Opinión
Ver día anteriorLunes 22 de agosto de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El virus de la desigualdad
U

na nueva generación de republicanos se ha propuesto desmantelar los programas de protección social, instituidos el siglo pasado por Roosevelt y Johnson para dignificar un poco este sistema económico que hace todo lo posible para autoinmolarse. Las profundas diferencias han convertido a la sociedad estadunidense en una de las más desiguales de los países desarrollados.

La desigualdad empezó a crecer desde mediados de los años 70, pero en la década de los 80 se acentúa con Reagan y el auge de la política neoliberal. Se profundiza aún más en el inicio de este siglo, cuando Bush hijo llega al poder. En ambos periodos, el castigo presupuestal a los programas de ayuda a los pobres es una de las causas en el incremento de la desigualdad. Otra es la migración, debido al aumento de personas que reciben bajos salarios. Sin embargo, la causa más significativa es la diferencia entre los salarios de gerentes y directores de empresas y los de los trabajadores.

En 1982 esa diferencia era de 42 veces a una y en 2004 llegó a ser de 300 veces a una, según datos censales citados en la enciclopedia concisa sobre economía (The Concise Encyclopedia of Economics). En otras palabras, un director de empresa recibía 300 mil dólares de salario mientras uno de sus trabajadores recibía mil dólares. El resultado es que hoy 10 por ciento de la población posee 80 por ciento de la riqueza, mientras 90 por ciento sólo tiene el 20 por ciento restante.

Quienes comentan las noticias en torno a las violentas protestas en algunas naciones europeas no descartan que una de las razones sea el hartazgo que causa la pésima distribución y la falta de oportunidades para los jóvenes. Por ello, es irresponsable que un grupo de legisladores ultraconservadores haga lo posible por destruir las redes de protección social creadas para atenuar esas diferencias, mientras otros hacen esfuerzos para sentar las bases que las superen, y de esa forma dar un respiro a quienes sobreviven en la parte más baja de la pirámide.

El magnate Warren Buffet, uno de los hombres más ricos en Estados Unidos, se preguntaba cómo es posible que gente como él pague impuestos en la misma proporción que los profesores, las enfermeras y los policías. A esa pregunta habría que agregar otra: ¿cuánto más permanecerá inmune Estados Unidos al contagio del virus que engendra esas protestas, de seguir profundizándose la desigualdad?

Cuando se advierte que en nuestro país existen diferencias aún más profundas, cuyo dramático resultado es la extrema pobreza que sufre más de 20 por ciento de la población y el cada vez más limitado horizonte de vida para los jóvenes, no estaría mal que nos preguntáramos si es posible permanecer inmunes a ese virus, y por cuánto tiempo.