Opinión
Ver día anteriorJueves 30 de junio de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Infieles
D

el dramaturgo y siquiatra chileno Marco Antonio de la Parra tenemos sobradas noticias en México por sus visitas y las muchas escenificaciones de sus textos. El muy conocido actor Gerardo Trejoluna dirige por segunda vez, ahora con Infieles, un texto que el autor ubica en su país natal a finales de la década de los 80 del siglo pasado, es decir, cuando se puso punto final a la dictadura pinochetista si bien queden muchos rescoldos de pinochetismo en los estratos sociales acomodados, como lo comprueba la historia reciente. Aunque de primera intención el título se refiere a la infidelidad conyugal, ciertas alusiones discursivas nos dan a entender que la idea de fidelidad se extiende mucho más allá de la relación de pareja –o a la también personal de la amistad– y que de hecho, si somos personas coherentes y mínimamente politizadas, se puede tener fidelidad a una ideología. Cierta lasitud en lo que se refiere a lo político y un dejar pasar la vida pueden sucederse tras el horror que supuso la dictadura y el desgaste de la lucha contra ella, por lo que la fidelidad a las ideas se diluye en un conformismo, roto en esta ocasión para Felipe por su rencuentro con Andrea que le hace esperar la vuelta de la poesía y de las esperanzas de izquierda.

El relato del rencuentro de los dos antiguos amantes y la apasionada relación en que se sumergen, así como las reacciones de los cónyuges abandonados y el desgaste en los amantes infieles de la pasión que, según dice Felipe y con razón, se confunde con el amor como se confunde la luz con el fuego, son asuntos que ya han sido tratados por diferentes autores, pero en este caso corren paralelos el entusiasmo y posterior indiferencia de la pasión carnal y de la pasión política, esto último al parecer observado por De la Parra en su país. La historia no corre lineal, antes bien las escenas transcurren sin un orden estrictamente cronológico, se contaminan y en ocasiones son materialización de lo que pasa por la mente de alguno de los personajes, como el largo parlamento de Andrea, en supuesta carrera que brinca obstáculos, ante la propuesta de Felipe de que se fuguen, o la fantasía lesbiana entre Andrea y Daniela, por no hablar de la ubicua presencia de Carlos como detective y como él mismo. En este laberíntico ambular por el espacio y por el tiempo, se dan ciertos momentos pasados que hablan de la ideología que se tuvo. Amor y desamor, arrepentimiento y enfermedad, son los ingredientes de la fábula de las parejas.

Los vericuetos del texto tienen una clara traducción escénica en la interesante lectura de Trejoluna. Con muy escuetos elementos escenográficos y la iluminación con plantillas que destacan momentos y climas debida a Matías Gorlero, además de los videos de Alan Kerriou, el director acentúa los propósitos del autor del texto. Se va de la intimidad de la primera escena, con un Felipe que intenta nuevamente crear poesía en lugar de los escritos publicitarios que se ve obligado a hacer, en un rincón del baño –marcado por una palangana colocada en un tripié– y es asistido para vestirse por su diligente esposa Daniela, hasta el juego con las sábanas o el de los percheros movidos por los cónyuges desdeñados en búsqueda de sus respectivas parejas, en un acrecentamiento de cada vez más originales soluciones. Está el personaje de Carlos, que es por igual narrador en un momento dado que detective que husmea entre las sábanas de los amantes o el que interviene aplacando las disputas o, en fin, el incitador de Daniela para que imagine los detalles de los encuentros amorosos de su marido con Andrea, en la ambigüedad de lo que es, más que un actante, un comodín del texto y su escenificación, por lo que su intervención deja de ser secundaria. El director también hace hincapié, sin subrayados excesivos, en el discurso político que subyace en el texto.

La escenificación es producida por el grupo Quattro conformado por Mario Morales como Felipe, Carlos Montes Roldán como Carlos, Eugenia Llaguna como Daniela y Miranda Sandoval como Andrea. Se complementa con la música de Ari Bickman y el vestuario diseñado por Inés y Beatriz Saavedra.