Opinión
Ver día anteriorViernes 5 de agosto de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Un turista del pasado
N

o deja de asombrar la buena voluntad y la condescendencia que suele despertar la obra reciente de Woody Allen ante la crítica. Para quien esto escribe, el septuagenario cineasta no ha hecho una película relevante desde Sweet and Lowdown (1999). Sin embargo, la gente está dispuesta en su mayoría a pasar por alto las reiteraciones, los mismos esquemas, los gags gastados y, en general, el aire de agotamiento que destila un autor que únicamente no se ha visto disminuido en su ritmo de producción.

Su más reciente obra, Medianoche en París, fue básicamente aclamada por los colegas en el pasado festival de Cannes y considerada la mejor realización de Allen en una década. Es cierto, esta comedia es superior a la execrable Así pasa cuando sucede (2009) y la sobrestimadísima Vicky Cristina Barcelona (2008), pero, ¿será que los estándares se han rebajado tanto, que un poco mejor ya califica como obra maestra?

Coproducida en España, donde el cineasta ha encontrado productores receptivos y exenciones fiscales, Medianoche en París continúa con la exploración (y explotación) turística de grandes ciudades europeas ya ensayada antes en Londres y Barcelona. La película se inicia con un montaje de tarjetas postales parisinas, que evocan el homenaje amoroso dedicado antes a Manhattan (1979). Ese será el contexto en que se moverá su nuevo alter ego, Gil (Owen Wilson), novelista frustrado cuyo romanticismo lo lleva a añorar el París de los años 20, en pleno fervor artístico. Para su frustración, el tímido hombre es acompañado en el viaje por su frívola y despectiva prometida Inez (Rachel McAdams) y sus suegros insufribles en tanto son ricos, republicanos y ridículos.

Ya que la novia prefiere irse a bailar con un profesor pedante que acompañarlo en sus rondas románticas, una noche Gil es abordado por unos personajes de juerga que lo llevarán, en un Peugeot clásico, a una reunión donde descubrirá que sus alternantes son nada menos que Scott y Zelda Fitzgerald, Ernest Hemingway, Pablo Picasso, en amena conversación bajo las notas de Cole Porter al piano. Es decir, estamos ante el Woody Allen de los caprichos mágicos, el mismo que hacía entrar y salir personajes de la pantalla cinematográfica en La rosa púrpura del Cairo (1985).

La noción es simpática sobre todo por el entusiasmo casi infantil del protagonista, quien comprueba en persona todos los clichés sobre semejantes celebridades: Hemingway (Corey Stoll) es un macho bebedor que sólo habla de la guerra, el boxeo y la cacería; Salvador Dalí (Adrien Brody), egocéntrico de conversación surrealista; Pablo Picasso (Marcial di Fonzo Bo), intenso artista de ansias amatorias. En pocas palabras, es la versión esnob e intelectual del concepto de Una noche en el museo (Shawn Levy, 2006), donde figuras históricas cobraban vida también bajo el trazo de la caricatura. En esas reuniones, a las que Gil acudirá cada medianoche, también conocerá a un ser ficticio, la bella musa Adriana (Marion Cotillard), mucho más atenta que Inez a las pretensiones intelectuales del gringo.

Dado que es una fantasía, Allen prescinde del rigor y la lógica para explicar los viajes al pasado de su protagonista. La premisa es también el único chiste de la película, a ser repetido con ligeras variantes. Si bien Wilson interpreta a uno más en la larga fila de alter egos allenianos, con todo y el tono de voz gimoteante, el físico texano y saludable del actor lo hace parecer el menos neurótico aunque esté imbuido de la insatisfacción existencial típica de su autor. Aún así, Allen le depara una especie de final potencialmente feliz (al lado de una mujer mucho más joven, naturalmente).

Que todo se antoje tan gratuito como las breves apariciones de Carla Bruni –haciendo labor de promoción turística, según corresponde a la Primera Dama de Francia– no resulta sorpresivo. La perspicacia de Allen para observar los mecanismos neuróticos de la pareja moderna, así como su capacidad de llegar a conclusiones agridulces sobre la condición humana ya son cualidades que quizá se quedaron también en el pasado.

Medianoche en París

(Midnight in Paris)

D y G: Woody Allen/ F. en C: Darius Khondji, Johanne Debas/ M: Canciones varias/ Ed: Alisa Lepselter/ Con: Owen Wilson, Rachel McAdams, Michael Sheen, Marion Cotillard, Carla Bruni/ P: Gravier Productions, Mediapro, Televisió de Catalunya, Versátil Cinema. EU-Madrid, 2011.