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Pops dejó en legado más de mil grabaciones, como solista y con los mejores de su tiempo

Se cumplen hoy 40 años de la muerte de Louis Armstrong, el rey del jazz
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Satchmo sabía hacer feliz a la gente, tanto en el escenario como en su vida cotidianaFoto Tomada de Internet
 
Periódico La Jornada
Miércoles 6 de julio de 2011, p. a10

Nueva York, 5 de julio. Su final fue como el que muchos desearían: el 6 de julio de 1971, Louis Armstrong se quedó pacíficamente dormido para siempre. Este miércoles se cumplen 40 años de la muerte del músico de jazz más grande de todos los tiempos.

Tenía una enfermedad cardiaca y murió a primera hora de la mañana, en casa, en su cama, con su Lucille junto a él, cuenta Deslyn Dyer, de la casa museo Louis Armstrong. Sólo dos días antes de morir, Pops, como lo llamaban cariñosamente, había celebrado su presunto cumpleaños en el jardín con amigos y vecinos.

Que Armstrong hizo trampa con la fecha y, con ello, incluso se puso un año de más, no se supo hasta después de su muerte. En la iglesia del Sagrado Corazón de Nueva Orleáns apareció el registro con la fecha de nacimiento del artista, el 4 de agosto de 1901. Pero claramente, a Armstrong no debió de parecerle lo suficientemente grandiosa, y la cambió al 4 de julio de 1900: así combinaba el aniversario de la independencia de Estados Unidos con el estreno del nuevo siglo.

Su modesta casa en el 107 del barrio neoyorquino de Queens es actualmente un museo cuyo jardín trasero esconde un pequeño paraíso. Allí vivieron Louis y Lucille Armstrong durante 30 años, cuenta Dyer.

Incluso cuando Satchmo alcanzó la fama mundial y habría tenido dinero para comprarse un ático sobre los tejados de Manhattan, la pareja siguió viviendo allí donde se sentía entre sus iguales. Aquí puede experimentarse la humildad de Armstrong, afirma Dyer.

El apodo de Satchmo le vino por sus gruesos labios, con los que el genio de la música rodeaba la boquilla de su trompeta. Satchmo es una abreviación de satchel mouth, que en inglés significa tener la boca tan grande como un buzón.

El pasado lunes, fecha del presunto cumpleaños 110 de Armstrong, la casa de la pequeña barriada de Corona, en Queens, abría sus puertas a todo el mundo. La cama donde murió ha sido retirada, pero la cocina sigue siendo tan imponentemente azul como en los tiempos de Lucille.

El dormitorio tampoco ha cambiado, dice Dyer. Si uno se toma su tiempo, se pueden escuchar grabaciones del sabio maestro: miles de horas en las que Armstrong hablaba, a veces solo, otras con amigos, sobre Dios y el mundo ante la grabadora.

Quizás esta casa no sea la más bonita, escribió un año antes de morir, pero quien entra en el hogar de los Armstrong se encuentra cómodo y feliz. A ese sentimiento de felicidad le cantó el rey del jazz en el que podría ser su éxito más famoso, What a wonderful world. Él sabía hacer feliz a la gente, tanto en el escenario como en su vida cotidiana. Siempre con un guiño de ojos y una sonrisa que atraían como un imán.

Desbancó a los Beatles

Armstrong se crió en la pobreza del barrio criollo de Nueva Orleáns. Sus padres se separaron poco después de que él naciera.

Tenía tan sólo 12 años cuando huyó de la policía con una pistola en mano y se escondió en un hogar para mendigos. Allí aprendió a tocar varios instrumentos, entre ellos la trompeta.

Después, dio lo mejor de su música acompañando a las orquestas de los buques de vapor. Junto a ellas, él y su jazz partieron por el Misisipi desde Nueva Orleáns a Chicago. Y allí conoció a Joe King Oliver, su mentor, quien le enseñó los verdaderos escenarios y estudios.

A principios de los años 30, Armstrong estaba considerado el mejor trompetista de jazz en el mundo. Su incomparable voz rasgada, su talento para componer, la formación de una banda propia y ser el primer negro qur tuvo un programa de radio propio lo convirtió en una estrella única en el mundo del jazz.

A mediados de los años 60, Armstrong logró incluso algo que nadie habría pensado: sus temas What a wonderful world y Hello, Dolly arrebataron a los Beatles el primer puesto en las listas de éxitos estadunidenses. En total, dejó en legado más de mil grabaciones discográficas como solista y con los mejores de su tiempo.