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Ver día anteriorDomingo 11 de septiembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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A la mitad del foro

De jueces, juglares y jolgorios

Y

a no hay informe a la nación, ya casi no hay rastro de la República ni de la división de poderes. Las plañideras se escandalizan por el debilitamiento del Presidente, sin que aparezcan brujas de Macbeth como recuerdo del porvenir para recordarles que vendrá el día en que los bosques caminarán y que nunca fue personal, permanente, omnímoda, la fuerza del señor presidente, que la fuerza era de la institución presidencial y que los alternantes se encargaron de romper el juguete.

Largos años del PNR-PRM-PRI y del priato tardío fueron escenario del monacal silencio que invadía Palacio Nacional y los corredores de Los Pinos en días previos al Informe presidencial. Los medios repetían año tras año la crónica del retiro, del encierro presidencial, para velar armas antes de la comparecencia ante el Congreso de la Unión para informar al pueblo, a través de sus representantes, del estado que guardaban los negocios de la cosa pública. Ritual republicano o mascarada monárquica, esos días de silencio daban un respiro a los ciudadanos, obligaban a los que hacían como que hacían política a recluirse en un retiro laico. Hasta que el uso derivó en abuso y los trabajadores de los medios acudían al amanecer del primero de septiembre a las antesalas de Los Pinos y preguntaban solemnemente qué había desayunado el señor, plasmaban su imagen sobando ombligos estatuarios o subiendo al despacho de palacio para ponerse la banda tricolor y de ahí, en auto descubierto, aclamado hasta llegar al Congreso de la Unión.

Se acabó la farsa palaciega que llegó a envilecer el noble acto republicano del Ejecutivo, obligado a comparecer ante los integrantes del Poder Legislativo. Y se acabaron los días de guardar, los del silencio presidencial en el recogimiento de Palacio y la emulación de cortesanos, funcionarios, políticos, partidarios y oposicionistas; el alivio de un receso y la posibilidad de un mensaje político que impactará el ámbito político y a los ciudadanos todos. Y vino el jolgorio de la incontinencia verbal, de la presencia constante en las pantallas de televisión, en las estaciones de radio, en los teléfonos hogareños, en las redes sociales de la red electrónica infinita; no hay espacio privado a salvo, no hay individuo al que no lleguen una y mil veces la voz e imagen de Felipe Calderón, la narración de milagros, de logros portentosos, del valor empeñado en la guerra contra los malos. Eliminado el cortejo imperial de pacotilla, nos imponen la omnipresencia del Big Brother bajo palio y con bendiciones cardenalicias.

Entrevistas, espots, tweets en el lenguaje trunco que les es propio, palabras, palabras, palabras. Y el poder. En el ambiente de juglares se cuelan reproches a todo aquel que no concuerda con quien ejerce el poder: el del mandato y el del desbordamiento del mando, la docilidad de los cortesanos y las ambiciones de colaboradores que se sueñan ministros en régimen que nunca ha sido parlamentario pero se saben sujetos a la caprichosa voluntad de quien es dueño de la expectativa. Habló el presidente Calderón, entrevistado por Joaquín López-Dóriga: “Qué quieres que haga, ‘mano’; yo los agarro, los agarro, los agarro, y ellos (los jueces) los sueltan, los sueltan”. Así, vuelta a caer en la tentación totalitaria que halaga a la multitud, al confirmar sus prejuicios o su certidumbre de padecer un sistema judicial trunco, corrupto, inequitativo, espejo de la oligarquía imperante y la desigualdad rampante.

Los jueces ya habían respondido a exabrupto similar previo. Pero ahora hubo respuesta formal de la Judicatura, así como declaraciones en la Suprema Corte: no se trata de negar la libertad de expresión, mucho menos de silenciar al titular del Poder Ejecutivo de la Unión o de avalar actos de corrupción en el sistema judicial; lo que afirma la Judicatura es que nadie puede hacer cargos por consigna, acusaciones sin pruebas, señalamientos generalizados. Sobre todo si quien los hace es el presidente de la República, el abogado Felipe Calderón Hinojosa. No es, no ha sido, el primer conflicto, el primer enfrentamiento entre dos poderes. Pero hasta donde la memoria alcanza, se dieron y se resolvieron a través de las vías institucionales. Y en este desolador septiembre, Felipe Calderón decidió responder a través de los medios de comunicación masiva y ahí manifestar su disgusto por los actos de lesa majestad de la Corte.

Fiestas patrias y festín de sicarios en el combate territorial que trasciende el mercado de narcomenudeo y enciende fuegos de artificio en las decenas de casinos, antros, desplumaderos con licencia para juegos de azar, de apuestas con maquinitas y con ladrones no mancos. Tras las fachadas de falso lujo, penosa imitación de Las Vegas, la clase media apresura su proletarización: la casa gana. Y ganan los políticos que les dieron patente de corso para estafar, los que permiten operar sin revisar permisos, ya no digamos las medidas de seguridad que presuntamente imponen los reglamentos municipales, y los animales de presa que cobran su cuota de protección o la cobran en víctimas de la sevicia criminal. Males son del pasado priísta, dicen los de la derecha que no niega serlo, la gente decente que sacó al PRI de Los Pinos y está dispuesta a hacer una guerra sin fin para que no vuelvan los del autoritarismo corrupto. Pero los donadores de concesiones que se multiplican como en el milagro de los peces y el pan, los funcionarios del cohecho a los explotadores de casinos, así como quienes debieran controlar a unos y otros, no vienen del pasado. Son panistas de cepa y de nuevo cuño.

En su guardia, bajo su responsabilidad, se dieron concesiones a manos llenas. Los videos que aparecen oportuna, milagrosamente, para exhibir a los adversarios del partido en el poder en vísperas de elecciones, muestran en Monterrey, entre otros, al hermano del alcalde panista de la regia capital de los caballeros de industria que se olvidan de Chipinque y piden cambio en los mandos nacionales. Madero se llama el líder del panismo nacional; Madero, dicen, se llama uno de los que recibieron concesiones de manos de Santiago Creel cuando despachaba en Bucareli; en Gobernación, donde Francisco Blake no puede encontrar los nombres de los concesionarios del casino incendiado, donde murieron más de 50 ciudadanos de nuestra pobre República.

En octubre se iniciará el proceso que concluirá con la elección de presidente de la República, diputados y senadores del Congreso de la Unión, así como gobernadores, diputados locales y ediles en los estados que cambiaron sus calendarios electorales para llegar junto al que llegará a Los Pinos. Sueños de opio durante la estabilidad del coma que precedió la agonía del partido hegemónico. Hoy asistimos en Los Pinos al acto de juglería con el que Felipe Calderón hace un hoyo y abre un ciento. O debiera, pero en Los Pinos juegan a las sillas musicales y sale uno entre fanfarrias que anuncian la consagración del delfín; potencial, porque ahora no designan sucesor, sino competidor. Y falta el consejo: reunión de pastores, cordero muerto, dice el viejo proverbio.

Enrique Peña mostró el músculo y espera; Manlio Fabio Beltrones mostró oficio y propone el programa antes del hombre. Marcelo Ebrard corrió a Martí Batres y el del dinero, René Bejarano, dice que todos van a perder. Pero Andrés Manuel López Obrador no quiere pelear, sino debatir con Carlos Salinas de Gortari.