20 de agosto de 2011     Número 47

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Notas autobiográficas sobre un cambio de sujeto

¿Quién educa a quién?

Armando Bartra

Bibliografía es destino y asomarse al mundo y sus dilemas desde el balcón de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, marca a fuego. Más aun en los años 60s del pasado siglo cuando el etéreo mundo de las ideas estaba a punto de ser inundado por el torrente de realidad que fue el 68.

En mi caso el 68 no fue catarsis iniciática sino punto culminante de una mudanza que me llevó más que a un cambio de doctrina a un cambio de sujeto, a un vuelco narodniki en la relación que veía entre las ideas y los movimientos sociales.

De las Tesis sobre Feuerbach al Manifiesto comunista. Desde que fueron publicadas en 1845, las notas de Marx sobre las ideas del autor de La esencia del cristianismo han tenido buena prensa. Y no es para menos pues documentan un trascendente vuelco en su pensamiento por el que se desmarca de las posturas contemplativas y va configurando su doctrina como una filosofía de la praxis revolucionaria.

Y para quienes hace 50 años trajinábamos con ideas, los planteamientos de las Tesis eran una declaración de principios.

Es en la práctica donde el hombre debe demostrar la verdad, es decir la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento, escribe en la tesis II.

La modificación de las circunstancias y de la actividad humana sólo puede concebirse (…) como práctica revolucionaria, escribe en la tesis III.

Lo primero que hay que hacer es comprender (el mundo terrenal) en su contradicción y luego revolucionarla prácticamente, eliminando la contradicción, escribe en la tesis IV.

Los misterios que descarrían la teoría hacia el misticismo encuentran su solución racional en la práctica, escribe en la VIII.

Y finalmente la socorrida tesis X: Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.

¡Los jóvenes filósofos teníamos una tarea: transformar el mundo, llevar nuestras teorías a la práctica, hacer la revolución…!

No se me ocurría por entonces cuestionar la pertinencia del sujeto al que en primera instancia van dirigidas las Tesis: los hombres de pensamiento que deben pasar a la acción, los educadores que deben reeducarse en la práctica, los filósofos que abandonando su pedestal contemplativo deben bajar al mundo y hacer la revolución...

Sin embargo, ahora veo que si en ese momento Marx no hubiese sido un filósofo comprometido sino un trabajador cultivado, las Tesis podrían haberse formulado al revés. Hagamos el ejercicio.

La tesis II hubiera quedado más o menos así: Gracias al pensamiento crítico nuestra práctica se hará más verdadera y poderosa.

La tesis IV se habría reescrito para quedar de este tenor: La práctica sólo podrá superar las contradicciones que enfrenta si se dota de una teoría crítica.

Y en la tesis X el obrero o campesino cultivado hubiera escrito: Los trabajadores no hemos hecho más que transformar al mundo por cuenta de otros, de lo que se trata es de comprenderlo críticamente para así darle sentido humano a esta transformación.

En 1848, en medio del ascenso de las luchas sociales en Francia, Italia, Alemania y otros países europeos, auge del activismo contestatario al que llamaron Primavera de los Pueblos, Marx y Engels escriben un manifiesto programático por encargo de la Liga de los Comunistas.

En tres años no ha cambiado mucho el pensamiento del autor de las Tesis, pero lo que sí mudó es el sujeto para el cual esta vez escribe.

Las preguntas a las que responde el Manifiesto comunista no son las que suscitaban entre los intelectuales de izquierda ciertas lecturas económicas o filosóficas, sino los perentorios interrogantes de una revolución que parece inminente. De modo que las acciones que el incendiario texto propone no son para los filósofos enrolados sino para el proletariado en pie de lucha.

También nosotros tuvimos en 1968 nuestra Primavera de los Pueblos. Y muchos mudamos también, no de color político pero sí de sujeto. Y es que las insurgencias populares disparadas por el mayo francés, movimiento encabezado por los estudiantes, conformado mayoritariamente por jóvenes y protagonizado por masas y no por los partidos ni por los grandes sindicatos, cambiaban drásticamente nuestros parámetros políticos.

Lo que va de Gramsci a Mao Tse-tung. El tránsito entre partir del pensamiento crítico y partir del movimiento social no es curso personal sino conversión histórica y empieza antes de 1968.

“La burguesía se apropió del concepto de educación, lo unió al de progreso y lo vació de historicidad (…) El papel de la educación quedó inmediatamente delimitado: convencer a la civilización de su propia superioridad (…) y colaborar a la derrota de la barbarie (…) Las ambiciones del imperialismo chocan sin embargo contra obstáculos quizá insalvables (…) Unos los llaman barbarie; otros los llamamos experiencia y cultura de civilizaciones expoliadas y violentadas (pero) poseedoras de una centenaria fortaleza”

Adriana Puiggrós. Imperialismo y educación en América Latina. Nueva Imagen, México, 1980.

En términos biográficos destaca la importancia que para mi generación tuvo la lectura de Antonio Gramsci, al que nos asomamos en los libros verdes de Editorial Lautaro, que comenzaron a circular a fines de los 50s.

Para la “filosofía de la praxis” preconizada por el italiano, el primer paso del pensamiento crítico es “demostrar que todos somos filósofos, y que no se trata de introducir una nueva ciencia (…), sino de renovar y dar utilidad crítica a la actividad ya existente”. El verdadero intelectual es entonces el “intelectual orgánico” que surge en el seno de los propios grupos sociales cuando éstos asimilan y desarrollan reflexivamente sus experiencias. “La nueva intelectualidad integral y cabal (proviene) de la unificación de teoría y práctica, entendida esta unidad como proceso histórico real”.

Por esos mismos años se vuelven accesibles los libros amarillos –¿de qué color si no?– con los escritos de Mao Tse-Tung publicados en Pekin. Pensamiento político al que da autoridad el cercano triunfo de la revolución china.

No es casual que el “maoísmo” tenga presencia en el 68 francés, pues una insurgencia comunista en extremo heterodoxa que llegaba al poder después de una larga guerra popular, sostenida por campesinos y no por obreros, tenía por fuerza que anteponer a las ideas preconcebidas la experiencia viva del movimiento social.

Para Mao el pensamiento crítico no sólo se gesta en la “unificación de la teoría y la práctica”, como “proceso histórico real”, que decía Gramsci, sino que nace sobre todo de la dimensión práctica de ese proceso.

“¿De dónde provienen las ideas correctas? Sólo pueden provenir de la práctica social: la producción, la lucha de clases y los experimentos. Sólo se puede lograr conocimiento después de muchas reiteraciones del proceso que conduce de la práctica al conocimiento y del conocimiento a la práctica (…) Muchos no comprenden esta teoría. Por eso es necesario educar a nuestros camaradas”.

Y con esto regresamos al Marx de 1845, según el cual “todos los misterios que descarrían la teoría hacia el misticismo encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esta práctica”.

Así las cosas, si no queremos que se mantenga por siempre la idea de que unos enseñan y otros aprenden, es decir, “la división de la sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima de la sociedad”, habrá que seguir la sabia indicación de Marx y Mao: los educadores debemos reeducarnos.


Vinculación para un
aprendizaje congruente

Sinecio López Méndez

Las generaciones que vivieron experiencias cercanas a los acontecimientos agrarios y estudiantiles de finales de siglo pasado contribuyeron a reforzar un carácter popular de la educación universitaria y defender los vínculos sociales en el proceso docente. Como profesores, mantuvieron una identificación con las necesidades de los pueblos y las organizaciones en varios espacios de trabajo en la ciudad y el campo, y por supuesto, la ciudadanía acostumbró transitar la vía de la universidad para combinar sus estrategias de gestión mediante asesoramientos puntuales de orden técnico y administrativo, para asegurar soluciones favorables en las instituciones gubernamentales en materia de servicios y conflictos agrarios.

Actualmente, los profesores y las juventudes que ocupan los espacios universitarios carecen de referentes sociales derivados de vivencias con organizaciones productivas, e incluso se mantienen al margen de los movimientos laborales, culturales y ambientales en el ámbito nacional. El acompañamiento de ciertos grupos estudiantiles a las marchas sindicales o de colonos en la ciudad de México no presentan un carácter sostenido, son de tipo espontáneo y algunas veces desembocan en atropellos y violencia que afectan a otros sectores de la economía, con lo que desvirtúan el impacto que pretenden alcanzar dichas manifestaciones, como foros de denuncia contra la política del Estado.

Un análisis de los factores que limitan una vinculación más comprometida de la Universidad con la sociedad arrojaría un sinnúmero de problemas de alto peso político. Por ejemplo, se evidencia que lo que está predominando en la función docente en las escuelas y universidades es la exigencia de las empresas acreditadoras para privilegiar la enseñanza sobre las demás funciones, para conservar la acreditación como centros de calidad y excelencia con un enfoque de competencias. Desde este punto de vista, se desvaloriza la relación de los académicos con grupos de trabajadores en los talleres campesinos, artesanales y de pequeñas industrias, para diversificar procesos educativos más allá de las aulas.

Por otra parte, es ampliamente conocido el efecto atemorizante surgido de la guerra emprendida por el gobierno federal contra la delincuencia. Bajo este operativo se encubre una política persecutoria contra los movimientos democráticos en el medio rural, y se da pie a la represión que surge por parte de grupos leales al sistema político dominante en México, para silenciar a las organizaciones democráticas universitarias y de la sociedad civil que trabajan en las regiones marginadas.

La Universidad Autónoma Chapingo (UACh) es una institución centenaria de educación agrícola superior, que ha creado una veintena de carreras relacionadas con problemas tecnológicos, sociales y humanísticos, y necesariamente requiere una estrecha vinculación con sociedades de productores que se ubican en el campo. Por esta razón, la educación no solamente debe transcurrir en las aulas, donde el tiempo se consume en un espacio estrecho marcado por la habilidad del docente para llenar el pizarrón, y no son válidos los proyectos de investigación y servicio bajo el techo de un laboratorio aislado de las condiciones socioeconómicas, donde los productores enfrentan desafíos ambientales para producir alimentos y conservar los recursos naturales.

Es justificada la investigación básica que tiene lugar en condiciones controladas, donde se procesan análisis químicos y biológicos con el apoyo de sofisticados equipos automatizados, pero la difusión de tecnologías y procesos innovadores para mejorar la operación de modelos productivos en un régimen de minifundio en comunidades indígenas requiere de equipos promotores con una gran vocación de servicio para la capacitación técnica y organizacional.

Luchar contra la cultura tradicional en la educación universitaria trae serias dificultades para quien impulsa una modalidad distinta. Las estructuras académicas tienen una rigidez que ha resistido a los embates de cambio que llegan a generarse, y no ha sido tarea fácil flexibilizar los modelos curriculares para propiciar una libertad en el aprendizaje, que desate el pensamiento y la imaginación creativa, para hacer de la docencia y la investigación una oportunidad para la proyección de las intelectualidades juveniles.

Desde mediados del siglo pasado, se ha buscado la forma de ampliar la presenciad de Chapingo en el campo en diferentes regiones del país, con la creación del sistema de centros regionales universitarios; sin embargo, el crecimiento de la cobertura social se ha limitado al área municipal donde se circunscriben dichos centros, de manera que los eventos demostrativos quedan restringidos a la dinámica de un pequeño grupo de profesores y carecen de la fuerza colectiva de equipos interdisciplinarios de investigadores y promotores comunitarios.

Una muestra de estos intentos es el proyecto denominado Escuelas Campesinas, que se ha impulsado desde el 2003 con el apoyo de dos Departamentos de Enseñanza Investigación y Servicio en Chapingo. Este cuerpo académico no rebasa 20 profesores de una planta de mil 200 docentes. Esta proporción es una representación insignificante en las estadísticas que valoran cambios innovadores en la cuestión educativa, por lo que su lucha para lograr un reconocimiento institucional lo sitúa en una desventaja descomunal comparado con los recursos que se destinan a la docencia tradicional.

La historia de la vinculación en Chapingo ha defendido el carácter científico, crítico, popular y humanístico de la educación desde que la Escuela Nacional de Agricultura (ENA) se convirtió en la UACh, en congruencia con un aprendizaje comprometido socialmente con los jóvenes procedentes de las regiones marginadas del campo y la ciudad. El carácter crítico es consecuente con el método de enseñanza vinculado con el medio, donde los profesionales pondrán sus conocimientos al servicio de esa agricultura a la que se pretende superar. La educación humanística exige también una vinculación congruente con el cambio de actitud que necesita la población de productores y consumidores, para que valoren su medio ambiente como una reserva de recursos naturales para resolver los problemas alimentarios de hoy y del mañana.