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Economía Moral

Fin de la sociedad centrada en el trabajo pagado y visiones de futuro/IV

Hacia la granja totalmente automatizada

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he Economist (10/12/09) incluye un artículo llamado Robots agrícolas. campos automatizados que señala: a) Hoy el conductor de una cosechadora combinada de cereales puede ser guiado por satélite mientras siega, trilla y vierte grano limpio en contenedores. El récord de productividad para una máquina son 551 toneladas de trigo en sólo 8 horas. b) Sin embargo, dicha máquina cuesta más de medio millón de dólares y surge entonces el asunto de la sensatez económica de una inversión así. c) Sin embargo, hay granjas que todavía son atendidas y cosechadas a mano, sobre todo las que producen algunas frutas. d) En los países ricos es cada vez más difícil encontrar gente dispuesta a hacer este trabajo con salarios que los granjeros sientan que pueden pagar, lo cual se agrava en los periodos de cosecha. En California se emplean 450 mil personas, la mayoría migrantes (ilegales debería añadirse) en granjas frutícolas y se deja fruta sin cosechar. (Nótese que esto fue escrito en el peor momento de la crisis mundial con altísimos niveles de desempleo abierto). e) Una nueva ola de automatización agrícola promete transformar la economía de las ramas de la agricultura que siguen siendo manuales. Los agribots comparten muchos avances tecnológicos que se originaron en la industria, más fácil de automatizar que la agricultura, donde las condiciones naturales son cambiantes y la fruta no está estandarizada. A pesar de ello, mejorías en la visión y en otros sensores, así como el mayor poder computacional, hacen de los robots mecanismos más listos, seguros y diestros. f) Surge, otra vez, el asunto de la rentabilidad: si bien no es difícil cosechar una naranja con agribots, es difícil hacerlo rentablemente. g) Los robots usan sistemas de visión, sensores láser, posicionamiento satelital e instrumentos para medir cuestiones como la humedad, y pueden construir bases de datos sobre cada planta y, por ejemplo, rociar con químicos sólo a las plantas que lo requieran. Las cosechadoras automáticas sólo cosecharán las plantas que estén listas para ello. h) En pequeña escala, todavía experimental, hay ya explotaciones hortícolas totalmente automatizadas en invernaderos. i) Los agribots enfrentarán abundante escepticismo pero se impondrán, concluye la revista.

En el capítulo 8 de El fin del trabajo1, publicado 14 años antes que el artículo de The Economist, Jeremy Rifkin (JR) señala que la revolución de la tecnología avanzada no se asocia normalmente con las granjas, pero algunos de los avances más impresionantes de la automatización están ocurriendo en la agricultura. Añade que los cambios tecnológicos en la producción de alimentos están conduciendo a un mundo sin agricultores, con consecuencias inimaginables para los 2 mil 400 millones de personas que dependen de las actividades agropecuarias en el mundo (p.109). La mecanización de las granjas, continúa, que comenzó con la cosechadora automática con tiro de caballos en 1850, está cerca de completarse con la introducción de sofisticados robots computarizados en el campo. JR narra primero los desarrollos de la agricultura anteriores a la actual ola robotizadora, en la cual la biología manipuladora de especies (el desarrollo de híbridos) y la mecanización se entrelazaron, imponiendo los monocultivos y el uso intensivo de fertilizantes químicos, herbicidas, insecticidas y fungicidas. También la cría de animales se ha mecanizado, llevando a la conformación de ‘fábricas’ de ganado, cerdos y aves. Todo ello produjo un descenso muy rápido de la fuerza de trabajo agrícola, al mismo tiempo que aumentaba muchísimo la producción, como se aprecia en la gráfica, generando una sobreproducción agrícola enorme que llevó a la paradoja de otorgarle subsidios a los agricultores para que reduzcan la superficie sembrada.

Lo anterior, señala JR, se está agudizando con la robotización y el software agropecuario. Aunque mucho de lo que describe en esta sección del capítulo está en proceso de desarrollo y su aplicación no se ha generalizado, como lo corrobora el artículo de The Economist, muestra tendencias que parecen inevitables. En el futuro cercano, señala JR, sistemas computarizados expertos recolectarán datos sobre el clima, condiciones del suelo, y otras variables de sensores localizados en el suelo y las plantas y usarán la información para hacer recomendaciones específicas al agricultor. Robots especializados serán, a su vez, instruidos para llevar acabo los planes de acción generados por la computadora (p.1139). Describe varios de estos sistemas expertos que se encuentran a prueba o en uso en la agricultura. Narra el desarrollo de un sistema robotizado para la cosecha del melón (ROMPER) que está siendo experimentado en Estados Unidos y en Israel:

El robot está equipado con cámaras que escanean las filas de plantas mientras un ventilador hace a un lado las hojas para exponer el producto oculto. Una computadora a bordo analiza las imágenes, identificando la fruta lista para cosecharse. Aún más impresionante, el ROMPER es capaz de confirmar si la fruta está lista para cosecharse por su olor. Sensores especiales miden los niveles de etileno –la hormona natural que causa la maduración de la fruta– y pueden ‘juzgar’ su madurez con error de un día. (p.115)

Otro ejemplo impresionante es el robot para esquilar borregos, en desarrollo en Australia. JR aborda la ingeniería genética que, en paralelo a la robotización está transformando radicalmente la agricultura, con las nuevas ‘especies’ que está creando, y las nuevas características de especies preexistentes, al mezclar genes de diferentes especies (ratones del doble del tamaño de los actuales porque se introdujo en su embrión el gen humano que produce la hormona de crecimiento, plantas de tabaco que emiten luz pues poseen el gen adecuado de las luciérnagas, y una nueva especie mitad chivo y mitad borrego, son los ejemplos que proporciona) de lo que se llama transgénicos. Las técnicas de ensamble de genes y de fusión celular permiten a los científicos cruzar todas las fronteras biológicas recombinando genes, lo que les permite organizar la vida como un proceso manufacturero (p.119). Las nuevas criaturas son ahora patentables y consolidan brutalmente el poder de las trasnacionales. Al contrastar a Rifkin con el artículo de The Economist, debo concluir que la automatización agrícola es imparable pero su velocidad de implantación generalizada es incierta.

Rifkin termina el capítulo sosteniendo que lo que sigue en la revolución tecnológica agrícola es el surgimiento de la producción de alimentos sin tierra y sin sol, divorciada del clima y de las estaciones. La agricultura al aire libre será sustituida por la manipulación de moléculas en el laboratorio. Asunto tan importante merece tratarse con cuidado: lo abordaré en la próxima entrega.

1 Cito la versión en inglés: The End of Work. The Decline of the Global Labor Force and the Dawn of the Post-Market Era (El fin del trabajo. El declive de la fuerza de trabajo global y el amanecer de la era pos-mercado), G. P. Putnam’s Books, Nueva York, 1996. En español fue publicado por Paidós en 1996 con un subtítulo diferente. En la entrega 2 de la presente serie de Economía Moral (01/07/11) reseñé la historia reciente de la tragedia de la población afroamericana, generada por las olas de automatización de la cosecha del algodón y, después, en la industria, sobre todo en la automotriz, que Rifkin aborda en el capítulo 5.