Cherán y Ostula

Una nueva luz

en el horizonte michoacano

 

Gloria Muñoz Ramírez. Morelia, Michoacán. Las experiencias de autodefensa indígena que encabezan las comunidades nahua de Ostula y purhépecha de Cherán, representan una alternativa de organización comunitaria desde abajo en defensa del territorio contra la delincuencia organizada, los paramilitares y las autoridades que actúan en complicidad con el narcotráfico.

En Ostula y en Cherán, la primera localizada en la costa michoacana y la segunda en la meseta purhépecha, se organiza la población para protegerse de “todos” (delincuentes, gobiernos, talamontes, caciques, paramilitares) y en ambas comunidades han logrado abatir, sin las instituciones, los actos delictivos, con excepción de los asesinatos y desapariciones que tienen que ver más con la represión a su organización que con la delincuencia común.

Entrevistados por Ojarasca, representantes de ambas comunidades coinciden en que sus pueblos representan dos esfuerzos reales para enfrentar la violencia cuando se han agotado todas las instancias y los gobiernos no responden, pues suelen estár coludidos con el crimen organizado. Los costos y los retos no son pocos. En Ostula, en estos dos años fueron desaparecidos cuatro miembros de la comunidad, y en los últimos seis meses han sido asesinados 16 de sus compañeros “por miembros de la delincuencia organizada al servicio de los supuestos pequeños propietarios de La Placita”. En Cherán se cuentan diez homicidios en los últimos tres años (tres en los dos meses de la resistencia) y cinco “levantones”. Pero sus luchas, coinciden, ya no tienen regreso.

En Ostula se reactivó hace dos años la policía comunitaria tradicional y la formación de un cuerpo de guardia comunal para proteger la posesión de sus tierras recuperadas; mientras que en Cherán la seguridad está a cargo de la ronda tradicional desde el 15 de abril y es apoyada por rondines de vigilancia conformados por toda la comunidad. La implementación de su autodefensa, explican, “no es ilegal, pues está amparada en acuerdos internacionales y en el pleno ejercicio de la autonomía”.

La policía comunitaria nahua funciona en el paraje recuperado de Xayakalan, donde “no hay violencia ni asesinatos, pues éstos han ocurrido principalmente en la carretera costera número 200, bajo vigilancia federal, y en poblados fuera de nuestro territorio”. En Ostula, relatan, “con todo y nuestros muertos y desaparecidos, hemos logrado detener la delincuencia, la construcción de carreteras, las minas, los proyectos turísticos. Todo con organización”.

En Cherán, por su parte, en estos más de dos meses han disminuido en un 90 por ciento los índices de delincuencia, las extorsiones, los robos a vehículos y domicilios, el abigeato, los levantones y la destrucción de sembradíos. La tala de bosques se paró también en un 90 por ciento, “pero no alcanzamos a cubrir la vigilancia de todo el territorio, pues es enorme y aún están saliendo dos o tres vehículos diarios con madera, lo cual no es nada, considerando que antes del levantamiento salían más de 200”.

Ninguna de estas dos experiencias se concibe sola. Al momento de la entrevista colectiva, los comuneros nahuas intercambian experiencias con los purhépechas. Hay planes para organizar un encuentro de experiencias de autodefensa, donde cada una hable del camino recorrido, de sus problemas, retos y avances. La solidaridad es palpable. “Así aprendemos y nos damos ánimo”, coinciden, juntos, los entrevistados.

Sobre la trascendencia de sus luchas y el referente que construyen a nivel nacional, los de Cherán reconocen con modestia ser parte de “la esperanza de que hay formas de protección comunitaria cuando impera la desconfianza en los cuerpos de seguridad institucionales”. Los de Ostula, por su parte, indican que su experiencia es un ejemplo de que se puede trabajar “sin el permiso” del gobierno. “Nadie arriba hará nuestro trabajo y sólo nosotros podemos responder. Además, si te desorganizas eres más perseguido, y seguro acabas en la cárcel o muerto”.

En ambas luchas, coinciden, lo primero fue dejar a un lado los partidos políticos y las diferencias religiosas. “En Ostula se rebasaron todas las instituciones, los partidos y los gobiernos. Se tomó la decisión de no participar en las elecciones y organizarnos para salvaguardar a la comunidad sin el permiso de nadie, sólo de la asamblea”. En Cherán “ya no dejamos que los partidos políticos interfieran en nuestras decisiones y nos dividan”. Fue de lo primero que acordaron. “Se dejaron atrás las ideologías partidistas, las diferencias religiosas y hasta los pleitos entre familias”.

Cherán “es sólo una respuesta local a la violencia y al despojo, que busca sobrevivir”, pues ven “que se puede hacer algo distinto para enfrentar el desastre en el que nos han metido”. En Ostula dicen: “desde el momento en que recuperamos las tierras cada amanecer es una victoria, cada día estamos frente a la lucha”.

 

Nuevos retos para Cherán

La movilización en Cherán empezó el 15 de abril, cuando los talamontes entraron al ojo de agua de La Cofradía y un grupo de comuneros los enfrentó, detuvieron a cinco de ellos e iniciaron la defensa activa de sus bosques. En unas cuantas horas el pueblo entero salió a las calles a defenderse, colocar barricadas y organizar rondines nocturnos para salvaguardar la comunidad, poniendo un alto a la tala indiscriminada de sus montes y a la ola de violencia que los tenía “hasta la madre”, con secuestros, extorsiones, robos y “levantones”.

Hoy, advierten los comuneros, a más de dos meses del inicio del levantamiento los retos de la organización se han incrementado. La prioridad inicial fue organizar la seguridad interna, para lo que se armaron con palos, piedras, machetes, azadones, palas y lo que pudieron, y enfrentaron a quienes desde hace tres años devastaban los bosques de la comunidad, con la protección de grupos armados y del gobierno que no ha hecho nada para pararlos.

En las semanas siguientes empezaron a organizar comisiones de educación, salud, imagen, prensa y abastecimiento. Y hoy los retos más importantes están en la reactivación de la economía, para lo que crearon una comisión de producción, y en la reeducación de la población para que interiorice el respeto a las comisiones encargadas de la vigilancia. En el poblado actualmente hay ley seca, pero “la gente no siempre hace caso y por eso hace falta una mayor concientización y, sobre todo respeto, que la gente entienda que estamos en un proceso para construir nuestra propia protección”.

Con la organización y el paso del tiempo se han incrementado las necesidades. Los rondines de vigilancia requieren  de lámparas, impermeables, radios de banda civil, botas, etcétera. Mientras que para el sostenimiento de las barricadas y de las 179 fogatas con que se vigilan los cuatro barrios de Cherán, se necesitan víveres: café, azúcar, frijol, arroz, sal, aceite y demás comestibles.

El movimiento, explican, tiene su raíz en nuestra identidad como pueblo, en nuestra cultura y nuestro vínculo con la naturaleza. “Pero de cualquier forma hace falta mucho trabajo para reconstruirnos y fortalecernos. Ya dimos el primer paso, que fue la solución a la emergencia, pero cada día nacen nuevos retos. Ahora estamos en el inicio de la reconstrucción de la comunidad, con el ejercicio pleno de la cultura y nuestros derechos”.

Cherán cuenta con 27 mil hectáreas de territorio comunal, dentro de las cuales 20 mil son boscosas; de éstas han sido incendiadas y taladas, totalmente destruidas, más del 80 por ciento, y el otro 20 por ciento también ha sufrido la tala, pero aún no lo han incendiado. Esta situación los llevó a movilizarse.

 

Dos años de resistencia en Ostula

El 29 de junio se cumplieron dos años de que los nahuas de Ostula, apoyados por los comuneros de El Coire y Pomaro, recuperaron más de mil hectáreas que durante 40 años estuvieron invadidas por supuestos pequeños propietarios de la comunidad La Placita. Las tierras recuperadas han sido disputadas por narcotraficantes, inversionistas inmobiliarios, los supuestos pequeños propietarios y empresas mineras. Sólo que pertenecen a los nahuas.

En junio de 2008, recuerdan en un comunicado reciente, desesperados ante la invasión de su territorio, la lentitud y la falta de respuesta de las diferentes instancias de gobierno, la comunidad decidió en asamblea que su lucha no tendría nada que ver con los partidos políticos y  decidieron recuperar, el 28 de junio, el paraje llamado la Canaguancera, fundando ahí el poblado autónomo y campamento en resistencia Xayakalan.

A raíz de la recuperación de esa parte de su territorio, la reactivación de la policía comunitaria y la guardia  comunal, y la construcción del poblado autónomo Xayakalan, “se agudizó el hostigamiento y la represión por parte de grupos de paramilitares fuertemente armados, contratados y protegidos por los supuestos pequeños propietarios de La Placita y con la complicidad u omisión de la Marina Armada de México y demás fuerzas militares que operan en la zona”.

Con todo y el hostigamiento, llegaron a su segundo aniversario “celebrando la recuperación de las tierras”, lo que representa “un triunfo grande para nosotros, porque las mantenemos y no hemos dejado que nos las arrebaten”, señala un representante del nuevo poblado, que se localiza en el litoral del Pacífico michoacano, donde actualmente siembran maíz, papaya y ajonjolí.

Lo que sigue, señalan, es seguir trabajando la tierra, edificar el poblado, hacerlo más grande. “También tenemos que buscar la forma de fortalecer nuestra organización. Ya no es lo mismo que hace dos años. Hay nuevos retos y sin nos atrancamos, nos apagamos”.

Los comuneros nahuas explican que en Ostula “ya no dependemos del gobierno, él mismo cómplice de la delincuencia, sino sólo de la organización comunitaria: ahí está nuestra fuerza”.

A los desafíos de organización interna bajo permanente hostigamiento, se suma ahora la emergencia suscitada por el paso del huracán Beatriz por su territorio. El 21 de junio, Xacakalan fue duramente golpeado por el fenómeno natural que destruyó casas, milpas y árboles frutales. (Para  apoyar la reconstrucción de la comunidad se reciben víveres en el local de Uníos, Carmona y Valle 32, colonia Doctores, México df, y depósitos en la cuenta bancaria 2776589065, a nombre del Encargado del Orden, Bernardino Gómez Mata, BBVA Bancomer, sucursal 1256 de Tecomán, Colima. clabe 012 097 0277765).

 

 

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“Los retos de la organización se han incrementado”. Fotos: Víctor Camacho