Foto: Verena Glass

De Topilejo a Chalco

El oprobioso Arco Sur de Marcelo Ebrard

Marcela Salas Cassani

SAN LORENZO TLACOYUCAN, MILPA ALTA. La inminente construcción de la carretera Arco Sur que correrá de Topilejo a Chalco, reavivó la lucha de los pueblos nahuas de Milpa Alta, quienes se oponen a un proyecto que destruirá sus tierras de cultivo, partirá en dos un pueblo y exterminará las zonas boscosas del área, afectando la captación de bióxido de carbono, la liberación de oxígeno, la filtración hídrica para la recarga de mantos acuíferos y pondrá en peligro la supervivencia de especies únicas en el mundo como el conejo teporingo.

La obra está a cargo de la empresa española Obrascón Huarte Lain (OHL), e incluye la construcción de un tramo carretero que unirá el estado de Morelos con el de Puebla. Se pretende construir sobre tierras comunales y áreas naturales protegidas de tres delegaciones del Distrito Federal (Xochimilco, Tlalpan y Milpa Alta) y, de acuerdo con informes de Banobras, tendrá un costo de 25 mil millones de pesos que serán aportados por la iniciativa privada.

Los representantes de los pueblos nahuas de Milpa Alta se organizaron en un frente común contra el multimillonario proyecto que, aseguran, “no nos traerá ningún beneficio”. Esto ocurrió luego de que el representante general de bienes comunales y pueblos anexos, Julián Flores Aguilar, recibiera un anuncio donde la Coordinación de Proyectos y Supervisión de Carreteras Federales de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) lo instaba a “permitir el paso a los terrenos de su propiedad o jurisdicción para realizar trabajos de campo que incluyen la construcción de mojoneras de concreto y excavación de pozos a cielo abierto para estudios geotécnicos”, con el fin de llevar a cabo un “proyecto ejecutivo de terracerías, drenaje menor, señalamiento y pavimento de 32 kilómetros en el tramo de la autopista México-Cuernavaca-entronque Tenango”.

“Nosotros somos campesinos y sembramos, entre otras cosas, maíz, frijol, calabaza y el 80 por ciento del nopal que se produce en México; si nos quitan la tierra, se va a acabar nuestra fuente de ingresos, así como los empleos que generamos al contratar a jornaleros que vienen de diferentes estados de la república”, dijeron a Ojarasca habitantes de Villa Milpa Alta.

La exterminación del ecosistema boscoso amenazaría la subsistencia de la biodiversidad regional, pues pone en peligro de extinción a especies como el conejo teporingo o zacatuche, animal endémico con una reducida área de distribución, así como al venado de cola blanca, coyotes y una gran variedad de víboras y aves.

Una de las principales preocupaciones de los pueblos indígenas de Milpa Alta es la tala de los bosques que se encuentran en el tramo donde se tiene proyectado construir la carretera. Los comuneros advierten que esos árboles son los pulmones de la ciudad de México y si son exterminados la captación de bióxido de carbono y la producción de oxígeno se verá irremediablemente afectada.

En la zona boscosa de San Salvador Cuauhtenco y San Pablo Oztotepec, por ejemplo, han iniciado ya las labores de tala. “Hay aserraderos de donde se sacan diariamente 20 o 30 camiones de madera con permiso de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat)”, denuncian representantes de los pueblos nahuas de esta región. “Ellos dicen que cuidan el bosque, pero la realidad es que lo ven como un negocio, para ellos representa dinero; en cambio, para nosotros los bosques representan el agua, la tierra, la vida misma”.

Junto con la tala de árboles, disminuiría la captación de aguas de lluvia y su filtración hacia los mantos acuíferos que, advierten comuneros nahuas, “no sólo abastecen de agua a los pueblos de Milpa Alta, sino a gran parte de los habitantes de la cuenca del Distrito Federal”.

La reciente apertura de brechas en las áreas boscosas protegidas “fomenta el turismo indiscriminado y propicia que se dejen residuos como aluminio, plástico y vidrio, lo que a la larga provoca incendios”, explican los comuneros, quienes aseguraron que para evitar la devastación del bosque han cerrado las brechas con sus propios medios, “no tenemos recursos económicos ni apoyo del gobierno, pero tampoco lo queremos porque eso comprometería nuestra autonomía”.

Las obras del proyecto Arco Sur partirán en dos el territorio de Milpa Alta lo cual, además de los daños que un proyecto de esta magnitud implica para la biodiversidad de la zona, afectará las tradiciones de los pueblos nahuas, pues limitará el paso hacia los bosques “donde año con año se acostumbra ir a recolectar hongos para la alimentación, recoger la leña muerta para utilizarla en las fiestas religiosas, y realizar las jornadas periódicas de saneamiento que previenen los incendios y fortalecen el sentido de comunidad de los pueblos indígenas de Milpa Alta”.

Algunos grupos del PRD, PAN y PRI han declarado que “no admitirán el paso de la carretera”, pero los comuneros aseguran que no permitirán la politización del problema pues “nosotros estamos aparte, no nos involucraremos con ningún color, aquí no existe ningún partido político, aquí sólo existe nuestra autonomía”.

Luego de que la SCT envió un oficio confirmando la realización de la obra, los pueblos nahuas anuncian que “su lucha contra el mal gobierno apenas comienza, pues no piensan consentir que en su territorio se lleve a cabo un proyecto que implica descapitalizar el campo y que provocará la expulsión de la población rural a zonas urbanas y a Estados Unidos”.

“Sabemos que el bosque y todo lo que en él habita no puede defenderse, pero para eso estamos nosotros”, aseguraron campesinos nahuas, “y por eso, vamos a luchar por nuestro territorio como se pueda. Sabemos que la Constitución nos ampara, actuamos conforme a derecho. Nosotros somos los dueños de la tierra comunal, y somos quienes tenemos derecho a su disfrute”.

Los comuneros han emprendido ya acciones para informar a la población de lo que está por suceder y las afectaciones que la construcción de la carretera provocaría. Con sus propios recursos, han colocado lonas en la autopista y han repartido folletos entre los habitantes de los 12 pueblos de Milpa Alta. “Nunca nos consultaron; por eso nos unimos, por eso nos organizamos”.

“A nosotros, los campesinos, lo que nos interesa es preservar el bosque. No queremos dinero, sino que se respeten las áreas verdes, la biodiversidad, el agua y nuestras tradiciones. Los bosques son un legado cultural y ancestral para nuestros niños, y no están en venta”, finalizaron los comuneros de Milpa Alta.