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La normatividad, más que facilitar, obstaculiza, señalan en el congreso BioMonterrey

La vinculación de academia y empresa no es prioridad nacional

Desalentadoras, las acciones de México en materia de patentes, afirma Francisco Xavier Soberón

La ciencia en México tiende más bien a ser básica, destaca Miguel José Yacamán

Enviado
Periódico La Jornada
Miércoles 7 de septiembre de 2011, p. 2

Monterrey NL, 6 de septiembre. La idea de vincular el sector académico con el empresarial para la transferencia del conocimiento a la industria existe en México desde hace al menos 30 años; sin embargo, no hay indicadores que muestren resultados contundentes, aseguraron investigadores y representantes de la industria privada.

En el segundo día de actividades del congreso BioMonterrey 2011, organizado por el gobierno del estado, por medio de la Coordinación de Ciencia y Tecnología, y la Universidad Autónoma de Nuevo León, académicos y empresarios debatieron sobre la urgente necesidad de allanar el camino y el marco legal para vincular ambos sectores y generar el desarrollo económico y social de la nación.

Coincidieron en que, si bien tanto los investigadores como empresarios han fallado en propiciar esa unión, el gobierno y otros actores políticos también tienen gran responsabilidad en ello, pues se ha carecido de un proyecto de Estado en la materia y la normatividad, más que facilitar la vinculación, la dificulta.

El director del Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen) y ex director del Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Francisco Xavier Soberón, señaló que sin una política de fomento avanzada y diferente a la actual, y sin muestras contundentes de que la colaboración academia-empresa es una prioridad nacional, en el país no habrá innovación.

Dijo que en México se habla de esta vinculación desde la década de 1980, pero a la fecha no hay muestras de resultados. Sin embargo, resaltó que actualmente existen todos los elementos para concretarla, para lo cual empresarios e investigadores deben confiar, además de que las autoridades gubernamentales deben propiciar esa colaboración.

Las patentes, aseveró, son el mejor indicador de la inventiva de las naciones, y en este renglón las acciones de México son desalentadoras, lo que indica una muy limitada capacidad de innovación. Esto es inconcebible para el país.

El investigador subrayó que es necesario quitarse el miedo al fracaso, pues existe una tasa de éxito de sólo 20 por ciento, pero para innovar se debe fracasar. Además, también se requiere de la participación bidireccional de academia e industria. Lamentó que a casi un año de que que termine el actual sexenio el Programa Nacional de Innovación aún no haya visto la luz.

El desarrollo de investigación no sólo debe basarse en las necesidades del mercado. Soberón destacó, por ejemplo, que el mercado no demandaba el conocimiento en genómica, y hoy éste es fundamental y un gran nicho para el desarrollo económico.

En entrevista, Miguel José Yacamán, investigador mexicano que trabaja en la Universidad de Texas, sostuvo que uno de los problemas serios del país es que la ciencia tiende a ser más bien básica, con poco impacto en la innovación. Se busca más la publicación de artículos que la vinculación y el impacto de alto nivel.

Cambiar criterios

Sostuvo que los investigadores nacionales deben cambiar el criterio. Si bien realizan papers, también tienen que desarrollar proyectos de investigación que realmente se traduzcan en innovaciones e ideas transformadoras. “La revista Nature lo puso en claro hace algunos años. Definió a la ciencia mexicana como la del ‘yo también lo hice’. Llegamos en segundo lugar en muchas cosas, son pocas en las que llegamos en primero. Todavía tenemos mucha colaboración con laboratorios del extranjero, hay pocas áreas en las que somos el número uno, siempre estamos un poco a la zaga. Creo que es momento de que haya más grupos que lleven el liderazgo internacional; sí los hay, pero son pocos.”

Tonatiuh Ramírez, jefe del departamento de medicina molecular y bioprocesos del Instituto de Biotecnología de la UNAM, destacó varias rutas para la transferencia del conocimiento de la academia a la industria privada: uno, dijo, es que el investigador genere el gran descubrimiento, el cual es captado por los empresarios.

La segunda posibilidad es que los científicos se ubiquen como facilitadores y la empresa les proporcione las herramientas para realizar investigación. Una más es la asociación íntima, que permite aprender a ambos sectores y la última opción es que los investigadores se vuelvan emprendedores y creen sus propias empresas.

Rafael Rivero, director de la unidad Irapuato del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional, indicó que esta dependencia, que es la segunda en producción científica del país –después de la UNAM–, tiene grandes dificultades para transferir el conocimiento a la industria.

Esto se da, señaló, debido a que desde su fundación el Cinvestav es una paraestatal, por lo que son regidos por la normatividad del gobierno federal. Esto convierte a sus investigadores en servidores públicos que tienen que sujetarse a esas reglas, lo que les impide en muchas ocasiones la transferencia.