Opinión
Ver día anteriorSábado 27 de agosto de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
¡Música en Metrópolis!
L

ucha de clases. Opresión de la burguesía. Esclavitud de la clase trabajadora. Maquinismo brutalista. Científico loco. Relevo generacional. Venganza transgeneracional. Inseguridad industrial. Transferencia mujer-máquina. Damisela inocente, femme fatale, robot fatal. Depravación burguesa. Sacrificio de las clases bajas. Fanatismo religioso. Sexualidad reprimida. Sexualidad equívoca. Desastre y rescate. Amor frustrado. Transmutación de villano a redentor. La policía como Big Brother. Héroe arquetípico de evidentes inclinaciones homoeróticas. Reconciliación final de los opuestos.

Estos son algunos de los temas que se exploran en esa maravilla fílmica que es Metrópolis (Fritz Lang, 1927), una de las películas más influyentes y duraderas en la historia del cine. Hace unos días, la Décima Semana de Cine Alemán (de programación irregular e insatisfactoria, por cierto) clausuró sus actividades con la proyección de Metrópolis en el Auditorio Nacional, musicalizada en vivo con la soberbia partitura original de Gottfried Huppertz por la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM) dirigida por José Luis Castillo. Si bien es cierto que algunos de los intentos previos de musicalizar Metrópolis han tenido una cierta cuota de éxito (el soundtrack urdido por Giorgio Moroder, por ejemplo, tiene algunas virtudes), mirar Metrópolis y escuchar la música de Huppertz es, literalmente, otra cosa. Muy a la usanza de la época, y con todo el bagaje de la ópera y la música programática del siglo XIX, Huppertz creó una partitura monumental de más de dos horas de duración que cubre la totalidad del filme de Lang, planteando una orquesta grande y una textura musical que, salvo muy contados momentos, es de grueso calibre. Dicho de otro modo, Huppertz utiliza la orquesta completa a lo largo de casi toda la película, con un resultado sonoro potente, hiperactivo, siempre dinámico y por momentos muy cercano a los paroxismos expresivos que marcan el filme de Lang.

También muy de acuerdo con la costumbre de su tiempo, Huppertz plantea un interesante balance entre la música que debe funcionar como un complemento general a la acción, y aquella que requiere de una sincronía más específica. Así, por ejemplo, los gordos acordes de maderas y metales para el gigantesco silbato de la planta industrial, o los pulsos casi stravinskianos que acompañan el trabajo mecánico y embrutecedor de los obreros frente a sus máquinas. Por otra parte, Huppertz aplica con eficacia el tradicional recurso del leitmotiv, muy útil en una narración musical cinematográfica. Como mandan los cánones, sus leitmotiven son claros y bien perfilados, y por ello muy identificables por el oyente; la mayoría de ellos son originales, y a ellos Huppertz añade dos muy emblemáticos: la libertaria Marsellesa, que enmarca los afanes de rebelión de los obreros (con todo y su infaltable María-Marianne), y el fúnebre Dies irae, que acompaña varias de las numerosas imágenes mortuorias creadas por Lang y su experto cinefotógrafo, Karl Freund. Datos interesantes sobre la partitura de Huppertz: está profusamente anotada con indicaciones muy precisas de metrónomo, y muchas de sus indicaciones de rallentando van acompañadas de igualmente precisos porcentajes de reducción de velocidad. La combinación del portentoso diseño visual de Metrópolis, la amplitud y profundidad de sus temas, su ambiciosa dimensión y estructura, y la espectacular música de Gottfried Huppertz hicieron de esa proyección musicalizada en vivo un banquete para los cinéfilos-melómanos.

Dada la extensión de la partitura de Huppertz, la densidad de la textura orquestal, la complejidad de sincronización entre la música y una película a la que todavía le faltan algunos segmentos de imagen, y la escasez de ensayos, hay que aplaudir el trabajo de la OFCM, en particular el de José Luis Castillo, siempre entusiasta y comprometido con este tipo de proyectos interdisciplinarios. Sus palabras al día siguiente del agotador maratón metropolitano: Vertí sangre, sudor y lágrimas, pero me divertí como loco. Y creo que quedó bien. Yo diría que quedó más que bien.

Para quienes se quedaron (nos quedamos) con las ganas de más: en el vecino Lunario del Auditorio Nacional se musicalizan películas en vivo con frecuencia.