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Bajo la Lupa

Turquía e Irán se coordinan sobre Siria

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La implosión de Siria puede arrastrar a Turquía. La imagen, de este sábado, corresponde a una de las más concurridas manifestaciones realizadas por ciudadanos siriosFoto Ap
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a dinámica regional –las dos palabras claves del momento– han tomado mayor velocidad.

Las intervenciones foráneas en el mundo árabe se han destapado sin rubor y han descompuesto de maloliente manera la fragancia extática de la revolución del jazmín del paradigma tunecino.

¿Podrán existir genuinas revoluciones nacionales sin flagrantes intromisiones extranjeras, a inicios del siglo XXI?

Caída la mayor potencia militar del mundo árabe (Egipto: todavía presa de sus demonios internos), las otras dos potencias regionales no árabes (Turquía e Irán) avanzan sus piezas en el tablero de ajedrez –ya no se diga las medianas potencias europeas (Francia y Gran Bretaña) y las superpotencias nucleares (Estados Unidos y Rusia).

Con la multiplicidad de las fronteras de Irán en sus cuatro puntos cardinales –en particular, con Irak, Turquía, el Golfo Pérsico, el Kurdistán virtual, Afganistán y Pakistán– los súper fuegos del mundo árabe y del subcontinente indio se empiezan a conectar ominosamente cuando antes habían permanecido relativamente focalizados.

El enésimo bombazo en Mumbay, centro financiero de India, ocurre después del asesinato en Kandahar (feudo de la etnia pashtún y de los talibanes) del medio hermano de presidente afgano Hamid Karzai cuando las relaciones del eje sunita de Pakistán-Arabia Saudita (AS) se enfrían dramáticamente con Estados Unidos.

A mi juicio, el límite de la guerra de sunitas y chiítas –tan publicitada y anhelada por los multimedia israelí-anglosajones, pero que todavía no se desata abiertamente– lo constituyen Pakistán (en el flanco oriental del Golfo Pérsico) y Turquía.

Pakistán, la única potencia islámica dotada con 100 bombas nucleares, le brinda su paraguas atómico a AS, que le financió sus ojivas. El acercamiento de Pakistán con Irán ha congelado las tensiones en Bahrein entre AS e Irán.

Por lo visto, ninguno de los grandes actores regionales está a salvo. Ya Kissinger había señalado la probabilidad de una tercera guerra mundial a partir del tríptico de Afganistán-Pakistán-India (ver Bajo la Lupa, 23/05/11).

El mismo día de la celebración en Estambul de la reunión del grupo de contacto sobre Libia –que engloba a 30 países, donde destacan Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, es decir, quienes iniciaron los bombardeos de la OTAN que ya no saben cómo concluir después de su estrepitoso fracaso) y a la que conspicuamente no asistieron Rusia ni China–, el factor kurdo recrudecía: su guerrilla asesinaba a 13 militares del ejército otomano, mientras una ONG se atrevía a proclamar la autonomía democrática del pueblo kurdo en el seno de Turquía.

Ese mismo día, Irán movía su ejército en la frontera del norte de Irak, donde los kurdos gozan de autonomía.

Uno de tantos factores que acercan a la sunita Turquía con la teocracia chiíta de Irán es justamente su santa alianza frente a las veleidades independentistas de los sunitas kurdos.

Existen otros transcendentales factores convergentes entre Turquía e Irán que rebasan el aldeanismo de la abultada lucha religiosa entre sunitas y chiítas que azuza el eje israelí-anglosajón.

En varios rubros existe una complementariedad geoeconómica (energía, comercio y finanzas) entre Ankara y Teherán que obliga a su realismo geopolítico y a la necesidad imperativa de buscar una solución común sobre el contencioso sirio sin que dañe a ninguno.

Cuando en Beirut mis interlocutores (básicamente, profesionales de la política) me preguntaban sobre mi pronóstico del devenir de Siria, les respondía que la llave geopolítica la poseían Turquía e Irán –y en la retaguardia Estados Unidos y Rusia, cuando Washington ha quemado muy pronto sus cartas con su obsceno intervencionismo.

La diplomacia turca, a riesgo de sobreextenderse, ha estado muy hiperactiva con su solvente canciller Ahmet Davutoglu, quien después de visitar Libia, Egipto y AS, acudió espectacularmente a Irán (noticia deliberadamente boicoteada en Occidente).

La dinámica regional –palabras claves del momento– irá asentando a cada quien en su verdadero sitio y en su justa dimensión.

Mientras el portal israelí Debka (un monumento de la desinformación, presuntamente vinculado al Mossad) incita descabelladamente a una invasión de Siria por Turquía –tesis a la que se han adherido halcones militaristas de la prensa turca como Soner Cagaptay, Hurriyet, 10/07/11), lo cual, a mi juicio, no le conviene en absoluto al admirable país otomano, que obtiene más con su diplomacia creativa–, pues nada menos que Ahmet Davutoglu visitó Irán para cooperar y coordinarse sobre Siria, según la prensa de las dos capitales.

El rotativo turco Today’s Zaman (12/07/11) comenta una frase del canciller turco que tendrá impacto en el porvenir de la región: un proceso de transformación muy dinámica en Medio Oriente debe ser dirigido (sic) e implementado (sic) a través de la dinámica regional (léase: la correlación de fuerzas de las partes y sus intereses naturales e intangibles).

Davutoglu reconoce la necesidad de tener consultas estrechas con países amigos y vecinos (léase: Irán) que pudieran tener influencia en los sucesos regionales.

Si la característica de la dupla Erdogan-Davotoglu es el pragmatismo de corte turco-sunita, los chiítas persas no la van a defraudar.

Davutoglu reconoce implícitamente la caja de Pandora que representa Siria, donde los desarrollos (sic) preocupan a todos (¡súper-sic!). Recalcó que la compleción de la reforma política por métodos pacíficos debe realizarse sin crear riesgos a la seguridad.

El rotativo turco señala que las observaciones del canciller vienen después del encontronazo nada diplomático entre Siria y Estados Unidos (y Francia, a la que desdeñosamente no cita), cuando Hillary Clinton fulminó que el presidente Bashar Assad no era indispensable.

El problema con Estados Unidos a estas alturas no tiene un sustituto creíble para Bashar –y tampoco la heteróclita oposición siria, que se encuentra todavía en su fase embrionaria.

El rotativo turco explaya razonablemente que la inestabilidad de Siria representa la mayor preocupación para Turquía, ya que los dos países comparten una extensa frontera y una configuración étnica y sectaria (sic) similar. Es cierto; la implosión de Siria, como advertimos (Bajo la Lupa, 22/06/11), puede arrastrar también a Turquía.

A decir de Davutoglu, Turquía e Irán, ambos aliados estrechos de Siria, están de acuerdo en que el proceso de reformas es inevitable pero deben realizarse sin inestabilidad, por lo que es imperativo que coordinen sus esfuerzos.

Press Tv (11/07/11), de Irán, no se anda por las ramas y titula de modo rimbombante: Irán y Turquía son dos jugadores regionales mayores. ¡Sin duda! Cita al muy influyente líder del Parlamento (Majlis), Ali Larijani, quien comentó que Irán y Turquía pueden jugar papeles influyentes y significativos en la resolución de conflictos en Medio Oriente.

No están en tela de juicio las legítimas e inalienables demandas de la oposición siria –siempre y cuando sean patriotas y no degeneren en el entreguismo supino con máscara democrática–, sino la identidad de quien las apadrine geopolíticamente. Tampoco hay que ser tan cándidos.

No hay que olvidar que Siria es frontera con Israel, que tiene todavía ocupadas las Alturas del Golán. Por fortuna, la oposición siria no lo olvida, como tampoco Turquía e Irán.