Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 19 de junio de 2011 Num: 850

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Gonzalo Rojas revisitado
Juan Manuel Roca

Un café en España con Enzensberger
Lorel Manzano

Juan Rulfo en Cali
Eduardo Cruz

El Guaviare. ¿Dónde concluye y comienza
La vorágine?

José Ángel Leyva

Con los ojos del paisaje
Ricardo Venegas

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Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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DOS SIGLOS DE CAMBIO SOCIAL

XABIER F. CORONADO


Bandera roja. Historia política y cultural del comunismo,
David Priestland,
Editorial Crítica,
España, 2010.

Uno de los temas más controvertidos dentro de la historia contemporánea es, sin duda, el del comunismo, quizás el más poderoso movimiento político, social e intelectual del mundo moderno. La caída del Muro de Berlín y la desintegración de la antigua URSS fue, para la mayoría, el fin definitivo de un sistema que había tenido su origen en las ideas de igualdad y justicia que motivaron la Revolución francesa. Los dos siglos de historia posterior han demostrado que su aplicación práctica, en la mayoría de los casos en que el comunismo ha llegado al poder, parece chocar con la incapacidad de la clase dirigente para aplicar una teoría social que nadie podría calificar de injusta.

La historia del movimiento comunista, desde sus orígenes hasta la actualidad, es tratada de manera magistral por el investigador inglés David Priestland, profesor de Historia Moderna en la Universidad de Oxford, en este extenso y ameno libro. Al comienzo, Priestland se refiere al gen prometeico del comunismo; la metáfora atribuida a Esquilo del enfrentamiento entre Zeus y Prometeo fue escogida por el propio Karl Marx para explicar la lucha de clases. Marx consideraba al héroe griego, “el santo y mártir más eminente del calendario filosófico”. El libro hace un minucioso recorrido histórico desde la Revolución francesa (1789), donde se encuentra el origen moderno de las ideas comunistas –los antecedentes más antiguos serían la República de Platón y las comunidades cristianas primitivas–, hasta la caída de la Unión Soviética y los regímenes comunistas europeos. Un largo camino que recorre la historia moderna de la humanidad y se detiene tanto en los protagonistas como en la evolución de los sistemas políticos y sociales.

Bandera roja traza la ruta del comunismo, un peregrinaje que se desplaza de Occidente a Oriente y de norte a sur a medida que su influencia se extiende por el planeta. Una larga hégira que Priestland divide en cuatro etapas: de Francia y Alemania a Rusia; luego hasta China y el sureste asiático; después al denominado “sur global”, América Latina, África, Oriente Medio y el centro y sur de Asia; este periplo se completa con el regreso a Europa donde se produce el colapso final del comunismo. La narración de esta travesía sigue un curso cronológico y explora tanto la historia político-social como el ámbito cultural. Aunque se concentra en las ideas comunistas y la manera de aplicarlas, también analiza las poblaciones que han sido gobernadas por este sistema.

Toda una serie de protagonistas desfilan por el texto de Priestland: desde Robespierre y Gracchus Babeuf –el primer revolucionario comunista de la era moderna–, hasta Gorbachov y su perestroika, último intento de aportar una energía renovada al comunismo que no pudo evitar la consiguiente disolución del sistema. Entre todos ellos destacan Marx y Engels que, a través de su Manifiesto comunista (1848), enunciaron el poder real de una forma de socialismo que combinaba la rebelión con la razón y la modernidad. En un momento de su vida, Marx se aisló en la biblioteca del British Museum para estudiar los antecedentes históricos y económicos de su época. Él mismo confesó que se sentía como “una máquina condenada a devorar libros para luego arrojarlos, transformados, al basurero de la historia”. Este retiro voluntario tuvo como resultado la primera parte de El capital, así se forjó la base racional para sustentar lo que estaba ocurriendo, el cambio ya se había producido y la alternativa a la antigua estructura social tomaba cuerpo en las teorías marxistas.

Políticos como Lenin, Stalin, Trotsky, Jruschov, Brezhnev, Mao, Ho Chi Minh, Gramsci y Fidel Castro, entre otros muchos, así como personajes de la cultura que el comunismo ha generado como Eisenstein, Bertolt Brecht, Marcuse, etcétera, son retratados y estudiados en las páginas de este libro. El texto de Priestland trata los acontecimientos sociales y culturales que desembocaron en la revolución de 1917 y su posterior desarrollo, cuando el comunismo en el poder pierde su carácter romántico al ser superado por la tecnocracia (marxismo modernista basado en el desarrollo económico) y el fervor revolucionario (marxismo radical basado en la movilización de masas). La China maoísta y los movimientos comunistas de países de asiáticos (Corea, Camboya, Vietnam…), africanos (Angola, Mozambique…) y americanos (Cuba, Nicaragua, México…) son analizados en profundidad. También las ligas comunistas internacionales, los Frentes Populares y los grupos guerrilleros.

En definitiva, Bandera roja reubica todo lo que ha tenido relación con el comunismo –su gestión, desarrollo, y aplicación–, y teje esa red de personajes y acontecimientos históricos de manera precisa, sin dejar cabos sueltos. Una de las virtudes más apreciables del trabajo de Priestland es su imparcialidad. El tema del movimiento comunista ha generado un catálogo de libros que están, en su mayoría, teñidos por una toma de partido que desprestigia buenos trabajos de investigación por el empeño de sus autores en defender o denostar según su propia ideología.

Pero las virtudes de este libro no quedan ahí, la prosa que despliega su autor nos atrapa desde el inicio; su lectura se convierte en un ejercicio gozoso difícil de experimentar en textos de este tipo. Las casi setecientas páginas, que incluyen una extensa bibliografía sobre el tema, se suceden con fluidez y se leen con un interés sólo comparable al entusiasmo con que se devora una buena novela. En este caso, la diferencia estriba en que se trata de un ensayo histórico impecable. En Bandera roja. Historia política y cultural del comunismo, se demuestra una vez más que, cuando es narrada con oficio y rigor, nada es tan interesante como la historia.


TEMA NO PARA POETAS

RICARDO YÁÑEZ


Los sueños de Onán (antología del placer solitario),
Varios autores,
Ediciones Intempestivas/ Fonca/ Conaculta,
México, 2011.

Lo menos que puede decirse de un texto literario sobre la masturbación, peor si por encargo, es que (el tema ya no será tabú, pero sigue siendo escandaloso) se tiende a exagerar. ¿Y habrá quién se masturbe de modo ecuánime, con ánimo sereno, desde la sensatez más mesurada? Pues... no; no lo creo. Cabría pensar, sí, que no quien se masturba, sino quien de la masturbación escribe, no cayera del todo en la provocación. Difícil, lo sé. De esa dificultad da cuenta en el libro comentado el regiomontano Óscar Efraín Herrera, quien remata su colaboración (un artículo sobre la masturbación en poesía y en el cine, donde la ve más fácil) con lo que empezó: el tema no es para poetas. Pero también puede verse en el relato de Mario Anteo, “El esperma inesperado”, de catorce párrafos, que aunque sin duda divertido (en una lectura pública, podría desternillar al auditorio), podría reducirse a tres: seis, siete y ocho. No dejaría el tema, pero aportaría algo al libro: la contención –literaria y de la otra.

Canto del pájaro solitario o ritual del ahorcado le llama el personaje del cuento de Margarito Cuéllar, quien coincide con el ya citado Herrera, quien cita a Efraín Huerta, en alucinar lo celestial en el momento, digamos, supremo.

Relatos hay en el libro que cuidan tanto no exagerar, volvamos al principio, que dan la sensación de que exageran. Pienso en “Camello”, de Luis Cokram Kimbal, probablemente, en sus palabras, “lleno de trama con sus vacíos en blanco”, pero para el lector o excesivamente pudoroso o lejano. En un texto también en prosa casi todo entre corchetes, hay esta frase: “Es un grito en medio de la ducha”, y ya fuera de los corchetes la que en cierto modo es única oración del texto: “Qué sola la mañana entre las manos.” José Emilio Pacheco declara, en una carta al editor, la imposibilidad de superar un anónimo letrero veracruzano, y cuánta verdad dice (Pacheco): “Don Juan/ no pudo amar a todas las mujeres./ Onán/ te consigue ahora mismo a la que quieres.”

Héctor Carreto es de los pocos circunspectos, si no el único, en “La bomba solitaria”: “Sin ti el frío me muerde. Desnudo, me froto, me froto y me froto hasta que estalla en mi cabeza el feliz hongo atómico que todo lo nubla.”

En “Soledad y no jaladas”, Jesús de León considera: “Cuando eras adolescente y te tardabas, el puño paterno casi tumbaba la puerta y una ronca voz decía: ‘Déjate de jaladas y ponte a hacer algo útil.’ En efecto: no estabas haciendo algo útil, pero sí muy necesario.”

Breve es el espacio. Cerrémoslo indicando que entre otras firmas también aparecen en el libro las de Mark Twain, Raúl Renán, Jorge Eduardo Eielson, Tomás Segovia, Guillermo Berrones, Bernardo Ruiz, Julio César Méndez, José María Mendiola, Efraín Bartolomé y Eduardo Langagne, cuarenta y siete nombres masculinos, pues que Onán es del libro el modelo, pero asimismo porque a este libro antecede una Antología mínima del orgasmo, en el que participaron cincuenta escritoras.


RECURRIENDO A LA REALIDAD

JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ


Los ingrávidos,
Valeria Luiselli,
Sexto Piso,
México, 2011.

Una de las tantas acepciones del término “diégesis” es la que se refiere al mundo del texto. Más allá de la discusión (y oposición) entre diégesis y mímesis, puede entenderse a la primera como la dimensión que habitan los personajes de un relato de ficción. Así, aunque en gran parte de los casos las diégesis se asemejan mucho a nuestra realidad, también suelen darse los casos en los que hay variaciones que las convierten en mundos por completo diferentes al nuestro. Estas desviaciones (porque, a fin de cuentas, toda diégesis tiene un sustento en el mundo que habitamos) pueden ser nimias o proponer saltos extremos, como en el caso de la fantasía pura. Sin embargo, sea cual fuere el caso, deben tener un factor común que las valide. Esto es: que sean verosímiles, capaces de transmitir el entusiasmo que se vive dentro de ellas.

Por extraño que parezca, esta verosimilitud no está sustentada en las cosas que se pueden o no hacer dentro del mundo planteado o en qué tan lejos se encuentra del nuestro. La verosimilitud se sostiene a partir de la congruencia. En un texto dado pueden pasar acontecimientos que linden con lo increíble pero no puede pasar cualquier cosa. Existen reglas internas que sólo permiten ciertos movimientos. Con base en esta premisa, se han logrado efectos muy poderosos en la literatura.

Valeria Luiselli (Ciudad de México, 1983) hace gala de un manejo liminar de la diégesis que plantea en su primera novela, Los ingrávidos. Pese al título, no es una simple novela de fantasmas. De hecho, preferiría decir que no lo es del todo.

Hay dos planos narrativos y en ambos se manejan dos diferentes temporalidades. En el primero, la protagonista transita de una vida desenfadada y bohemia en Nueva York a una vida monótona y tranquila como ama de casa en Ciudad de México. En el otro, Gilberto Owen se deja seducir por sus obsesiones cuando se acerca la hora de su muerte en NY, o se dedica a redactar informes oficiales mientras trabaja en un consulado mexicano.

La clave de la novela no radica tanto en cada una de las historias que cuenta, sino en la forma en que se van relacionando unas con otras. Si resulta sencillo que la protagonista se empecine en que el editor para el que trabaja publique a Owen, el resto de las conexiones ya no son tan claras. Sobre todo porque parten de una idea muy poderosa: la de que la ficción es capaz, desde cierta perspectiva, de cambiar el tenor de la realidad. Más aún, de cambiar la realidad que ha sido.

Si a lo anterior se le agrega un profundo conocimiento del idioma, la capacidad de recrear una época lejana y el divertimento a flor de piel, resulta que Los ingrávidos es una novela por demás recomendable. El mundo que plantea no sólo se desvía apenas un poco del nuestro, sino que, tras la lectura, hace que nuestra realidad termine adaptándose un poco a la que nos fue ofrecida.