Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 11 de septiembre de 2011 Num: 862

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Dos narradores

La desaparición de
las humanidades

Gabriel Vargas Lozano

En Washington se
habla inglés

Hjalmar Flax

Una historia de Trotski
Paulina Tercero entrevista
con Leonardo Padura

Borges: la inmortalidad como destino
Carlos Yusti

Cantinflas, sinsentido popular y sinsentido culto
Ricardo Bada

Cantinflas: los orígenes
de la carpa

Carlos Bonfil

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Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Las realidades alternas de Murakami

Adrián Medina Liberty


1Q84,
Haruki Murakami,
Tusquets,
España, 2011.

Aparentemente, la realidad y la ficción constituyen los polos de un continuo donde lo concreto y lo material arman a la primera mientras que la fantasía y lo imaginario urden a la segunda, pero, con frecuencia, estos polos no sólo se confunden sino que superponen y se animan mutuamente. La literatura es uno de esos lugares donde la pretensión de un deslinde preciso entre realidad y ficción no sólo se antoja espinosa sino resulta indeseable. La imaginación nutre por igual tanto a la vida –ingrediente ingénito de la motivación, de anhelos y deseos–, como a la ficción –la mágica hebra que urde la trama.

Murakami es uno de esos autores que busca –y genera– placer con el desconcierto de tramas que ponen al lector en un espacio que parece hilvanar los sueños, lo real y lo imaginario como si fuesen un territorio único e indivisible. “Aunque toda la obra es de corte fantástico –comenta uno de los personajes de 1Q84 la última novela de Murakami–, los detalles de las descripciones son extremadamente realistas.” Sin duda, este comentario puede aplicarse sin dificultad a la propia obra del autor japonés.

Al inicio de 1Q84, Aomame se dirige a una cita de trabajo a bordo de un taxi que es, inusualmente, silencioso y lujoso. Un embotellamiento vehicular la obliga a apearse y, por consejo del conductor, decide tomar un tren para lo cual deberá descender por una escalera de emergencia que la llevará al nivel de la calle. Justo antes de dejar el taxi, el conductor le comenta que “no se deje engañar por las apariencias”. Este misterioso comentario pronto muestra su inquietante pertinencia. El descenso de Aomame por la escalera la conduce a un mundo sutilmente diferente. Sin embargo, en el Oriente Medio, Irán e Irak continúan una sangrienta guerra, en Estados Unidos, Walter Mondale y Gary Hart se disputan la candidatura del Partido Demócrata, el príncipe Carlos y Diana recién contrajeron matrimonio, Walesa y Solidaridad intensifican su oposición al Gobierno soviético y Michael Jackson se escucha en la radio. Todo ello le ofrece un asidero existencial a Aomame, quien cree comprender que aún continua en este mundo no obstante los inquietantes atisbos de un mundo paralelo. Convencida de que mantiene su cordura, Aomame decide nombrar a este nuevo mundo, precisamente, 1Q84.

La novela –y La crisálida del aire, la novela referida dentro de la novela– se puebla de figuras y eventos extravagantes: un pastor alemán que come con fruición espinacas, algunas personas inopinadamente desaparecen sin dejar rastro alguno, en el espacio se distinguen dos lunas, o un accidente que es provocado por un mero estornudo son ejemplos de estos episodios desusados.

La prosa de Murakami avanza tersamente y atrapa al lector como si se tratara de un thriller. Las descripciones y los diálogos son atinados y en numerosas ocasiones deslumbran por las reflexiones que suscitan. Otro factor esencial es el humor de Murakami que aparece en los momentos correctos y contrasta con los hechos sangrientos o adversos que también están presentes.

La trama le permite a Murakami discurrir sobre tópicos tan diversos como la música –Janácek y Louis Armstrong, entre otros–, muestran una tangible presencia, los cultos religiosos, la guerra, el amor y, por supuesto, sobre la propia literatura, George Orwell, Dickens y Chéjov, notablemente, son pertinentemente invocados por los personajes.

A pesar de que 1Q84 sólo incluye los dos primeros volúmenes, el libro posee un desenlace que proporciona un cierre apropiado a la novela y deja satisfecho al lector. Uno de los personajes comenta algo que, sin dificultad, podríamos atribuir al propio Murakami: “Cuando escribo sustituyo mediante las palabras la realidad que me rodea por algo que encuentro más natural. Es decir, reconstruyo. De este modo, confirmo que existo, sin duda, en este mundo.”


Los estudios históricos el día de hoy

Raúl Olvera Mijares


El beso de Lamourette. Reflexiones sobre historia cultural,
Robert Darnton,
FCE,
Buenos Aires, 2010.

El estudio contemporáneo de la historia implica una serie de hibridaciones y empréstitos mutuos entre disciplinas humanas tan especializadas como la sociología del conocimiento, la teoría estructural en literatura y diversos enfoques de la antropología cultural. Las denominaciones de historia cultural, historia intelectual, historia social de las ideas e historia de las mentalidades constituyen, entre otros temas, el eje central de las reflexiones que el historiador estadunidense Robert Darnton (Nueva York, 1939) recoge en un libro de carácter misceláneo y sugestivo. Dos cosas sorprenden de la traducción: el año de edición del original, 1989, y el carácter más bien vario y heteróclito del volumen, por tratarse de una colección de artículos periodísticos y ensayos académicos aparecidos entre 1971 y 1998.

El primer ensayo, que es precisamente el que da título al volumen, “El beso de Lamourette”, presenta un ágil repaso en torno de algunas de esas obviedades que cambiaron la vida cotidiana de los franceses a partir de 1789, que van desde la adopción del sistema métrico decimal, el tuteo generalizado, la abolición de los títulos de nobleza, el cambio en la vestimenta particularmente masculina, que pasó de llevar calzones o pantalones que llegaban hasta la rodilla, a la costumbre generalizada de llevar pantalones largos. En “Dejen que Polonia sea Polonia” Darnton reflexiona sobre la liberación polaca del yugo soviético, recordando la matanza de cerca de 20 mil oficiales del Ejército polaco perpetrada por órdenes de Stalin en el bosque de Katy– entre 1940 y 1941. Es curioso cómo se van erratas (muy probablemente desde el original en inglés) con los nombres polacos. Un hecho que extraña de un historiador especialista en el libro, la imprenta, la escritura y sobre todo con experiencia como editor universitario, además de ser uno de los iniciadores del Project Gutenberg.

En “El cine: Darnton y el double entendre”, un ensayo consagrado a la recepción en Francia del filme de Andrzej Wajda (Darnton, 1983), sobre todo a partir de la lectura de la izquierda oficializada en Francia. No habría que olvidar que Mitterrand, a quien se menciona en el artículo, fue un miembro del régimen ultraconservador de Vichy para más tarde volver la chaqueta y pasarse al otro bando. La cinta fue recibida con desgana y duras críticas, sobre todo a causa de esa imagen perversa de Robespierre, donde se quisieron descubrir ecos del general Jaruzelski, y el retrato demasiado humano de Darnton, tan amigo de la bebida. Algo que Darnton menciona respecto de los historiadores franceses, cultivadores de l’histoire des mentalités, en el sentido que su excelente prosa y sensibilidad literaria avala y sostiene sus aportes estadísticos y datos duros, es una particularidad que difícilmente podría adjudicarse a este conspicuo historiador estadunidense, empeñado, como la mayoría de sus colegas nacionales, en poner al día la disciplina de la historia colocándose a la par con algunos autores europeos.