Opinión
Ver día anteriorLunes 13 de junio de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Melón

Normal

C

omo decía Cristino Lorenzo, el séptimo campeonato de los Pumas me pareció normal. Además, me trajo recuerdos del primero, cuando ascendieron a primera división y éste, su enkobio, los acompañaba adonde podía para verlos jugar. El Chango Ledezma, en la puerta Zenteno, mi buen Chanez, Gutiérrez, el Espátula, Echavarri, Memo Vázquez, Manolo, Calderón de la Barca, Lorenzo García y Gaytán. Más de 50 años y llegó el séptimo con ese golazo de Javier Cortés, que me hace recordar uno de Lorenzo diferente, pero también golazo, en la noche que marcó el ascenso. ¡Felicidades, mis Pumas! Ese campeonato lo celebraron en el Manolo, donde noche a noche Lobo y Melón, con su grupo, tenían su cuartel general.

Para seguir con los ratos buenos, déjeme contarle, mi asere, que atendiendo una invitación amable de Papo Lucca estuve en La Maraca, donde surgió lo inesperado: una tremenda descarga entre Papo y Héctor Infanzón que, por mi parte, no me queda más que recordar que será muy difícil que se repita. No le llamo palomazo porque el término no lo aguanto, se me para en el caracol del ombligo.

En la descarga ambos sacaron el frasco de las esencias y cada intervención quedó para el recuerdo; sinceramente, regaron calidad. La Ponceña, como siempre, magnífica. Felicitaciones a los cuatro cantantes. Con pena nada más puedo nombrar a Pichi y a Edwin, pues no sé los nombres de los dos restantes. Le daré un saludo cariñoso a Rafi Cartagena y mis respetos a la familia Infanzón, que atendió de maravilla a Papo, quien casi no podía hablar, pero hizo gala de profesionalismo y nos regaló una actuación de aquellita.

Ahora, mi agradecimiento para todos y cada uno de los que tienen que ver con El Tímpano, programa del Canal Once que aparece los sábados a las 20 horas; en especial, Carolina Kerlow, Tere Costa, Mariana Braun y Mexicanto, que me trataron de maravilla. Me pasé una tarde deliciosa que tendré como uno de mis más preciados recuerdos.

No podía faltar el prietito en el arroz y éste fue el programa que pasó en el Canal 13 dedicado a Pérez Prado. Hay personas que tienen un afán de protagonismo que los ha hecho creer que saben; nada más alejado de la realidad. Pero peor están aquellos que se lo creen. Ojalá que un día no muy lejano esos sabios se pongan a investigar para que no desvirtúen la historia de la música cubana, en general, y de sus figuras en particular. Por supuesto, me refiero a lo que ha pasado en nuestro país.

Dámaso Pérez Prado ya era conocido en nuestro ambiente sonero antes de su arribo gracias a las grabaciones que hizo con la orquesta Casino de la Playa, cantadas por Cascarita, por sus arreglos y su manera de tocar el piano. El problema siempre ha sido la distribución de los discos. Aquí en México en aquellos años era más fácil conseguirlos en Veracruz o, aunque no lo crea, en Ciudad Juárez. Había que recorrer la calle de Tacuba y con un poco de suerte encontrar algo antes de la aparición de Mercado de Discos.

En una tienda en Belisario Domínguez y San Juan de Letrán conocí a María Elena Gómez, quien me apartaba lo poco que llegaba de Cuba. Con el tiempo María Elena llegó a ser muy importante en Mercado de Discos.

En 1949 entré a formar parte de Los Diablos del Trópico y la sección rítmica del grupo había grabado con Pérez Prado cuatro números, cosa que ya he escrito en otras ocasiones. Pero voy a dar los nombres de los elementos: Galo Almazán en los bongóes, José Bonilla Carioca en la tumbadora, Felipe Chía en el contrabajo, Alfonso Espinoza Rovirosa en las maracas, en la paila; como refuerzo, Yeyo Tamayo, y como desplazamiento (no tocó), Luis Lozano Cachimba.

Así que no le digan, que no le cuenten porque seguro le mienten. Dicho sea de paso, según mi punto de vista la primera orquesta fue la mejor, la segunda también sonó muy bien. El Chino Rafael Jaime que integró esa segunda orquesta hizo una grabación de Cerezo rosa que ahí quedó como cuando fue parte de la orquesta de Chucho Rodríguez, El Viejo Luis González le hizo un arreglazo de Carnaval de Venecia que le valió ovaciones a raudales en el Teatro Follies Bergere, noche a noche. Creo que de 1949 a la fecha iré sacando mi verdad. ¡Vale!