Opinión
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El Magreb: fin de época
El complejo que fue el último símbolo del poder del tirano
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ara entender el simbolismo que entraña la imagen de los rebeldes libios corriendo triunfantes por el complejo de Bab Aziziya de Muammar Kadafi este martes, vale recordar que la construcción ha sido un tótem contra la OTAN y el desafío de la insurrección durante los últimos seis meses sin contar, claro, las últimas décadas.

En marzo, el complejo estaba tomado por guardianes del régimen que observaban a los cientos de libios que se reunieron como escudos humanos en torno a la construcción fortificada de seis kilómetros cuadrados de superficie. Vimos a los supuestos simpatizantes cantar y seguir el compás de pegajosos ritmos africanos y versos hechos con palabras tomadas del escalofriante discurso que el dictador pronunció el pasado 22 de febrero. Fue uno en que prometió que daría caza a sus enemigos zenga-zenga; callejón por callejón, pulgada por pulgada, calle por calle, casa por casa.

Después, las pancartas, algunas con textos en inglés para beneficio de las televisoras, proclamaban: Libia está unida y fuera de su alcance, y también: Los estamos esperando y los peces también.

Hombres, mujeres y niños habían pasado frente a los soldados armados, un tanque y milicianos vestidos de civil y portando rifles AK-47 para proclamar su lealtad al grito de Dios, Muammar, Libia; es todo lo que necesitamos.

Ahora, en vez de ser cazadas las ratas, como los llamó Kadafi, estaban en el complejo la noche del martes; en lugar de los jóvenes fanáticos que cantaron y corearon su lealtad al hermano líder, ahora los opositores treparon hasta la cima de una de las más reconocibles esculturas de estilo socialista: un enorme puño dorado que aplasta un avión de guerra enemigo, con el que se conmemoró que Kadafi sobreviviera los ataques aéreos que el presidente estadunidense Ronald Reagan ordenó sobre Trípoli en 1986, en represalia por un atentado contra una discoteca en Berlín que era frecuentada por militares estadunidenses.

No es nada seguro que todos aquellos que juraron proteger al dictador libio estuvieran ahí voluntariamente. Disidentes exiliados dijeron más tarde que reconocieron en las imágenes de televisión a varios de sus camaradas que estaban entre la multitud, hombres que fueron sacados de prisión con el fin de inflar las filas pro Kadafi. Pasará algún tiempo antes de que sepamos si alguno de ellos se cobró una dulce venganza corriendo este martes por el complejo, con un entusiasmo absolutamente auténtico.

Para entrar a la construcción en marzo pasado se tenía que hacer fila para llegar al lugar donde la gente era cateada y sus pertenencias examinadas con detectores de metales y escáners.

Después de comenzar, también en marzo, su campaña aérea, la OTAN disparó contra posiciones específicas dentro del complejo unas seis veces y afirmó que se trataba de centros de comando y control operados por el régimen. Funcionarios libios negaron insistentemente que dichas instalaciones existieran, si bien eran muy cuidadosos en mostrar a periodistas sólo edificios dañados previamente seleccionados.

Por dentro, Bab Aziziya es una extraña mezcla de imponentes barracas militares, cuarteles y villas que parecen casi de centro vacacional. Se dice que en un momento dado, Kadafi vivió en una carpa beduina en el parque del complejo, sembrado de palmas datileras y olivos, y que desde ahí podían verse las luces de los hoteles Carinthia y Marriot, desde hace mucho abandonados. Ahora, persiste el rumor de que Kadafi está oculto en una guarida formada por búnkers dentro de los límites del complejo.

Había salones destinados a banquetes y visitas de Estado, una gran biblioteca en la cual, según funcionarios de Kadafi, el dictador alguna vez departió con Tony Blair. Pero desde luego, el principal monumento, y el que todos deseaban ver era La Casa de la Resistencia, es decir, las ruinas cuidadosamente conservadas del edificio de varios pisos destruido por los jets de Reagan en 1986; el emblema de la aparente capacidad permanente de Kadafi de resistir los embates de poderes extranjeros.

En muchas formas, la conquista de Bab Aziziya es un potente y telegénico símbolo de una dictadura como lo fue el famoso derribo de la estatua de Saddam Hussein que estaba en la plaza Bagdad, el 9 de abril de 2003.

Así como muchos iraquíes se preocuparon durante semanas de que el verdadero Sadddam volviera de alguna forma a reimponer su poder sobre el pueblo, de la misma forma los ciudadanos de Trípoli que celebraban la noche de este martes no se sentirán verdaderamente seguros y liberados hasta que sepan qué suerte corrió el hombre que dominó cada aspecto de sus vidas durante más de cuatro décadas.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca