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Exhibe La reconstrucción de los hechos, retrospectiva a media carrera, en el MACG

En su obra, Ramírez Erre busca ejercer la crítica sin relegar la belleza del arte
 
Periódico La Jornada
Lunes 20 de junio de 2011, p. a12

Al instalacionista Marcos Ramírez Erre le interesa hacer un ejercicio crítico desde su obra, pero que a la vez ésta no desmerezca y haya quien la encuentre de alguna manera bella, ya que muchas personas identifican la belleza con el arte. Y no queremos defraudarlos: aunque hacemos una obra que tenga mucho que ver con situaciones políticas y sociales, procuramos que siempre sea satisfactorio para el espectador, que encuentre algo que lo haga creer que es arte.

Abogado por la Universidad Autónoma de Baja California y artista visual desde 1989, Ramírez (Tijuana, 1961) presenta La reconstrucción de los hechos, su primera exposición individual en un recinto de la ciudad de México, el Museo de Arte Carrillo Gil (MACG), que se ubica en avenida Revolución 1608, en San Ángel. Se trata de una recopilación de diferentes piezas de distintas épocas y exhibiciones, a manera de revisión a media carrera.

Ramírez tenía planteado hacerla más amplia, en El Cubo, museo anexo al Centro Cultural Tijuana, hace dos años, pero no fue posible por la manera como se designó el nuevo director: rompiendo los esquemas democráticos que habíamos alcanzado para la elección del directivo por parte de un cuerpo colegiado. Como no nos gustó la manera en que se ignoró a la comunidad, renuncié a la exposición, cuya segunda sede sería el MACG. Por fortuna, la directora del Carrillo Gil mantuvo la invitación y propuso una muestra un poco más chica, pero con el espacio abierto.

Si la obra incluida en La reconstrucción de los hechos no refleja la situación violenta que ha habido Tijuana, el entrevistado lo atribuye a la mirada del curador, que de hecho son dos: Kevin Power y César García. Sin embargo, anota que en su penúltima muestra, The body of crime (El cuerpo del delito), la pieza principal era el video La Suburban negra (2008), dirigido y protagonizado por Ramírez, donde interpreta tanto a un víctima de la violencia, como al sicario que lo ejecuta, así como al policía que investiga el caso. Los tres tienen una Suburban negra.

Para Ramírez aquí entra una toma de responsabilidades como ciudadano: “Estudié derecho, tengo ex compañeros corruptos, todo mundo lo sabe. Son funcionarios del gobierno que siempre han sido corruptos, así como tengo muchos otros que son profesionistas honestos. Aparte, fui a la escuela con uno o dos que eventualmente se convirtieron en sicarios. Todos conocemos a alguien que tiene que ver con algo.

Para mí, esa pieza era como hacer un ejercicio de responsabilidad. Es decir, pude haber sido sicario, asesino o político. Por fortuna me hice artista, pero eso no me disculpa de nada. Formo parte de la realidad en México, y mi obligación, si es que quiero (asumirlo), es tratar de cambiarlo.

Vivir en Tijuana, en la frontera, tiene sus ventajas como artista, porque hay una puerta abierta hacia la internacionalización. Ramírez dice: “No quiero forzar mucho las situaciones; por ejemplo, hago mi trabajo y espero. No soy una persona que empuje mucho; es decir, creo que algunos otros artistas, con el éxito que tuvo el Caballo o la casa en un escenario como Insite, hubieran sacado mayor provecho que yo en términos de proyección internacional o comercial. Voy viendo al parejo de mi obra que de alguna manera va restringiendo. Hago una obra que es de crítica social, política y filosófica, de vez en cuando no me puedo extralimitar; entonces, creo ser una persona íntegra, aunque habrá quien piense que no.

Me ha tocado la fortuna de que quien me descubre, quien se da cuenta de que el trabajo está allí, me invita y yo voy.