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El poeta recibe en San Francisco el premio Global Exchange de derechos humanos

El pueblo de EU, cómplice de crímenes de lesa humanidad si no frena a su gobierno: Sicilia

Washington, responsable del dolor de los mexicanos; apoya una guerra que no se atreve a librar aquí

 
Periódico La Jornada
Viernes 3 de junio de 2011, p. 15

Al recibir en San Francisco, California, el premio Global Exchange de derechos humanos, el poeta mexicano Javier Sicilia señaló que para lograr cambios democráticos que detengan la violencia desatada por el combate gubernamental al comercio ilegal de drogas, es necesaria la participación de la sociedad estadunidense ante las políticas de su gobierno.

Su responsabilidad en los crímenes y la injusticia que vivimos en México es absoluta. Su consumo de drogas, su apoyo irrestricto a una guerra que no se atreve a tener dentro de su territorio, su industria armamentista que nos está asesinando, deberían hacer que los ciudadanos de Estados Unidos se movilizaran para exigir a su gobierno un cambio en esta estrategia que día con día nos está costando mucho en vidas, dolor y destrucción. Si no lo hacen, serán cómplices de crímenes de lesa humanidad.

Desde hace cuatro años –sostuvo–, jóvenes, niños, ancianos, hombres y mujeres en México viven desprotegidos por el Estado, que extravió su vocación primera: cuidar de la seguridad de los ciudadanos. Señaló que sólo 2 por ciento de los crímenes son resueltos y que los 40 mil muertos y 10 mil desaparecidos, convertidos en cifras y expedientes abandonados, son el saldo “desde que el presidente Felipe Calderón y la política antinarco de Estados Unidos decidieron declarar la guerra al narcotráfico en México, con base en una estúpida política bilateral.

Para Sicilia, las causas de este horror son resultado de una guerra absurda, del largo pudrimiento de las instituciones de México y de la insensibilidad política de Estados Unidos que, para mal evitar su consumo de droga, instalaron una guerra que no ha disminuido el tráfico ni el consumo, y nos está costando miles de muertos y desaparecidos. Mientras, Estados Unidos tiene legalizada una industria peor que la droga: la armamentista, que arma tanto a las fuerzas del Estado mexicano como a las del crimen organizado. Y, coludidos, bancos e instituciones estadunidenses y mexicanos lavan dinero mientras los ciudadanos de México vivimos en la miseria y el terror.

Esa política está, en todos sentidos, equivocada, argumentó el poeta mexicano: Por un lado, la droga no es un asunto de criminalidad, sino de salud pública. Por otro, una ley de seguridad nacional basada en la violencia y comandada desde instituciones cooptadas, corrompidas y ajenas al servicio de la nación, sólo puede perpetuar la criminalidad y el horror. México no sólo está destruido en sus instituciones, sino en su tejido social, y una buena ley de seguridad nacional debe tomar en cuenta esos factores.

En cuanto al esfuerzo del movimiento por una Paz con Justicia y Dignidad, convocado por él, pidió al pueblo de Estados Unidos compartir y apoyar; es una prueba de amor y confianza en lo mejor de nosotros mismos; la prueba de que a pesar del horror y el miedo que quieren instalarnos, los ciudadanos aún nos sentimos firmes para continuar buscando la paz, la justicia, la libertad y la democracia que nos están arrancando.

Afirmó que recibía la presea en nombre de todas las víctimas de la actual violencia, entre ellas su hijo Juan Francisco, como un gesto de amor y solidaridad de un pueblo hermano que puede ayudarnos mucho en este largo y doloroso camino que los mexicanos hemos emprendido por la paz, el consuelo y la justicia. México y Estados Unidos deben preferir el esfuerzo de la razón a la política del poder y la guerra. Hay que elegir hoy entre hacer cosas humildes y eficaces o aceptar el crimen y la imbecilidad como regla de vida. Me parece que no es difícil la elección.

En el acto también se distinguió a Pablo Solón, embajador de Bolivia ante la Organización de Naciones Unidas, por su lucha y la de su gobierno en defensa de la Tierra, y a la química estadunidense Wilma Subra, por su activismo en favor de las víctimas del derrame petrolero del Golfo de México en las costas de Luisiana. En ocasiones anteriores han recibido la distinción Eduardo Galeano, Alice Walker y Harry Belafonte.