Cultura
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Cocinando con Elisa
E

n los últimos meses la programación teatral del INBA tuvo propuestas de gran interés, pero a última hora se dio un traspié y la calidad de las escenificaciones en los teatros del Centro Cultural del Bosque, salvo las excepciones de siempre, fue poco afortunada por decir lo menos. Esta situación parece revertirse a juzgar por el estreno de la obra Cocinando con Elisa de la dramaturga argentina Lucía Laragione, ganadora de los premios Argentores y el español María Teresa León, en adaptación de Jaime Chabaud. Ya el propio Chabaud (que es, además de responsable de teatro de la UAM y de otros menesteres, fundador y director de la revista Paso de Gato en que se tuvo la estupenda idea de utilizar las sobras de papel para hacer esos cuadernillos teatrales muy baratos), nos había adelantado en la edición del cuaderno 16 el texto de la dramaturga argentina.

En una apartada estancia, que para nosotros vendría a ser una hacienda, un matrimonio francés gusta, sobre todo Monsieur, de la antigua cocina francesa. Es en la cocina de la hacienda en donde se desarrolla la acción en que Nicole, en realidad Nicolasa, quien intenta pasar por francesa ella misma, pronunciando con afectación los nombres de los platillos, enseña a Elisa, una muchacha analfabeta, los secretos de esa cocina. Nicole, que parece tener unos sentimientos de amor-odio hacia madame, lo que la hace sentir celos de los regalos que recibe Elisa, entre receta y receta chismea acerca de su señora, del encantador señor Medina Olivares –en una imitación maliciosa de madame– y del dueño de la hacienda, aunque es reticente acerca del mozo para todo Funes.

Nicole es brutal y dominante con la muchacha, que pronto deja ver su embarazo, aunque oculta el motivo de que esté en esos rumbos. Y la violencia de la cocina tradicional francesa, aquí muy remarcada, con los animales troceados, desangrados, o capados antes de ser hervidos vivos –como los cangrejos– por no hablar de las cacerías de los señores y los sucesos con el jabalí, la cacería de la rata emprendida por una siniestra Nicole, o la vaca carneada, van dando un ambiente sombrío a lo que en apariencia son dos mujeres cocinando y prefiguran el atroz final. Hay quien asemeja toda esta cruel violencia con la última dictadura (1976-83), lo que tendría gran significado para los argentinos, pero poco para nosotros.

La adaptación de Jaime Chabaud respeta todo esto, pero añade el racismo al clasismo del original. Convierte a Elisa en una joven negra, la última capa de la sociedad, y a Nicole en una mestiza que ansía pasar por blanca y que desprecia a la otra. México es un país de gran racismo hacia los pueblos originarios, como se constata a cada paso, y hacia la escasa población negra. Y escribo negra porque me parece ridículo y culposo decir de color, como si hubiera alguien que no lo tuviera. Volviendo a la adaptación de Chabaud, hay que añadir que se condice en grado máximo con el final propuesto por Laragione.

La escenografía y utilería de Patricia Rozitchner, Enrique Singer y la Compañía reproduce la cocina de una hacienda, con sus mesas para preparar los alimentos, la estufa hacia el fondo izquierda, la gran estantería con frascos de todo tipo a un lado de la puerta y los manojos de hierbas y los animales desangrándose que penden del techo. La inteligente dirección de Enrique Singer no pone énfasis en los detalles más duros, a excepción de las náuseas que le producen a la embarazada Elisa, y es este ambiente en apariencia cotidiano en donde todo se torna más siniestro con la escenofonía de Xicoténcatl Reyes. El trazo escénico se apoya en lo necesario, es decir, es limpio y ajustado al texto y las dos actrices tienen un muy buen desempeño en sus respectivos roles. María del Carmen Farías, a quien ya se extrañaba en un escenario, da todos los matices a su Nicole de crueldad y soberbia, aunados a cierta piedad que le produce la otra. y no cesa de hablar en largos parlamentos entreverados de un francés que pronuncia con fruición. Marisol Castillo, quien también es la productora general del montaje, transita como Elisa del encogido temor que le produce la otra a una desafiante arrogancia segura de que ya no la podrá maltratar, en un papel difícil por casi mudo y a base de expresión corporal.