Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 7 de agosto de 2011 Num: 857

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Al pie de la letra
Ernesto de la Peña

Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova

El alma de Léon Bloy
Bernardo Bátiz V.

En el amor los cuerpos establecen su propio paraíso
Ricardo Yánez entrevista
con Jorge Souza

Leonora Carrington, la inasible
Germaine Gómez Haro

Copi y la Irreverencia
Gerardo Bustamante Bermúdez

Leer

Columnas:
Señales en el camino
Marco Antonio Campos

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

En el amor los cuerpos
establecen su propio paraíso

Ricardo Yánez entrevista con Jorge Souza

Jorge Souza Jauffred nació en 1950 en Guadalajara. Estudió filosofía y lingüística (UdeG y UNAM). Periodista, promotor cultural y profesor investigador, ha publicado diez títulos de poesía –en parte traducida al francés, italiano e inglés. Desde hace siete años es director de Literatura de la Secretaría de Cultura de Jalisco. Habla aquí de sus más recientes libros: En la línea de juego (o en qué quedamos Terminator), Puerta del mar, (Málaga), y Sólo tu desnudez vence la muerte, La musa enferma, (Guadalajara).

–En la línea de juego, tu más reciente libro, es lo mismo un poema de aliento que una fábula pánica, o si prefieres, una parábola postmo...

–Como la ciencia y la filosofía lo han establecido, el hombre no tiene acceso a una “realidad en sí” (si es que acaso existiera). La “realidad” en la que estamos inmersos es una construcción conceptual que se sustenta, fundamentalmente, en las instrucciones que giran las palabras que hemos escuchado desde niños; palabras que –ya lo dijo Foucault– no son neutras: están cargadas de significado, valores y programas. El “mundo cotidiano” es sólo la construcción conceptual que emerge –automáticamente– del lenguaje que utilizamos para fines prácticos. Pero hay otro lenguaje, el poético que, si bien se basa en los mismos principios, rompe las paredes de ese horizonte y permite construir y habitar otros universos. Así, el amor, o la soledad, o la angustia, tienen un estatuto distinto si una persona los vive y los entiende a través de los poemas.

Según lo anterior, en este libro –un solo poema– propongo que el hombre se desenvuelve, como si fuera protagonista de un videojuego, en una cierta “realidad” tan virtual como la nuestra y tan limitada como uno de los niveles del juego. Aunque la vive y sigue instrucciones precisas, ignora cómo han surgido estas instrucciones y qué “realidades” hay en los otros niveles. Tampoco sabe qué otras fuerzas actúan sobre la trama, ni que una mano enorme opera los controles que lo obligan a moverse, ir, venir… En ese sentido, el libro sería una parábola postmo: la historia del hombre que, ignorante, herido por el anhelo y el amor, se mueve sin saber que está movido por hilos invisibles y que participa en un juego que no fue decidido por él. Un juego que termina con la muerte. Estaría feliz si pudiera considerarse como una fábula pánica.

–¿Tiene algún simbolismo específico el personaje Terminator? ¿Lo verías como un simbolismo imbuido de carácter religioso?

–Tomé este personaje de la mitología contemporánea para desacralizar la presencia de la muerte en el poema. Se trata de la descripción de un juego, en el que el protagonista se enfrenta, cotidianamente, a un perseguidor implacable, exacto, perfecto, que a fin de cuentas lo abatirá. La religión. Hay que reconocer que esa palabra a estas alturas está muy desgastada; por lo tanto sus connotaciones son burdas, débiles, equívocas. No pretendo incursionar en ese territorio. En cambio, en el libro (en el juego) existen muchas alusiones a los relatos en que se funda la cultura occidental: la lucha del bien contra el mal, el paraíso perdido, la presencia del ángel, los mandamientos... Inscrito en ese panorama, el libro adquiere una raíz y desde ella mira hacia el futuro.

–Tu anterior trabajo, Sólo tu desnudez vence a la muerte, tiene un carácter muy unitario no obstante recoger poemas amorosos de diversas etapas. ¿A qué atribuyes esto?

–Tal vez a que el amor es también una construcción conceptual, una elaboración imaginaria, dicho esto en el mejor de los sentidos: una elaboración en la que la voluntad y la química juegan papeles importantes. Los amantes se construyen, primeramente, en el imaginario; ahí se besan, se tocan, se estremecen; adquieren su estatuto de perfección y magia… El cuerpo, entonces, sigue las indicaciones del poema para vivir, en el territorio de la piel, del tacto, de los aromas, el destino que la palabra poética les ha impuesto. Quizá, al paso del tiempo, los poemas de amor que he escrito constituyan también un solo poema. En él, me parece, se postula la desnudez de la amada como único remedio para ese mal terrible que no tiene remedio, y se postula el amor como la única posibilidad para vencer –en algún sentido y por un instante– a la muerte; porque los cuerpos, cuando se aman, transforman el espacio cotidiano y establecen en él su propio paraíso; abren una grieta en el continuo del tiempo y se quedan inscritos en algún punto, para siempre. En ese sentido, me parece, el hombre y la mujer son superiores al ángel, espíritu purísimo que no sabe de los placeres y locuras del amor carnal.

–En tanto poeta, pero también en tanto director de Literatura de la Secretaría de Cultura jalisciense, ¿qué opinión te merece el trabajo literario del estado, en particular el poético y más específicamente el tapatío?

–Somos herederos orgullosos de una gran tradición. Ya Bernardo de Balbuena, en el siglo XVI, vivió y escribió en Guadalajara. Y aunque la lista de buenos escritores es interminable, recordemos a Salado Álvarez, José María Vigil, Esther Tapia de Castellanos, Alfredo R. Placencia, Mariano Azuela, González Martínez, González León, Yáñez, Arreola, Rulfo, José Luis Martínez, Elías Nandino, Gutiérrez Vega… No me sorprende que actualmente en Jalisco haya estupendos poetas, casi todos pertenecientes a una generación muy vital, que comienza con un par de autores nacidos a finales de los años cuarenta y se extiende hasta los jóvenes, muy sólidos, nacidos a principios de los setenta. En la prosa también hay jaliscienses destacados, aunque el punto de referencia, fijado por Yáñez, Arreola y Rulfo, es demasiado elevado.

–¿Con qué escritores de la entidad, actuales o no, te identificas?

–Me gustaría pensar que puedo ser generoso como José María Vigil, trabajador como Agustín Yáñez, carismático como Gutiérrez Hermosillo, poético como Rulfo, despeinado como Arreola y sutil como Gutiérrez Vega. Andar de buen humor como el doctor Nandino y ser un buen amigo como lo es el maestro Ernesto Flores y la hermosa Amalia Guerra.