Opinión
Ver día anteriorMartes 30 de agosto de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Enrique Jezik, en el MUAC
L

a exposición de Enrique Jezik, artista nacido en Argentina, quien vive en nuestro país desde 1990, es capaz de violentar al espectador, y eso es una virtud. No puede asegurarse que sea resultado directo del impacto que le provocaron los terribles acontecimientos represivos en su país durante su infancia y juventud, pero es indudable que le dejaron huella indeleble, presta a reafirmarse a través de lo que sucede en los tiempos que vivimos, tanto aquí como, se diría, que casi a escala planetaria.

Cerca de la totalidad de su trabajo opera como transposición de la violencia convertida en actos que suelen perpetrar poderosas máquinas. A veces estos actos tienen connotaciones sexuales, otras se centran en demoliciones y percusiones vandálicas.

¿Hay una estética de la violencia? Sí la hay, y a partir de la Contrarreforma (aunque no sólo en este contexto) se hizo evidente en los cientos de martirologios cristianos llevados a la pintura. Pero se entiende que en las prácticas escultóricas, gráficas y de video que Jezik lleva a cabo, tanto en sus instalaciones como en sus acciones performáticas, predomina la moción de manifestarlas mediante elementos reales, como las cercas de alambre, los vaciados de antebrazos perforados, el impacto chirriante de un rastrillo eléctrico sobre planchas de cemento. De modo que trasponen de manera materializada y no simplemente representada, como ocurre en los martirologios que menciono o en las pinturas de batallas. Éstas, debido a su fijeza, conllevan un elemento que obliga a depositar los ojos en ellas y a disfrutarlas como lo que son: pinturas, grabados, etcétera.

El cine, el fotorreportaje, los videos, la red y ahora una exposición como la que comento, forman una cadena asociativa que no deja indemne.

No parece haber dos partidos: es decir, los que agraden y destruyen contra los que sufren y son victimizados. Las acciones pueden volverse sobre sí mismas, como en el mito se Sísifo, y todo integra una misma construcción. No se vislumbra posibilidad de salvación, tal como lo indica el título de la exhibición: Obstruir, destruir, ocultar.

El tratamiento de los materiales puede parecer burdo, como sucede con las mesas de triplay alternadas con los vaciados de su brazo perforado, y eso ubica su quehacer en una tónica agreste que registra también de ese modo lo que sucede, cuantimás que el espectador se ve acompañado en todo momento durante su recorrido por sonidos que a modo de soundtrack lastiman los oídos acompañando el discurso visual.

También hay ejemplos contrarios a la tónica que denomino agreste. Entre otras piezas, esa condición se encuentra ejemplificada en una de grandes dimensiones apoyada contra un muro o mampara. Divide y vencerás se integra de 570 placas de acero grabadas en aguafuerte. Cada una guarda los contornos topográficos de los 570 municipios en los que se divide el estado de Oaxaca, que Jezik conoce muy bien porque ha realizado trabajo de campo en varias de sus regiones.

Esta obra pertenece a las colecciones del Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, aunque no me había sido dado verla allí exhibida. Es del año 2000, mismo en el que creó otra de sus piezas referidas a Oaxaca. Es una valla de acero en la que los módulos parten de formaciones triangulares bien ideadas, como si se tratara de una obra ingenieril. Ostenta la silueta del estado y fue proporcionada en préstamo por el Museo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, a cuyo acervo pertenece.

El artista ha expuesto instalaciones que fueron grabadas en los videos exhibidos en ciudades de Francia, Rusia, Canadá y Estados Unidos. La más impresionante, desde mi punto de vista, fue grabada en la República Checa, las cédulas dan cuenta pormenorizada de las acciones y de los sitios en los que se captaron. Puede observarse que muchos de los espectadores se dedicaban a retratarlas con las cámaras de sus móviles, en vez de calibrarlas y sentirlas, se diría que en las vísceras.

La instalación que mayormente me impactó es la de las siluetas humanas estandarizadas, recortadas y pintadas en madera laminada. El efecto que produce se debe a que la madera está realmente herida, se diría que sangra. Esta obra se titula Práctica, y en efecto los 20 elementos, cada uno de 200 x 60, son blancos de tiro que fueron baleados con escopetas y pistolas mediante 200 cartuchos y balas. Son muertos que aquí están erectos; es distinto lo que sucede (aunque también el efecto sea siniestro) cuando uno se ha topado con siluetas de fierro utilizadas como prácticas de tiro.

Se quisiera que alguien como el poeta Juan Gelman comentara esta impactante exhibición que, por cierto, según la experiencia personal que recabé, es visitada prioritariamente por público muy joven en días hábiles. Los ámbitos museográficos han sido meticulosamente trabajados para albergarla.