20 de agosto de 2011     Número 47

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

El INIFAP, o la insensatez de
apostar por el capital privado

Antonio Turrent Fernández

El Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) experimenta un proceso de debilitamiento provocado por factores exógenos, y mientras crecen incontenibles la transnacionalización de la tecnología agropecuaria y su transferencia, así como la dependencia alimentaria nacional.

El INIFAP es producto de la fusión en 1985 del INIA, el INIP y el INIF (institutos nacionales de investigación Agrícola, Pecuaria y Forestal, respectivamente), creados por el Ejecutivo federal a mediados del siglo pasado con el objetivo de desarrollar conocimiento tecnológico público para el campo mexicano, como su instrumento de política de fomento.

Si bien el espacio declarativo de responsabilidad del INIFAP es el campo mexicano, su acción se sujeta a las políticas públicas de desarrollo dictadas por el Ejecutivo federal por medio de la Secretaría de Agricultura (Sagarpa).

El estatus institucional, y de ahí la inversión pública para el desarrollo y funcionamiento del INIFAP, han dependido del balance conocimiento público/conocimiento privado que el Ejecutivo federal ha imprimido al aprovechamiento tecnológico para el campo. Durante la mayor parte del siglo pasado, tal balance favoreció al conocimiento público y por lo tanto, el INIFAP vivió los mejores años en su consolidación y en su aporte tecnológico para el campo. Alejandro Espinosa, investigador del Instituto, señala para ese periodo y solamente en la parte agrícola, que el INIFAP desarrolló y entregó a los productores del campo mexicano 681 variedades mejoradas de cultivos básicos, frutales, industriales, hortalizas, oleaginosos y forrajeros, así como sus prácticas indicadas de producción y protección. Empero, el cambio de aquel balance a favor del conocimiento privado en los 20 años recientes ha implicado el retroceso institucional del INIFAP y de su presencia en el campo.

En 1986, año de su apogeo, el INIFAP contaba con mil 963 investigadores de base (mil 270 agrícolas, 459 pecuarios y 234 forestales). Esta plantilla había sido reducida gradualmente hasta 744 investigadores de planta hacia 2007, mediante los recursos del retiro voluntario y la prohibición de nuevas contrataciones. A esta plantilla se ha añadido en fechas recientes 300 plazas de personal bajo contrato temporal, mayormente en etapa de capacitación.

José Luis Calva señala que la inversión pública en el INIFAP decreció tan sólo en el periodo 1982-1989 desde cuatro mil 778 millones de pesos (constantes de 1979) hasta dos mil 96 millones (mismos pesos constantes), y aún más a la fecha. Sin duda, un significativo aunque contraproducente ahorro público.

El Ejecutivo federal ha sido exitoso en atraer al capital privado multinacional (CMN) al campo, mientras que el resultado de atraer a los capitales nacional o social ha sido magro, dando paso a la transnacionalización significativa de las funciones de desarrollo y de transferencia tecnológica para el campo, así como al abastecimiento de alimentos. Esto se ha traducido en el incremento del rendimiento del cultivo de maíz y del sorgo en tierras de riego −como lo ilustra el caso sobresaliente del maíz en Sinaloa− y en las tierras planas dotadas de buen temporal.

Además del ahorro público en investigación en estas condiciones, ha disminuido el gasto público en los servicios de transferencia de tecnología, comercialización de productos, así como en la regulación de la calidad de la tecnología. Con la autorización del Ejecutivo federal, estas tareas son asumidas en su mayoría por el mismo CMN. Este desarrollo es exitoso para algunos, pero no lo suficientemente exitoso para la nación, que ha visto incrementar de manera insostenible su dependencia alimentaria del mercado mundial.

Por su vocación de reproducirse, el capital privado multinacional elude actividades poco remunerativas como los cultivos básicos en áreas marginales, y los cultivos autopolinizados como el trigo, el arroz, el frijol, la avena, cebada, etcétera, en cualquier calidad de la tierra, por la razón obvia de que los productores no requieren comprar su semilla todos los años, lo que los hace un mercado no atractivo. Es sobresaliente el caso del maíz, alimento básico nacional del que se siembran entre 8.5 y nueve millones de hectáreas al año.

Sólo tres millones de hectáreas son de riego o planas con buen temporal, por lo tanto atractivas para el CMN. El resto, clave también de la seguridad alimentaria y del abastecimiento de los maíces nativos indispensables para la cocina pluricultural nacional, está grandemente desatendido por un debilitado INIFAP e ignorado por el CMN. Tampoco puede el INIFAP contribuir significativamente en las áreas cubiertas por el CMN para contrarrestar su acción oligopólica.

Un área adicional de disfuncionalidad deriva del sistema mercantilista de transferencia de tecnología impulsada por el CMN, que siempre presiona hacia un uso más intenso de insumos, sin compromiso con la estabilidad ecológica. Sabemos que el norte del Golfo de México, comenzando en la desembocadura del río Mississippi −que drena la mitad de la tierra de labor de Estados Unidos− sufre un proceso agudo de eutrofización (hipoxia) en deterioro de su calidad como hábitat. El estado de Sinaloa, primer productor nacional de maíz, drena sus aguas residuales agrícolas en el mar de Cortés, región pesquera de máxima productividad de México. La tecnología para maíz, y su transferencia mercantilista del CMN en Sinaloa, no tiene compromiso ni regulación pública ante la eutrofización de aquella fuente de alimentos y de empleo.

Es claramente insensato confiar de manera creciente en el CMN y quemar las velas de la investigación nacional, para alcanzar la seguridad alimentaria del país, particularmente ante las amenazas del cambio climático, de las dependencias alimentaria y tecnológica, y de la contaminación del maíz nativo mexicano impulsado por el mismo CMN. Gran parte de la comunidad científica del INIFAP rechaza esta torpe selección de destino del campo mexicano y del INIFAP, por lo que se organizó recientemente en el Sindicato Independiente de Investigadores del INIFAP (SIIINIFAP), que ya incluye a 500 de los 744 investigadores de planta. Uno de los objetivos centrales de esta organización es lograr que la comunidad científica del INIFAP participe directamente en las decisiones torales que afectan al destino del INIFAP.

Investigador nacional emérito

Limitados recursos en el INIFAP;
escaso presupuesto y pocos investigadores

Los retos para el sector agroalimentario crecen día a día, debido a factores tales como el cambio climático; la insufi ciencia de fuentes de agua y su contaminación; la presencia de la biotecnología en la agricultura de varias naciones, incluida la líder en materia comercial, Estados Unidos; la preservación y estudio de los recursos genéticos; la inocuidad alimentaria y la trazabilidad, etcétera.

Sin embargo, se observa una marcada debilidad institucional para enfrentar estos desafíos, que se expresa muy claramente en el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agropecuarias y Pesqueras (INIFAP), la principal instancia cientifica del campo en México.

De acuerdo con información presentada por el director del INIFAP, Pedro Brajchich, en una reunión con legisladores en el Senado de la República en junio pasado, los recursos presupuestarios de la institución (de mil 435 millones de pesos en 2011, de los cuales mil 117.5 millones son de origen fiscal y 318 millones generados por el INIFAP) implican una tendencia estable o incluso a la baja durante los diez años recientes por lo menos, y son tan escasos que casi la mitad (699.6 millones este año) se ocupan para pagar “servicios personales”, esto es salarios, sueldos, gastos de seguridad social, etcétera, y el resto se usa para servicios generales” (556 millones) y “materiales y suministros” 179.9 millones, de tal forma que queda nada para inversión.

En esas condiciones, la plantilla de investigadores del Instituto ha venido en franca caída. En 1985 sumaba dos mil 149 y en 2010 llegó a sólo mil 57, además de que hay 300 investigadores en condiciones de jubilación. Y el Instituto requiere una renovación generacional; en mejoramiento de maíz, el principal cultivo de México, el INIFAP tiene asignados apenas a 13 investigadores y de ellos 11 suman más de 30 años de servicio, esto es pronto estarán jubilados. (Cabe decir que las cifras ofi ciales sobre número de investigadores en el INIFAP difi eren de las que plantea Antonio Turrent en un artículo en esta misma página.)

Un indicador más brindado por Brajchich que muestra la relación de las instituciones públicas de investigación versus las empresas privadas, es el relativo a los registros de la base genética de cultivos fundamentales. Con datos al 2009, del total de 817 materiales de maíz registrados en el Catálogo Nacional de Variedades Vegetales (CNVV), 107, o sea 13 por ciento, corresponden al INIFAP y 61 por ciento a Monsanto y Pioneer. El nueve por ciento está registrado por el Colegio de Posgraduados y el resto está repartido en varias empresas privadas en proporciones menores a cinco por ciento cada una. En cuanto a producción de semilla de maíz, según el propio funcionario, Monsanto genera 24 mil 900 toneladas anuales, mientras el INIFAP sólo 3 mil 600 y Pioneer dos mil 800 toneladas.

Respecto al trigo, de 85 materiales presentes en el CNVV, el INIFAP tiene el registro de la mayoría, 69, o sea 81por ciento; el ocho por ciento es de Icamex, tres por ciento de Bimbo, otro tres por ciento de RSM, y cuatro por ciento es de dominio público.

Brajchich dijo que, de acuerdo con el plan de trabajo 2010-14, el INIFAP está en un proceso de reestructuración institucional, y además está defi niendo una prioridad en sus temas de investigación y ha fortalecido sus alianzas público-privadas “para socializar productos de base tecnológica y prestación de servicios”. Esto último ha implicado convenios de colaboración y sus principales socios son las multinacionales Nestlé, Bimbo y Femsa, así como Peñoles en el área forestal. Con estas alianzas es que el INIFAP logra captar recursos propios.

Destaca el hecho de que, dentro del presupuesto de la Secretaría de Agricultura –donde se ubica el del INIFAP- las demás instancias dedicadas a la investigación y la educación registran asignaciones de montos mucho menores. El presupuesto total del Colegio de Posgraduados en 2011 es de 131 millones: el del Instituto Nacional de Pesca, 239.2 millones; el de la Universidad Autónoma Chapingo, 120.2 millones, y el de la Dirección General de Vinculación y Desarrollo Tecnológico, 59.3 millones de pesos. De hecho, de todos estos rubros del presupuesto de la Sagarpa relacionados con educación e investigación, el INIFAP representa el 72.3 por ciento del gasto (LER).

Conocimiento de campesino a campesino


FOTOS: www.entrelamilpa.blogspot.com

Pablo Sigüenza Ramírez

Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gucumatz, en la obscuridad, en la noche, y hablaron entre sí Tepeu y Gucumatz. Hablaron, pues, consultando entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus palabras y su pensamiento. Popol Vuh, Libro sagrado K’iche’.

Paulo Freire, revolucionario brasileño, en su libro Extensión o comunicación, advierte a los agrónomos sobre el peligro que implica acercarse a los agricultores con actitud de superioridad. Llama la atención acerca de que en los campesinos y campesinas hay un conocimiento por naturaleza más cercano a la realidad del campo que en los contenidos que las escuelas y facultades de agronomía aportan a la formación de los agrónomos. Freire comunica en este libro el principio de que todos y todas sabemos un poco y que compartiéndolo todos sabremos más. Bajo este principio funciona también la metodología “de campesino a campesino”.

Compartir conocimientos entre iguales, entre agricultores, es una práctica milenaria y que se produce en todo el mundo. Bajo esta actividad básica, la palabra, entre pequeños agricultores se fue desarrollando en un pequeño municipio del centro de Guatemala, la metodología de campesino a campesino. En San Martín Jilotepeque está la mera mata de campesinos que durante más de 40 años han trabajado para que las prácticas agroecológicas se contagien como polen impulsado por el viento. La metodología se extendió durante los años 70s y 80s a países vecinos como México y Nicaragua, y posteriormente a decenas de países en el resto de América Latina, Asia y África. En Nicaragua y Cuba su uso se masificó debido a su adopción por parte de organizaciones campesinas de carácter nacional. En la isla caribeña socialista son más de cien mil familias campesinas las que intercambian saberes, tecnologías, prácticas agroecológicas, semillas y fuerza para seguir produciendo los alimentos que alimentan a su país.

El campesino se convence viendo y haciendo. La palabra compartida y la práctica vivencial hacen posible que se mejoren las prácticas agrícolas; los testimonios de experimentación e investigación campesina, las exhibiciones y donaciones de semillas entre campesinos de distintas regiones y microclimas, y cualquier herramienta de transmisión de conocimiento son parte de esta forma de comunicarse.

Julio y agosto de 2011 fueron el escenario temporal para la realización en Guatemala del II Encuentro Continental de Formadoras y Formadores Agroecológicos de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo, CLOC-Vía Campesina. Organizaciones indígenas y campesinas de América debatieron y se pronunciaron en contra el agronegocio y el capitalismo; a favor de la soberanía alimentaria, y por la lucha campesina organizada en defensa de la Madre Tierra y los territorios indígenas.

La cosmovisión de los pueblos originarios en los cinco continentes de l a Tierra es sustento fundamental de la agroecología. La cosmovisión maya y mesoamericana aportan al mundo un conocimiento milenario que no tiene derechos de propiedad. Frente a la destrucción capitalista del planeta, el hambre y el cambio climático, la Vía Campesina propone a la agroecología como la opción para la agricultura mundial, pues es conocimiento de los pueblos, respeto por la tierra, soberanía alimentaria, prácticas ecológicas en la producción agrícola y construcción del Sumak Kausay o Buen Vivir.

El encuentro continental reconoció el papel fundamental que puede jugar la metodología de campesino a campesino si ésta no pierde su esencia política que en génesis es revolucionaria. La producción y comunicación de conocimiento campesino es fundamental para alcanzar el objetivo que propone la Vía Campesina mundial para la agroecología: campesinas y campesinos alimentando al mundo y enfriando el planeta.

Colectivo de Estudios Rurales IXIM

Para ver el foto-reportaje del II Encuentro Continental de Formadoras y Formadores Agroecológicos, entrar a: www.entrelamilpa.blogspot.com

Investigación social y retos en el movimiento rural

Byron Garoz

Quienes actualmente conformamos el Colectivo de Estudios Rurales IXIM de Guatemala coincidimos previamente en diversos espacios vinculados a la investigación social. Durante estos años hemos trabajado muy de cerca con diversas expresiones organizativas del movimiento popular. Si bien estas relaciones han sido fundamentalmente con el movimiento indígena y campesino, también las hemos sostenido con los movimientos de mujeres y sindical.

Hemos contribuido –junto a otros actores– a generar conocimientos con las organizaciones indígenas y campesinas para comprender de mejor manera los efectos de las políticas públicas y de los organismos internacionales sobre la vida cotidiana de la población rural. Y, a partir de eso, generar propuestas alternativas o movilizaciones con mejor formación e información.

Este proceso de varios años también nos ha permitido identificar algunos de los principales asuntos que preocupan hoy al movimiento campesino, tres de los cuales compartimos a continuación:

a) El debate sobre la oenegización de los movimientos populares. Mencionado insistentemente como uno de los principales problemas de los movimientos en los años recientes, puesto que se enfrentan al peligro de que su acción esté determinada por la agenda y los recursos de la cooperación internacional. La mayoría de organizaciones con las cuales trabajamos rechazan este riesgo argumentando que son organizaciones de base, cuya membresía participa activamente en la toma de decisiones. Es, sin embargo, una clara preocupación que requiere un amplio abordaje, tanto por los movimientos como por la cooperación internacional.

b) El debate de lo indígena en el movimiento campesino. El debate del contenido indígena en el movimiento campesino se ha elevado en los años recientes. Prevalece la idea de que no todos los indígenas son campesinos y no todos los campesinos son indígenas, por lo que coexisten diversas corrientes dentro del movimiento. De acuerdo con Pedro Esquina, de la Coordinadora Nacional Indígena y Campesina (CONIC) “(…) la mayanización es un proceso complejo que implica volver a ser lo que realmente es ser maya. Ya perdimos el idioma, las costumbres, la ideología (…) se ha dado un proceso de ladinización a un gran porcentaje de la población indígena, debemos volver a nuestras raíces mayas para entender lo que es ser maya en su profundidad.

Un problema que se vincula a este proceso de mayanización es la aparente identificación del ladino o mestizo como agente de la explotación y la situación de pobreza en que viven los pueblos indígenas. Es, por supuesto, una visión reduccionista de las cosas y muestra influencias de las tesis de Carlos Guzmán Böckler y Jean Loup Herberth desde la década de los 70s. Creemos que la lucha de clase campesina y la lucha indígena en Guatemala confluyen de manera concreta en la reivindicación de la Reforma Agraria y la Defensa de los Territorios Indígenas.

c) Sobre la construcción de la igualdad de género en el movimiento campesino. En los años recientes las mujeres campesinas, por medio de su persistente lucha y esfuerzo, han conquistado mayores espacios de toma de decisiones en las organizaciones campesinas. Si bien este es un proceso que no carece de dificultades, se ha observado mayor apertura, escuelas de formación para mujeres campesinas, encuentros, debates y análisis que se realizan por iniciativa de ellas. Sin embargo, es evidente que aún es poco visibilizada la situación de las mujeres campesinas y sus demandas específicas. Se hace necesario avanzar en las coordinaciones entre las organizaciones para transitar efectivamente hacia la equidad de género, además de mejorar la estrategia y métodos de abordaje dada la renuencia de muchos hombres del movimiento a apoyar esta lucha.

Para el Colectivo IXIM, mantener espacios de diálogo y confianza con el movimiento campesino, para ser partícipe de estos debates y construcciones colectivas, es un reto que asumimos con la seriedad que amerita. Continuaremos con nuestros aportes al movimiento con la elaboración de estudios y análisis y también de propuestas que permitan revertir la pobreza y exclusión que afecta a la mayoría de la población en Guatemala.

Colectivo de Estudios Rurales IXIM