Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 26 de junio de 2011 Num: 851

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Al pie de la letra
Ernesto de la Peña

Tres poemas
Titos Patrikios

Lavín Cerda, Dios
y la poesía

Alejandro Anaya

Para una apología
de José Revueltas

Sonia Peña

Imágenes en la
Puerta del cielo

Ricardo Yánez entrevista
con Raúl Bañuelos

Una literatura muy nueva
Vilma Fuentes

Rafael Bernal y El complot mongol entre el olvido y el reconocimiento
Xabier F. Coronado

La lengua ñañho
y la discriminación

Araceli Colín Cabrera

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Manuel Stephens

Último piso/Loft

Pasada la fiebre que generó hace algún tiempo la tribu urbana de los emos, ahora se está gestando un nuevo movimiento adolescente: el cosplay. La palabra es una fusión de “cos” por “costume (disfraz en inglés)” y “play” que se refiere a la “actuación” que llevan a cabo los muchachos. Se trata de asumir la identidad de un personaje del manga o el ánime japoneses hasta en el más mínimo detalle: la ropa, el maquillaje, el peinado, etcétera.

Lo que es hasta cierto punto preocupante es que los jovencitos tratan de emular a dibujos animados y no personas reales; lejos quedaron los días en que los modelos de comportamiento y socialización no estaban permeados por la tecnología y los medios. La revolución de la década de 1960, el amor y paz, ha sido sustituida por un juego por demás banal, tal como lo es hablar de “amigos” en twitter y las redes sociales.

La danza siempre ha estado relacionada con avances tecnológicos, baste mencionar la obra de Merce Cunningham, el más reconocido en este sentido entre muchos otros.

La obra más reciente de Alicia Sánchez con su compañía asyc/El teatro de movimiento, Último piso/Loft, que tiene como subtítulo Humano+ x= Post humano, es un espectáculo muy inteligente en el que la coreógrafa aborda los pormenores derivados de los excesos tecnológicos: “El encierro en un espacio inusual lleva a siete personas a un estado atípico de convivencia, fundado en una política de cohabitación entre lo humano y la tecnología. Un espectáculo lúdico y dramático que invita a la reflexión sobre lo que el hombre ha rebasado y conquistado desde que dejó de ser únicamente un ser humano.”

En un extenso programa de mano que captura en entrevista las opiniones de Sánchez sobre el montaje acompañada con un ensayo notable de Conny G.Vega, Sánchez afirma que Loft surge: “De ver la realidad. La realidad ha cambiado tanto –explica la coreógrafa–, el cuerpo ha muerto, la tecnología ha ocupado el valor de lo que ocupaba la humanidad. No son los medios, no es la tecnología, todo eso transforma al ser humano. Lo malo es cómo se da el aprovechamiento; se deshumaniza por la educación, por la política, el desempleo, el gobierno… crea un universo personalizado e individualista que no puede ver al otro como ser… no es la tecnología; lo que ésta hace es puntear… hemos sustituido cosas por ese medio, pero no por el medio mismo sino porque vamos perdiendo identidad, porque la globalización pegó fuertísimo… vivimos el mundo de los nadie, la gente es sólo un número estadístico, no tienen nombre, son la nota roja.”

Sánchez incluye en la obra reflexiones de los intérpretes sobre las relaciones de unos con los otros. No es gratuito que se llame Loft pues alude a una cuestión de estatus donde paradójicamente quienes lo habitan no se reconocen como personas y, al contrario, dependen de una mediación tecnológica constante.


Fotos de Ricardo Ramírez Arriola

Vega explica el significado de la posthumanidad que es el hilo conductor de Sánchez:  “Es una condición del imaginario derivada de las deducciones postmodernas; basado en las perspectivas de Marshal McLuhan, se piensa en el medio como la extensión del hombre, pero lo lleva más allá. El cuerpo es obsoleto y la tecnología ofrece la salida de transgredir a dicho cuerpo, mutarlo o mutilarlo, ambos caminos llevan a un solo objetivo: la evolución orgánica, psíquica y simbólica.”

Así se debaten los personajes atrapados en sí mismos y en sus gadgets, en un departamento semivacío con botes de pintura y una escalera en cuya esquina un DJ maneja su computadora. Y por si esto fuera poco, se habla del “Estadio del espejo” de Jacques Lacan:  “El estadio del espejo describe la formación del yo a través de proceso de la identificación. El yo es el resultado de identificarse con la propia imagen especular […] La criatura ve su propia imagen como un todo, y la síntesis de esta imagen genera una sensación de contraste con la falta de coordinación del cuerpo, que es experimentado como cuerpo fragmentado; este contraste es primero sentido por el infante como una rivalidad con su propia imagen […] Para resolver esta tensión agresiva entre el sujeto y la imagen el sujeto se identifica con la imagen, esta identificación primaria con lo semejante es lo que da forma al yo.”

Último piso/Loft es una obra para el pensamiento que afortunadamente tuvo una temporada las primeras semanas de junio en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario.