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Critican, por ineficiente, la uniformidad de políticas oficiales contra la pobreza

La miseria es la principal causa de la desintegración familiar, señalan expertos
 
Periódico La Jornada
Lunes 6 de junio de 2011, p. 19

Un hogar pobre tarda 20 años en ganar lo que una familia de altos ingresos en un año. Ese hogar en miseria no sólo se enfrenta a pasar carencias económicas, sino que puede sufrir desintegración, porque algunos de sus miembros deben migrar para obtener empleo, y a ello se suma la violencia que ahora enfrentan en algunas localidades.

Pese a que desde hace al menos dos décadas, con el Programa Nacional de Solidaridad, se dio impulso a programas sociales para atacar la pobreza, ésta ha crecido y es la principal causa de la desintegración familiar.

Uno los factores que impiden la superación de este problema es que el gobierno ha establecido políticas homogéneas para atacarlo, a pesar de la diversidad cultural, y son focalizadas sin considerar estrategias de fomento económico y desarrollo regional, advierten especialistas del proyecto Conocimiento y cambio en pobreza rural y desarrollo del Rimisp-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural.

Las familias, que se supone son el ámbito donde a los niños se protege, alimenta, se les enseña a conducirse de acuerdo con las normas del grupo y se le transmiten los conocimientos culturales básicos para la sobrevivencia, ahora enfrentan problemas de desintegración debido a la pobreza en que viven; el aumento de la violencia y el crimen organizado que recluta a jóvenes, y la falta de coordinación entre el gasto social y el productivo en el  sector rural, indica Salomón Nahmad, investigador del Ciesas Pacífico Sur.

En entrevista, indica que la política económica es inestable y lleva a que no tengamos una política de desarrollo de microrregiones. Vemos la pobreza junto a Toluca, en las orillas de la ciudad de México, jalamos más gente a las ciudades. Abunda en que, por ejemplo, la gente de la costa, junta un dinerito que les da Oportunidades o Procampo para irse al norte y pasar a Estados Unidos. Muchos de estos señores se van y abandonan a la mujer con sus hijos. Gran parte manda dinero, pero muchos no pueden regresar a ver a su familia porque están ilegalmente en Estados Unidos.

Con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte se pusieron las maquiladoras en la línea fronteriza con Estados Unidos, entonces se fue la gente hacia el norte. Y quienes se quedan ya no trabajan la tierra; antes toda la familia trabajaba en el campo.

Recuerda que la zona de Huautla Jiménez, Oaxaca, era una de las zonas productoras de café más importantes, ahora está de capa caída, ya no salen todos a cortar café. La gente sobrevive con los recursos de los programas oficiales y los jovencitos lo que piensan es irse también, agrega.

Sumado a la falta de ingresos, están los problemas de seguridad, la gente empieza a huir por la presión sobre las zonas indígenas. En los pueblos quedan viejos y niños, es el dilema en que estamos metidos. Dice que hay casos en que los que producen enervantes mandan a mujeres indígenas con paquetes de droga, luego en los camiones las agarra la policía y las meten a la cárcel, y ellas ni siquiera sabían lo que llevaban.

Y además de esta situación, el gobierno aplica programas homogéneos que no toman en cuenta la diversidad cultural. Hay muchos Méxicos urbanos, rurales y étnicos, por lo que las estrategias institucionales homogéneas para combatir la pobreza no garantizan los mismos resultados en todos los casos. Lo que sí es similar entre los diversos sectores en pobreza es la búsqueda de alternativas para salir adelante, aunque esto represente, entre otras implicaciones, la desintegración familiar, indican Nahmad y Álvaro González en el análisis La fragmentación del tejido social y la familia rural e indígena.

Como ejemplo de la inoperancia de los programas, Nahmad Sitton agrega que en cuanto a educación, a las comunidades llegan maestros que no son de la zona, no hablan la lengua local, y difícilmente pueden entenderse con la gente y mantenerse en el lugar. Oportunidades se aplica igual para todas las familias, sin importar el lugar, no se hace la diferenciación cultural y los suplementos alimentarios que se entregan a los hogares son los mismos para todas las localidades, sin tomar en cuenta los alimentos que se comen en los distintos grupos culturales.

Las limitaciones de las políticas focalizadas, desvinculadas de estrategias de fomento económico y desarrollo regional, están a la vista, ya que, por ejemplo, la mejora alcanzada en los niveles de salud y educación se traduce en ausencia de oportunidades de empleo bien remunerado, en frustración social y crecientes presiones migratorias, señalan Rolando Cordera, y Leonardo Lomelí en el documento Programas de combate a la pobreza rural en México.

Indican que más aún: no parece precipitado afirmar que, en condiciones de crecimiento bajo o mediocre, como las prevalecientes en el último cuarto de siglo, el capital humano forjado mediante las políticas focalizadas encara una suerte de deterioro precoz, repercutiendo sobre el conjunto de comunidades y familias originalmente beneficiadas. La pérdida de expectativas contamina regiones y grupos sociales enteros.

Precisan que el ingreso promedio de una familia del decil superior equivale a 20 veces al de un hogar del primer decil. Un hogar pobre, entonces, tarda 20 años en ganar lo que una familia de altos ingresos consigue en un año; asimismo, 30 por ciento de los hogares más pobres reúne apenas 8.9 por ciento del total del ingreso, mientras que 30 por ciento de los hogares más ricos accede a 63 por ciento del ingreso total.

Sostienen que de las vías de salida de la pobreza rural, la emigración ha sido la más frecuente, y para los que van al norte les es muy costoso, y ya no es en el sector agrícola con bajos requerimientos de calificación donde hay más oportunidades de empleo, además estos migrantes se enfrentan a la competencia de pares de todo el continente.