Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 4 de septiembre de 2011 Num: 861

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Tomarse el día
Aura MO

Monólogos Compartidos
Francisco Torres Córdova

Mujeres, poetas y beatniks
Andrea Anaya Cetina

Entrevista con Alberto Manguel
Adriana Cortés Colofón

Lawrence Ferlinghetti.
¿Qué es poesía?

José María Espinasa

Lucian Freud, lo verdadero y lo palpable
Anitzel Díaz

Lucian Freud más allá de la belleza
Miguel Ángel Muñoz

Manuel Puig: lo cursi transmutado en arte
Alejandro Michelena

Leer

Columnas:
Señales en el camino
Marco Antonio Campos

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Hugo Gutiérrez Vega

Discurso por el agua (VI Y ÚLTMA)

Las novelas de Mark Twain se desarrollan en los pueblos ribereños del señorial Mississippi, el old man river de la canción de Jerome Kern. Tom Sawyer, la cuidadosa tía, Huck Finn y todos los personajes de su ciclo novelístico rigen sus vidas por los ritmos del río, y se llenan los ojos del agua que, según Heráclito, nunca es la misma. Para Palés Matos, las Antillas mayores y menores están representadas por una hermosa mulata de amplia y sensual cadera, la mulata Antilla. Vive junto al agua que testimonia tantos viajes y aventuras, y se balancea cuando la fuerza del huracán recorre las islas (como en el verso “el otoño recorre las islas”, de Lezama Lima). En su “Plena del menéalo”, Palés Matos pide a la mulata que, impulsada por el huracán (el dios de los taínos), mueva el caderamen y le dice: “Y menéalo, menéalo, para que rabie el tío Sam.” El cuerpo femenino y el ritmo de las olas se unen en su poesía: “Por la encendida calle antillana/ va Tembandumba de la Quimbamba/ rumba, macumba, candomble, bámbula/ entre dos filas de negras caras.”

Al fondo de la calle se ve el mar de los trópicos y, muy cerca, se levantan los muros de las fortalezas que repelieron muchas veces las incursiones piratas.

Moby Dick, la ballena blanca de Melville, perseguida obsesivamente por el vengativo Capitán Ahab, es una metáfora del mundo y de la vida. El agua alimenta al monstruo que sale a flote y vuelve a sumergirse en sus laberintos. London recorre los mares y el Outcast of the Islands, junto con Nostromo y The Nigger of the Narcissus, de Conrad, viven en las islas y son casi acuáticos en su actitud frente a la vida y al mundo. Lo mismo le sucede a Lord Jim, y al siniestro personaje que vive y mata al final del río en El corazón de las tinieblas.

En México, Bruno Traven escribió varios libros de tema marino que, sin duda, eran casi autobiográficos; José Mancisidor escribió una novela, Frontera junto al mar, donde el personaje central es el agua, y qué decir de El viejo y el mar, de Hemingway, y del hermoso diálogo entre el audaz y casi rendido anciano con el pez que tratan de robarle los tiburones parásitos.

Arciniégas describe magistralmente el mar en su Biografía del Caribe, y Alejo Carpentier nos habla de sus islas, de sus reyes negros, sus ilustrados viajeros y colonizadores, mientras que José Eustasio Rivera, el colombiano, y José Hernández, el peruano, aman y sufren el Amazonas en donde vive la anaconda cantada por Horacio Quiroga. Iquitos y Leticia, las capitales de las regiones amazónicas de Colombia y Perú son los escenarios de La vorágine y de Sanganá. A sus personajes los devoró la selva y sus cuerpos fueron llevados por el río que alimenta y mata a la vez.

Agua y literatura, viajes prodigiosos en carabelas frágiles, bergantines impulsados por el viento, trasatlánticos con personajes de Scott Fitzgerald, de Coward, de Somerset Maugham; poemas en busca del agua, oraciones para pedirla, prodigiosas construcciones para captarla, dominarla y mantenerla como fuente de vida. Estos han sido los temas de este discurso. Tómenlo como mi honda preocupación por el porvenir de la humanidad ligada de tantas maneras al agua. Ojalá que la solidaridad presida las reuniones de los técnicos. Recuerden la copla andaluza: “Agua que no haz de beber, déjala correr, déjala, déjala”... Déjala para los otros seres humanos, la fauna y la flora, compártela, defiéndela, ámala como el marinerito de Alberti, cuya blusa inflaba el viento de la escollera.

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