado al absurdo de preguntarnos a qué nos dedicábamos, como si los delincuentes les fueran a contestar con honestidad: mire usted, oficial, me dedico a vender drogas y a descabezar gente, pero hoy es mi día de descanso, por ejemplo.

Quiero insistir: más graves que la inseguridad, y más extendidas, son la pobreza, la falta de expectativas, la insuficiente oferta de empleo, los bajos salarios, y muchos otros problemas que afectan, éstos sí, a la mayoría de la población. En Egipto, Túnez, y ahora en varias ciudades europeas, la juventud (sobre todo) no protesta, como en México, por la inseguridad sino por su situación sin futuro, por la crisis y por las malas políticas de sus gobiernos. El narcotráfico como tal, que también existe, no es motivo de protestas sociales, ni allá ni acá.