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A la mitad del foro

El vasallaje del hambre

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El hambre no es detonadora de revoluciones, sino de avasallamiento, de patética mansedumbre. En la imagen, Ibrahim, de cuatro años, es atendido en una clínica de la Organización de Naciones Unidas para refugiados, en la frontera de Somalia con Etiopía, adonde llegó con sus padres luego de caminar 15 días huyendo de la violencia en su paísFoto Reuters
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iempo de ira, de los indignados que ocupan las plazas de las grandes capitales; de los excluidos sociales que incendian y saquean Londres; de las multitudes que se levantan contra el despotismo y el mito del determinismo; de la ignorancia oscurantista soliviantada en defensa de los ricos en nuestro vecino del norte; de las manifestaciones obreras en Francia, en toda Europa a distintas velocidades.

Pero basta ver los rostros de los niños desnutridos, hambrientos, a punto de morir en brazos de madres que huyen de la sequía y la violencia de las armas en Somalia; basta asomarnos al infierno de esas imágenes difundidas electrónicamente, en tiempo real, en vivo y en directo, para saber, para convencernos de que el hambre no es detonadora de revoluciones, sino de avasallamiento, de patética mansedumbre, de impo- tencia. Al filo del recambio de gobierno federal, el titular del Poder Ejecutivo y sus validos nos narran el cuento de la hormiga y la cigarra, nos aseguran que nuestra economía blindada y más de 200 mil millones de dólares de reservas nos mantendrán a salvo de la amenaza de recesión que viene de fuera, del ineludible aletargamiento en la recuperación del crecimiento económico y la creación de empleos.

Sólida economía, con tamaño para ser clasificada como la decimoquinta del mundo. Y a salvo de manifestaciones obreras multitudinarias, de rebeldías de indignados y excluidos sociales que tomen las plazas del país en demanda de empleos, salarios dignos, una política social de Estado. Pero nuestra clase obrera no está en el paraíso. De una población de 113 millones de mexicanos de este gran país de economía grande, 58.5 reciben ingresos por algo menos de 2 mil 114 pesos al mes; 28 millones no pueden comer tres veces al día; 2 millones 700 mil de estos mexicanos en pobreza extrema son indios, indígenas dice el eufemismo amedrentado. Hambre es lo que hay, lo que padecen esos millones de mexicanos, padres, madres y criaturas avasallados, silenciados por el hambre.

Dice el subsecretario de Educación Media Superior que le gustan los jóvenes excluidos por su insatisfacción con el presente. Pero son los que huyen del hambre y se incorporan al ejército de nómadas, de jornaleros agrícolas, del lumpen urbano, de los migrantes en fuga hacia el otro lado, o sujetos a la leva del crimen organizado. De la población mayor de 15 años que no sabe leer ni escribir (5.3 millones), sólo 1.9 por ciento son menores de 29 años: Logro del actual gobierno, dijo Alonso Lujambio al conmemorar el Día Internacional de la Juventud, ocasión para criticar a los agoreros que ven un futuro negro en México. Será porque se han excluido la filosofía, la ética, y la lógica de los programas de estudios. Burda maniobra para satisfacer a los enemigos del laicismo que exigen educación religiosa en las escuelas públicas. Excluida la filosofía, ¿de qué hubieran hablado Habermas y Ratzinger en su afamado diálogo?

Sin ella, cómo entender y atender al llamado de la UNAM a un pacto social, al acuerdo de los poderes públicos y los ciudadanos para fincar una política de seguridad y justicia en valores éticos y laicos; cambiar la estrategia política para favorecer la prevención y distinguir entre seguridad pública y seguridad nacional, sin prescindir del Ejército y sin trastrocar sus funciones a costa de su prestigio, del respeto de la población y a riesgo de actuar constantemente en el límite de la violación de los derechos humanos. El presidente Felipe Calderón ha invitado al rector José Narro, al doctor Jorge Carpizo, relator del proyecto de la UNAM, a reunirse y dialogar sobre la estrategia y sobre la iniciativa de la ley de seguridad nacional. Paso positivo del Ejecutivo el de aceptar la posibilidad de un cambio de estrategia en su guerra contra el crimen organizado: gracias al peso de la razón y el prestigio de la Universidad Nacional Autónoma de México. No basta el diálogo. Falta acordar el cómo y cuándo del pacto social a que convocan.

Ante las fuerzas armadas, Felipe Calderón pidió al Congreso legislar en la materia, aprobar nueva legislación para ofrecer garantías a quienes combaten el crimen organizado y así delimitar adecuadamente sus atribuciones. El Ejército, en voz del general Guillermo Galván, ha solicitado reiteradamente reformas al marco jurídico que les permitan actuar conforme a derecho. Desde el Congreso de la Unión, el senador Manlio Fabio Beltrones pidió al Presidente de la República que aclare a cuál de todas las iniciativas de ley se refería: A su iniciativa, que fue modificada y que no pasaba el filtro del respeto a los derechos humanos, y entonces se modificó en el Senado, o a la minuta que se encuentra en la Cámara de Diputados...

Porque se avecinan otros combates. Ernesto Cordero ha sido ungido precandidato presidencial bajo el manto protector del inquilino de Los Pinos. Está en campaña y ante el reto de un duro debate sobre el presupuesto, particularmente sobre la participación del gasto público entre las entidades de la Federación. El año electoral agudiza las contradicciones, genera suspicacias y desconfianza. En estas fechas, Roberto Borge, nuevo gobernador de Quintana Roo, habla el lenguaje del federalismo que llegó con la pluralidad y la alternancia: Calderón nos tiene ahorcados; frena la entrega de recursos a los estados gobernados por priístas. Cordero puede salir trasquilado si permanece en Hacienda. Pero no depende de su voluntad, sino de quien lo designó secretario y puede removerlo libremente.

Primero reformar las participaciones del gasto que corresponden a los estados, insiste Humberto Moreira. Y el gobernador Javier Duarte formula nueva política social en Veracruz, adelanto de la urgente política social de Estado que se requiere para enfrentar la desigualdad vergonzosa que padece la nación. La política de asistencialismo se reduce a dar dinero a los más necesitados por cada hijo que tienen: es una fábrica de pobres. Y luego, el petróleo, la riqueza del oro negro y la coincidencia del festejo del 76 aniversario del sindicato de trabajadores petroleros, en Boca del Río, y la calificación AAA (triple A) que asignó a Pemex la insolente empresa calificadora Standard & Poor’s.

Carlos Romero Deschamps y Ricardo Aldana flanquean a Javier Duarte, y un sonriente Juan José Suárez Coppel aplaude en la imagen publicada en La Jornada de ayer sábado. El director de Pemex sabe que S&P calificó AAA a Lehman Brothers en vísperas de que esa enorme banca de inversión se derrumbara como castillo de naipes al soplo de la infinita manipulación y multiplicación de créditos hipotecarios. Polvos de aquellos lodos. Pero a Pemex no lo amenaza ninguna crisis venida de fuera, sino la terquedad reaccionaria de no reinvertir en lo que bien administrado es el mejor negocio del mundo, y mal administrado es el segundo mejor negocio del mundo.

En los enloquecedores contrastes del balbuceante tercer milenio, México quema el gas asociado que produce y compra a precio de oro en Texas; Londres arde y Teotihuacán se queda sin luz por deudas con la CFE. Firman un acuerdo de colaboración el Distrito Federal y el estado de México. Vienen policías de allá a ejecutar cateos sin orden de juez, sin que acuda la policía de acá al llamado de las víctimas del atropello.

Son práctica común en México, afirma la CNDH: entre 2006 y 2011 se han cometido 3 mil 786 violaciones a las garantías individuales durante cateos ilegales.