Opinión
Ver día anteriorDomingo 26 de junio de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿Hacia dónde va el Movimiento por la Paz?
L

a acción de dialogar públicamente con el Poder Ejecutivo fue consensada entre Javier Sicilia y la gran mayoría de los familiares de víctimas que han construido este movimiento, no sólo con el objetivo de visibilizar a nivel nacional los rostros e historias personales de miles de víctimas de esta guerra civil sin sentido, sino también ayudar para que sus familiares, como sujetos sociales, avancen en un proceso colectivo de trabajo por la justicia, verdad y dignidad, y no sólo por el esclarecimiento de sus casos personales. En todo momento estuvo claro que ese diálogo se trataba de una de sus acciones de lucha social. Por ello los discursos fueron construidos colectivamente con exigencias muy precisas a los poderes.

Sentar a la autoridad frente a millones de mexicanos para escuchar el testimonio directo de las víctimas de esta guerra, confrontar con firmeza a los gobernantes en su complicidad con el crimen organizado, exhibirlos en su incapacidad para aplicar la justicia y la seguridad, cambiarles su agenda electoral por una de la paz, no nos parece algo menor ni fácil de lograr. Pero claro, los medios y el poder hacen su trabajo: colocan la reflexión no en las exigencias de las víctimas y la necesidad de organizarnos para hacerlas efectivas, sino en una imagen: la foto del abrazo de Javier Sicilia con Calderón está en todas las portadas de la prensa, pero Javier tiene una mirada seria y firme, grave; Calderón una sonrisa. Humanizar y dialogar con el adversario es un principio básico de la construcción de la política, la paz y la noviolencia, pero no tiene nada que ver con sumisiones o traiciones, las exigencias fuertes y claras que hicieron las víctimas no dejan lugar para ninguna especulación al respecto.

Algunas de las principales exigencias de las víctimas fueron: avanzar hacia un modelo de seguridad ciudadana; presentación inmediata de los desaparecidos; creación de una ley nacional de víctimas (protección, justicia, indemnización, memoria y verdad…); fiscalías especializadas en feminicidios y desapariciones forzadas en cada estado; que la PGR atraiga los casos paradigmáticos de todo el movimiento sea de civiles que de policías; creación de un banco nacional de información genética de familiares de víctimas; cumplimiento por parte del Estado de las resoluciones de la Corte Interamericana de los casos de Campo algodonero, Radilla, Valentina Rosendo e Inés Fernández; colocación en todas las plazas de placas con los nombres de las víctimas; pasar en todas las escuelas públicas un video entregado con testimonios de las víctimas; protección a la comunidad de Cherán y a sus bosques; protección a los lugares sagrados wirrarikas frente a la minera canadiense y cese al hostigamiento en Ostula y las comunidades zapatistas; garantizar el derecho al agua de los pueblos de Morelos; desmantelamiento del grupo paramilitar Ubisort; aprobación de la reforma política… ¿cuál es entonces el siguiente paso? Hacer que se cumplan estas exigencias en un tiempo breve, y esto sólo será posible si, como sociedad, nos organizamos y mantenemos unidos en las comisiones de trabajo del pacto, en nuevas movilizaciones noviolentas y presión política. Este no es un plan de lucha acabado sino en construcción, es sólo el del planteamiento de objetivos reales que apuntan al corazón del problema y a lo único que nos une ahora a miles de ciudadanos: ¡Ni un muerto más! ¡Justicia y dignidad para todas las víctimas! ¡Alto a la guerra!.

En esta primera etapa, el movimiento ha logrado hacer observable que la nación, en estos últimos 4 años, está atravesada por una guerra de 40 mil muertos y 10 mil desaparecidos; que la gran mayoría de ellos son víctimas inocentes que tienen rostro, nombre y una historia personal digna de reivindicar; que no hay dos bandos con buenos y malos, sino que hay un bando donde se entremezclan bandas delictivas con la complicidad de fuerzas políticas, armadas y empresariales, y otro bando que pone las víctimas y pertenece a la sociedad civil.

Ahora empezamos a caminar hacia otra etapa mucho más compleja: detener la guerra, lograr justicia y verdad, desmilitarizarnos gradualmente. Desde el ángulo de la resistencia civil, es probable que estemos en la frontera entre la cooperación con la autoridad y la no-cooperación y desobediencia civil. La caravana mandó señales de por donde iba el estilo noviolento del movimiento: el 7 de junio se sentó al procurador de Nuevo León a medianoche para presentarle los casos de 9 víctimas y lograr un compromiso público de mostrar en un mes avances en la resolución de los casos. Otro hecho se construyó en la plaza de Chihuahua cuando Sicilia colocó de nuevo una placa frente a palacio de gobierno en memoria del asesinato de Marisela Escobedo, increpando al gobernador como inmoral si la quitaba, pues el dueño de la calle es el pueblo. La última acción a resaltar es la caravana –a petición de la comunidad– que llegará este domingo a Cherán con víveres y cuerpos para ayudar en el trabajo por la paz, ante el cerco que sufre esa comunidad indígena.

Se insistió mucho en el diálogo sobre la posibilidad de sustituir, en parte, el modelo de militarización de la seguridad pública por uno de seguridad ciudadana civil y pacífica. En nuestro país hay experiencias valiosas y originales al respecto, las dos principales que conozco son la de la policía comunitaria de Guerrero y la de las comunidades autónomas zapatistas, allí la droga y el crimen organizado han logrado ser controlados en parte. Por eso también es central realizar una caravana al sur, tenemos que escuchar y aprender de estas comunidades, así como conocer las experiencias de resistencia civil.

Este movimiento por la paz es una expresión ciudadana consonante con la indignación moral que recorre el mundo, aquí identificada con el estamos hasta la madre. Existen ciertamente muchos errores y se deben corregir, pero es desde la construcción, unidad y suma colectiva. La crítica siempre es bienvenida y necesaria cuando se dirige a acumular fuerza moral y material para la lucha, cuando va acompañada por un cuerpo que se instala en la confrontación. En la lucha contra la inhumanidad necesitamos de todos y ser cada vez muchos más.