Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 28 de agosto de 2011 Num: 860

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Ricardo Venegas

Un Oscar en el
Texican Café

Saúl Toledo Ramos

Haití militarizado
Fabrizio Lorusso

Historias de frontera
y sus alrededores

Esther Andradi entrevista
con Rolando Hinojosa

Mozart: no hay nada
que su música no toque

Antonio Valle

Dickens, el burlón
Ricardo Guzmán Wolffer

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Un Oscar en el Texican Café

Saúl Toledo Ramos

Para Ana, in memoriam

Un envidioso, a quien no le tocó atenderlo dice: “El cliente más importante que hemos tenido es Ross Perot.” Alguien replica: “Pero de Ross Perot ya nadie se acuerda y de él sí. Aún actúa y hace películas.” La mesera que le sirvió tercia: “Además se portó muy bien y me dejó cincuenta dólares de propina.” Pero sólo hasta que se fue y alguien se lo dijo, se enteró de que su cliente había sido Adrien Brody.

Como a las 5 de la tarde del 30 de junio llegaron tres individuos de lo más ordinarios. Dos iban en bermudas y bueno, el otro llamaba la atención ya que hacía un calor espantoso (105f) y vestía un traje deportivo de pantalón y chamarra rojos con franjas negras en los costados y una gorra en los mismos tonos. A leguas se veía que esa ropa era como dos tallas más grande que la suya. Su pelo era largo, los mechones se escapaban de la cachucha y junto con la barba enmarcaban un rostro amable y sonriente todo el tiempo.

Hasta ahí la cosa no parecía ir más allá de lo normal, pero había que considerar que Brody no era un cliente mas, sino uno que ha aparecido en las pantallas de los cines de casi todo el mundo; que ha trabajado al lado de varios directores, entre los que destacan Peter Jackson, Woody Allen y Roman Polansky. Su papel con este último, en El pianista, le valió la obtención del Oscar a mejor actor, convirtiéndose en el más joven en ganarlo.

Pero era evidente que el histrión estaba ahí –o trataba de estar– de incógnito, sin asumirse como súper estrella ni rodeado por esa falsa aura con la que se cubren algunos y algunas que están muy por debajo del nivel. Así que, mientras nadie lo notó, se dedicó a comer; pidió té helado de tomar y el más ordinario de los platillos tex-mex: crispy tacos, que son tortillas dobladas fritas en aceite hasta que quedan rígidas; se rellenan con carne molida, lechuga, jitomate y queso amarillo deshebrado. De postre solicitaron sopapillas, buñuelitos triangulares bañados con miel y espolvoreados con canela y azúcar.

Brodie nunca se quitó la gorra. Se la ladeaba un poco, la bajaba para cubrirse el rostro. Casi se escapa de todos pero al final su enorme y desviada nariz lo delató.  En la salida se llevó a cabo el siguiente diálogo:

–¿Disculpa, por casualidad has visto una película llamada El pianista? (risas de él y sus acompañantes) Te pareces al actor.

–Yo soy. Adrien Brody.

–No, tú no eres.

A pesar de todo, se ve que  Brody disfruta que alguien haya reparado en que él es él.

–A ver, si eres Adrien Brody, dime otros de tus filmes.

–King Kong, Los hermanos Bloom…(Risas)

Uno de sus amigos grita:

–¡Él es Adrien Brody!…

–¡Oye, pero tú ganaste un Oscar!

–Sí, pero es un secreto.

–¡Cómo va a ser un secreto. Todos vimos cuando te lo entregaron!

–…

Dos mujeres entran al restaurante. Una de ellas lo reconoce.

–¿Adrien Brody?

Parece incómodo al ver que alguien más lo ha reconocido. Extiende la mano.

–Gracias. Me tengo que ir.

–No te vayas. Dame tu autógrafo.

Rápido garabatea su nombre en un pedazo de papel y escapa. De espaldas, el traje deportivo le luce grandísimo.

Adentro, el personal del restaurante manifiesta su decepción. Estuvo Adrien Brody y nadie se dio cuenta. La mesera que lo atendió, no obstante, está contenta porque ganó una buena propina. Pero a hurtadillas ofrece:

–Mi familia no me lo va a creer. Dame el autógrafo y te doy los cincuenta dólares.