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Bajo la Lupa

La nueva guerra agrícola y la parusía de los nubios en el viejo Sudán

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Veteranos del Ejército Popular de Liberación de Sudán del Sur marchan este martes en Juba, capital de lo que será a partir de este sábado la república de Sudán del Sur, tras décadas de guerra civilFoto Ap
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os veranos suelen ser muy candentes, en términos climáticos, y bélicos en Medio Oriente, cuyo mapa ha comenzado a sufrir sustanciales transformaciones, no vistas desde el acuerdo secreto (¡supersic!) en 1916 para repartirse el féretro del imperio otomano entre el británico sir Mark Sykes y el francés François Georges Picot, sumados –32 años más tarde– de la creación de Israel, con bendición de los banqueros Rothschild y sus derivaciones irredentistas posteriores.

La región no tiene respiro y en Beirut se perciben los vientos bélicos en sus puntos cardinales. La prensa israelí es generosa en aportar varios escenarios de guerra del Estado hebreo contra la guerrilla libanesa Hezbolá (hoy bajo la espada de Damocles del tribunal especial sobre el magnicidio del ex premier sunnita Rafick Hariri), mientras fuentes de inteligencia muy creíbles en Washington han filtrado la alta probabilidad de un ataque israelí a Irán.

¿Se podrá salvar Medio Oriente de una enésima guerra de los halcones israelíes, quienes no descansan desde hace 64 años en pretender imponer su singular cosmogonía teológica a los países de la región, gracias al indefectible apoyo de EU y la OTAN?

Más tardé en apuntar en mi reciente artículo la transfrontera del añejo país de los nubios entre Egipto y Sudán (Bajo la Lupa, 3/7/11) que el rotativo británico The Guardian (3/7/11) en publicar su milagrosa parusía (en el credo cristiano, el segundo advenimiento glorioso de Cristo al final de la historia, por cierto, muy diferente del fracasado epílogo neoliberal del nipón-estadunidense Francis Fukuyama, anterior empleado del Departamento de Estado).

Omar Hasan Al Bashir, presidente de lo que aún queda de Sudán (el otrora país más extenso tanto del continente africano como del mundo árabe, que pudo haber sido el granero de su continente), acaba de realizar dos vistosas visitas a Irán y China, las cuales, por la reacción de la prensa anglosajona (en particular, The Guardian y The New York Times, el mismo día), disgustaron enormemente.

Sobre la cabeza de Al Bashir pende un emplazamiento judicial por crímenes contra la humanidad (sic) del polémico Tribunal Penal Internacional al que no pertenece EU, pero que la otrora superpotencia unipolar aún utiliza a su discreción unilateral.

Que Irán y China hayan recibido al presidente sudanés expresa la poca seriedad con la que son tomadas las sentencias unilaterales del controvertido tribunal con asiento en La Haya (ciudad holandesa perteneciente a la OTAN) que siempre favorecen a EU, Gran Bretaña e Israel y coincidentemente perjudican a sus adversarios globales.

Para la absoluta justicia occidental del siglo XXI no existe ley de probabilidad alguna que siquiera contemple que sean citados sus conocidos genocidas consuetudinarios (Kissinger, Baby Bush, Tony Blair, José María Aznar López, Zedillo, etcétera), quienes, al contrario, son generosamente remunerados en los circuitos de conferencias trasatlánticas por las trasnacionales a quienes beneficiaron.

El próximo 9 de julio será anunciada la independencia del sur de Sudán (pletórico en hidrocarburos) lo que ha exultado y exaltado a las aves anglosajonas de rapiña que se mueven en círculos ante el cadáver del antiguo territorio hoy balcanizado que sufre implacables embates de desprendimientos desde la provincia de Darfur (rico en agua e hidrocarburos) hasta la montaña de los nubios que colinda con una de las tierras más fértiles del planeta.

No satisfecha con su triunfo geopolítico y geoeconómico en el sur de Sudán (que, de paso, controla la afluencia del vital río Nilo), la rapiña anglosajona, valga la tautología, pretende reabrir las cicatrices del contencioso de la fascinante etnia, desde el punto de vista antropológico, de los nubios, que posee la riqueza cultural de una centena (sic) de lenguajes que dominan su alrededor de un millón de habitantes, en su mayoría africanos no-árabes islamizados al sunnismo.

Podado del sur de Sudán (entre 11 y 13 millones de habitantes, la mayoría cristianos y animistas, en 619 mil 745 kilómetros cuadrados), el nuevo Sudán norteño se quedaría, si no me equivoco, con 33 millones de habitantes, de mayoría islámica sunnita, en casi 1.9 millones de kilómetros cuadrados.

Matteo Fagotto, de The Guardian, maneja la tesis (sin antítesis dialéctica) que aboga por el separatismo nubio y azuza lo que queda de integridad territorial: La balcanización de Sudán deja a la región rebelde (sic) de los nubios con un sentimiento de traición por la falta de apoyo a su autonomía de parte del flamante sur independiente.

Según Fagotto, los nubios empujan para obtener un Estado separatista en lugar de afiliarse con el norte o con el sur.

De acuerdo con las fronteras de Sudán establecidas en 1956, la parte de los nubios pertenece al norte, aunque –según la sesgada prensa británica– sus preferencias vayan con el sur independiente.

Fagotto es muy pesimista de que el gobierno central árabe de la capital Jartum realice, como en el sur, una consulta popular sobre el devenir autónomo de los nubios. A su juicio, Al Bashir usará todos los medios a su disposición para reprimir las veleidades libertarias de los nubios.

El problema subyace en que si todas las microetnias, dicho sea respetuosamente, empiezan a separarse de las entidades matriciales, ergo, a ese ritmo centrífugo, no solamente Sudán, sino toda África (mosaico de etnias y religiones) acabará pulverizada, más que balcanizada.

Jeffrey Gettleman, de The New York Times (3/7/11), afirma que Jartum bombardea sin cesar la región de los nubios (quienes, por cierto, han sido muy bien pertrechados con armas de mediano calibre por alguien).

Gettleman recuerda que la mayoría de los nubios no usaba ropa hasta la década de 1970, cuando el gobierno islámico sunnita de Jartum prohibió el nudismo natural.

Es probable que el gobierno árabe islámico sunnita de Sudán no haya sabido conservar la unicidad del país (un legado del pérfido colonialismo británico) o, quizá, haya sido rebasado impotentemente por los poderosos intereses de la dupla anglosajona (v. gr. su adicción depredadora por las materias primas ajenas).

Lo cierto es que lo que suceda en Sudán suele tener su imagen en espejo y sus efectos paralelos en la región sureña de Egipto donde penetra el vital río Nilo en su traslapa con el viejo país de los nubios.

Se nota la sincronía y la coincidencia de los puntos de vista de la prensa neoyorquina con su homóloga londinense. Según Gettleman, con la independencia del sur, el gobierno de Jartum está obligado a enviar una señal inequívoca a los separatistas (en particular, a los nubios) de que no tolerará otros movimientos secesionistas, mientras Fagotto coloca en tela de juicio la estabilidad de lo que queda del viejo Sudán después del desprendimiento de la nueva entidad del sur de Sudán.

A mi muy humilde juicio, resalta y resulta que la región de los nubios, transfrontera de Egipto y el viejo Sudán, sea contigua a una de las regiones más fértiles del planeta bañada por el río más extenso de África: el Nilo.

¿Empezaron las nuevas guerras agrícolas del siglo XXI, sumadas a las guerras del agua, uno de cuyos paradigmas es el río Nilo?