Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 5 de junio de 2011 Num: 848

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Lo que el vino se llevó
Vilma Fuentes

Diez años de minificción

Novísimos de Zapotlán

Voces del mundo en solidaridad y protesta
Marco Antonio Campos

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Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Juan José Arreola llevó a Zapotlán, su tierra natal, a la geografía literaria nacional por algunos de sus cuentos y por su novela La feria, pero muy especialmente por el multicitado pasaje introductorio de Confabulario: “Yo, señores, soy de Zapotlán el Grande. Un pueblo que de tan grande nos lo hicieron Ciudad Guzmán hace 100 años. Pero nosotros seguimos siento tan pueblo que todavía le decimos Zapotlán.” Ciudad Guzmán, Municipio de Zapotlán el Grande, en Jalisco, es además famosa por ser cuna de destacados personajes de la cultura nacional. Los nombres de Juan José Arreola en la literatura, José Clemente Orozco en las artes plásticas, y José Rolón y Consuelito Velázquez en la música de concierto y popular respectivamente, dan una muestra de ello. Aquí presentamos una muestra del trabajo de los zapotlanenses Lenin Alvarez, Hiram Ruvalcaba, Lizeth Sevilla, Alejandro von-Düben y Damián Covarrubias, todos nacidos a mediados de los años ochenta.

Ricardo Sigala

Vendrá la mañana
Lenin Alvarez

I

La noche arde en la memoria,
huyes de mí, ciudad sitiada por el tiempo,
avisto tus murallas en la niebla del encuentro,
persiste en mis manos tu cuerpo de espiga en el deseo,
veo las gacelas recorrer tus praderas como un pequeño espejo de la aurora,
tu castillo en la niebla es más azul que tus palabras,
en tu pequeño puerto alguien da una señal que no comprendo
y extraviadas legiones de albatros se caen en mitad del mar;

II

Cuando amanezca, ya todo se habrá perdido,
tus manos ganadas por el frío,
el viento que tu pelo hacía entre los árboles
un hundimiento en los animales de la noche.

Será tu sombra espejo derretido en la noche de los besos,
las palabras aguardarán en tu lengua como un ejército bajo la lava de los días
y andarán tus pasos como un viejo disco en la memoria;

presiento tu risa victoriosa sobre los campos del silencio.
Y vendrá la mañana…
Sé que vendrá la mañana,
                        y traerá tu olvido.

Lenin Alvarez. (Atoyac, Jalisco, 1985.) Abogado por la Universidad de Guadalajara. Ha publicado en suplementos culturales de Ciudad Guzmán. Estudia Letras Hispánicas en Centro Universitario del Sur (CUSur) y asiste al taller literario de la Casa de la Cultura de Zapotlán el Grande. 

Soy
Hiram Ruvalcaba

“Soy
el más grande
hijo de puta
que ha nacido
y
siempre lo seré.”
Decía mi padre
mientras sorbía de su vaso medio vacío
aquella soledad de nombre impronunciable
que llenaba sus días y sus noches.
           
            Luego
me miraba,
y unas gotas tristes
se iban formando en sus ojos
mientras atravesaban mi carne
como desalmadas cuchillas.

Mi padre fue siempre un hombre triste.
Sus notas blasfemas
contra su extraña condición de perro romántico
caían en mis manos
y se deslizaban al suelo
como chorros de dolor incandescente.

Me miraba con dulzura,
                        a veces
me acariciaba
con sus manos grandes y dulces y duras,
y decía que me amaba como a nadie
y que nunca sería nada en este mundo.

Mi padre fue siempre un padre triste.

Después,
acercaba el vaso a sus labios
y al alzarlo encarecía
los años llenos de nuestro amor.
                        Entonces,
bebía de aquella materia oscura
en la que adivinaba
algo más cercano y real
que la muerte.

Hiram Ruvalcaba. (Ciudad Guzmán, 1988.) Ingeniero ambiental y estudiante de Letras Hispánicas en el CUSur. Ganador de los Juegos Florales de Zapotlán. Ha publicado en revistas y suplementos literarios de Jalisco y Colima. Autor de Nunca y otros cuentos (2006). Fue becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes (feca) de Jalisco.

Toma estas manos
Lizeth Sevilla

Toma estas manos para tu historia.
Puedes llevarte mi cuerpo y mi esencia.

Ya lo hemos vivido todo:
inventamos las noches y sus ruidos,
hemos descansado sobre el pretexto del tiempo.

Toma estos ojos que lo han visto todo en tus ojos,
llévate sus elogios y angustias.
Guarda para tus visiones,
la duda de mis fantasmas…

Toma este cuerpo, estos brazos, estas piernas y los muslos:
no me harán falta.
Ya hemos escrito con ellos todas las palabras,
todas las canciones.
Nuestros cuerpos se reconocen,
se reinventan mientras se fusionan en movimiento
e imaginación.

Ahora tómame completa:
me declaro habitante de tu vientre, tus manos y tus uñas,
el sudor se ha exiliado de nuestros cuerpos
y nuestras sábanas…
nos queda lo mundano, lo tangible,
lo que se debe discutir fuera de la cama
y sus encantos…

Tómame completa
y esfúmate de la realidad y sus pretextos,
el tiempo nunca ha sido válido
para los que inventan caricias
en el lugar de las palabras
y los consejos de muerte;
desnuda mi cuerpo y mis insomnios,
desgarra mi espalda,
mastica mis labios con sus sospechas,
róbate los deseos,
las imágenes,
los aromas,
y tíralos cuando salgas…

Lizeth Sevilla. (Zapotlán el Grande, 1986.) Ha publicado Crónicas pasajeras (2006) y Monólogo de una mujer desnuda (2010). Es colaboradora frecuente de varias publicaciones de Sayula y de Ciudad Guzmán, como el Diario de Zapotlán y Juglar. Asistió al Taller Literario de la Casa de la Cultura de Ciudad Guzmán.

Es la mañana
Alejandro von-Düben

Había una soledad en cada esquina, en cada beso
Efraín Huerta
Es la mañana,
la triste mañana cobijada en sus cenizas de noche,
es la noche de hoy y de siempre,
    espejo,
    reflejo de innombrable realidad,
de la verdad del rostro líquido que escapa de mis manos.

(Soledad en cada vacío inagotable, soledad, frágil soledad aterrada que quiere, que intenta tender al tiempo tras la ventana, al otro lado del espacio, del silencio, conmigo, inhabitable, donde la sombra y la luz se unifican y los besos se dispersan.

Es la hora fúnebre donde convergen los sueños disecados
    en la mirada harta de mirar,
es el peso del cielo,
el hiriente resplandor de la vida que me acecha en cada calle, en cada esquina,
    laberintos de la sangre, hambre de ocaso,
y acaso un vestigio de muerte
    en las líneas de la palma de mi mano
    ayer, hoy y mañana
    y en una triste mañana
                                               de invierno.

Alejandro von-Düben. (Guadalajara, 1988.) A los seis años fue a vivir a Chapala y desde hace dos radica en Ciudad Guzmán, en donde estudia la Licenciatura en Letras Hispánicas. Ha publicado en Meretrices, revista de la rivera de Chapala, y en Papalotzi de Guadalajara.

Abxalom
Damián Covarrubias

I

La piedra, sobre la que estaba echado
relucía brillante en flamas,
inmersa en el traslúcido manto de la noche.

El telón, visto desde el olvido del otro,
se adentraba en el eco infértil de la carne
que era el suelo,
y el viento, escarcha tenue suspendida frente a sus ojos,
traía consigo
            silencioso           
                                   el alarido rencor de los difuntos.

Confundidas ambas siluetas
con el llanto suave del río,
la bruma danzaba con los árboles,
sombras líquidas del canto de un demonio,
testigos vivos del trágico mensaje,
                                                envuelto en el adúltero rocío
                                                                                                      de las lilas.

II

La mujer es sólo una sombra;
el corazón,
un idiota envenenado en susurros
con el ruido de la sangre enfurecida.

La lujuria
es llaga que abre despacio
en el cielo fornicado,
despide el aire derretido que cae         
                                               a borbotones
                                                                            sobre la oscura pradera.

Hermano mío,
                        Charles,
                                                           Amnón,
                                                                                              ya nada significas.

III

Tu cuello,
fino mármol de gloria lasciva
donde ella sembró con la ceniza de sus labios
el bosque encendido de tu destino…

…fue en tu cuello donde clavé el arma,
desde ese ojo brotó el río
que eructó las vísceras marchitas de Dios.
                                                           ¡Castígame, padre!
Y me bañé con el vino
de sus cuerpos pálidos,
y forniqué con ella,
y forniqué contigo,

mi hermana era un pez,
                                   sus ojos
                                                           perlas silenciosas.
¡Perdóname, padre!           
            ¡No toques su piel culpable! 
                                               ¿Qué hace en su alcoba?      
                                                                              ¡Los encontraré, padre!             
                                                                                                               ¡Los…!

IV

Te enterré semilla parida de la memoria                                                                       
para fallecer de olvido.
                                                                                 
¡Mátame con las raíces de mi cabello vuelto polvo!
Porque yo los maté en abril.
                                                                                 
Derrite mi llama en penumbra,
llévame con la serpiente atada al cuello
a través del remordimiento zumbante de las moscas
y ahoga mi alma,
                                   sin escrúpulos,

                                                                       en las cálidas aguas rojas de Juno.

Damián Covarrubias. (Ciudad Guzmán, 1987.) Estudiante de Medicina en el CUSur. Ganador de los Juegos Florales de Zapotlán. Asiste al taller literario de la Casa de la Cultura de Ciudad Guzmán.