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Ver día anteriorJueves 8 de septiembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Educación y proyecto político
E

n discursos y documentos de toda corriente política, de derecha o izquierda, ocupa lugar destacado la educación, pero atrás de una engañosa coincidencia –pues todos afirman que debe impulsársele y elevar su calidad–, la diferencia es sustantiva en los significados que confieren al diagnóstico del estado actual del sistema educativo, en las propuestas de reforma y desarrollo del mismo, y particularmente, en cómo conciben la función que la educación desempeña en el progreso de los individuos y la sociedad.

Las personas, grupos y organizaciones de derecha, que no cuestionan el sistema económico político actual y, si acaso, se pronuncian por corregir lo que consideran sus deficiencias, errores o abusos, postulan que todos los males de la sociedad tienen su origen en la carencia de educación del pueblo, y que proveérsela es la panacea. Para la derecha, sólo con educación la gente será competitiva y buena, así saldrá de su penuria y se comportará como ciudadanía responsable.

Muchos creen que han descubierto la gran nueva verdad en esos supuestos acerca de la trascendencia de la educación, pero el planteamiento está lejos de ser nuevo; en nuestro país esta idea se ha expresado obsesivamente por lo menos desde principios del siglo XIX. Esta postura, que se denomina educacionismo, la encontramos en liberales y conservadores, en los positivistas y en los científicos, en Porfirio Díaz y en Madero, en presidentes y secretarios de Educación desde Obregón hasta Calderón. Veamos algunos ejemplos que permite este espacio.

Podrían llenarse varios volúmenes con citas como estas: “Nada es más importante para un Estado que la instrucción de la juventud… el elemento más necesario para la prosperidad de un pueblo es el buen uso y ejercicio de la razón, que no se logra sino por la educación de las masas” (José María Luis Mora). “… la instrucción pública es el fundamento de la felicidad social, el principio en que descansan la libertad y el engrandecimiento de los pueblos” (Benito Juárez). “A la vista están los males que la falta de educación de nuestro pueblo están causando… los males todos individuales y sociales cesarán desde el momento en que la luz del estudio haya disipado las tinieblas en que la ignorancia envuelve la humanidad… Esta verdad, que está grabada en todas las conciencias, ha sido comprendida ya por nuestros hombres públicos y gracias a sus afanes vemos aparecer escuelas por todas partes” (Justo Sierra). Que sea un objetivo nacional, que sea un ideal de todos los mexicanos, que no haya niños sin escuela. Lo demás vendrá por añadidura (Luis Echeverría). Y, finalmente, la educación es el único puente seguro a un mayor desarrollo, a un mejor empleo, a una vida más digna (Felipe Calderón). La única excepción fue Lázaro Cárdenas, quien daba enorme importancia a la educación, pero consideraba que la solución de los problemas nacionales exigía la transformación del sistema socioeconómico.

La gravedad de los problemas que padece hoy nuestro país hace imposible que los grupos dominantes y la derecha permanezcan en silencio; pero, incapaces de aceptar que el verdadero origen es el sistema económico y político dominante, acuden a esa vieja cantaleta: repiten que la falta de buenas escuelas y buenos maestros es la causa de todos los males sociales e individuales, y que sólo mejorando el sistema escolar la gente saldrá de la precariedad y la sociedad resolverá las graves desventuras que la aquejan. La historia ha demostrado que este planteamiento es puramente ideológico, perfecto para defender los intereses de los beneficiarios del statu quo, pero irreconciliable con la realidad y las posturas que definen a la verdadera izquierda, para quien está claro que los problemas nacionales no se derivan de la ignorancia del pueblo sino de la prevalencia de estructuras políticas y económicas que impiden a éste ejercer sus derechos y vivir en condiciones dignas y propicias para su desarrollo cultural. Por supuesto que se reconoce el valor de la educación, pero desde la verdadera izquierda las necesidades en este campo no se usan como coartada para justificar la continuación del actual sistema económico y político injusto y opresivo, ni se usa a la escuela y a los maestros como chivo expiatorio.

El nuevo proyecto de nación, postulado por el Movimiento de Regeneración Nacional se sustenta en una filosofía clara en cuanto a valores morales, culturales y sociales a los que reconoce gran trascendencia, pero se ubica en el polo opuesto de ese educacionismo de derecha. Tampoco cae en la postura economicista que ignora las dimensiones cultural e ideológica de la realidad. Al sistema escolar le dedica escasas cinco páginas de las más de 330 que lo contienen, pero dedica las primeras 60 a un detallado programa para la promoción de una revolución de las conciencias y un pensamiento crítico, sustentados en el cambio de estructuras sociales, económicas y políticas. Elaborado por poco más de 30 académicos e intelectuales, científicos, humanistas y técnicos de sólida formación, y que han hecho contribuciones valiosísimas en cada uno de sus campos, logra engarzar con eficacia los aspectos estructurales y superestructurales del proyecto que ponen a la consideración del pueblo de México.

Sin duda un documento de estas dimensiones y de contenido tan vasto resultará polémico en algunas de sus partes; sin embargo, cumple con el triple propósito de responder a quienes consideran que no hay de otra, de hacer ver que otro mundo es posible y de proponer caminos eficaces para lograrlo.