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Bajo la Lupa

La guerra del gas de Israel vs. sus vecinos: Egipto, Gaza, Líbano, Siria y Turquía

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Un grupo de israelíes ondea banderas de su país y de Egipto, y exhibe pancartas pacifistas, el viernes pasado, frente a la embajada egipcia en Tel Aviv, una semana después de que manifestantes irrumpieron en la sede israelí en El Cairo y causaron destrozosFoto Ap
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res de las palmarias vulnerabilidades de Israel –cada vez más aislada en el planeta (un Estado paria, ex canciller Tzipi Livni dixit) y peleada prácticamente contra el mundo y consigo misma (ver Bajo la Lupa, 14/9/11)– son los hidrocarburos, los granos y el agua –que despoja descaradamente de las alturas sirias del Golán (que alimenta el lago Tiberíades/Galilea/Kineret, notable reserva hidráulica) y de los mantos acuíferos palestinos de Cisjordania, sin contar su hurto subrepticio de los afluentes del río Litani libanés.

La dependencia petrolera de la entidad sionista es dramática (importa 319 mil barriles diarios; según datos de la CIA), mientras mantiene una paridad entre producción y consumo del gas que va en ascenso.

Uno de los proveedores de gas a la entidad sionista había sido el sátrapa egipcio Hosni Mubarak, quien prácticamente se lo regalaba, lo cual indignó a los revolucionarios de la histórica plaza Al-Tahrir, quienes obligaron a la huida del embajador de Israel en El Cairo –en imitación a la expulsión de otro embajador israelí de Ankara (debido a la piratería homicida en alta mar por el ejército israelí de los nueve pacifistas turcos del barco Mavi Marmara), junto a otra fuga intempestiva del embajador sionista en Jordania (como había previsto).

Cuando fui nombrado único miembro del continente americano en una Misión de noticias y hallazgo de hechos de la ONU para el Medio Oriente en 1997, después de una charla con el príncipe hashemita jordano Hassan (quien me impresionó por su simpatía y manejo de las cifras), me ilustré sobre la creativa solución acuífera entre Israel y Jordania por el reparto del río Jordán bajo la mentalidad del beneficio mutuo (ganar-ganar), la cual ha cesado lamentablemente en la región debido al unilateralismo paleobíblico de la dupla ultrafundamentalista Netanyahu-Lieberman del sionismo jázaro (de origen mongol, dicho sea respetuosamente, y conversos a la religión judía, en contraste de los auténticos semitas sefarditas; El invento del pueblo judío, Verso 2009, del historiador israelí Shlomo Sand) y que mediante sus mitos desean imponer su insustentable cosmogonía a las relaciones internacionales.

Vale la pena recalcar que las dos franjas azules de la bandera israelí representan sus fantasiosos límites paleobíblicos con los ríos Éufrates y Nilo, los cuales siempre ha deseado confiscar.

La dependencia de Turquía, superpotencia hidráulica, ante los hidrocarburos es también dramática debido a su vital importación de Rusia, Irak e Irán (¡supersic!), lo cual ha compensado con su posicionamiento como la encrucijada para el paso de los energéticos del mar Caspio y Asia Central a Europa.

Ya había adelantado el saqueo del gas de Líbano (uno de los países más débiles del mundo, desde el punto de vista militar) por Israel (¿Nueva guerra de Israel contra Líbano por el gas?; Radar geopolítico, Contralínea, 8/8/10).

La entidad sionista posee la mejor aviación de la región, dotada clandestinamente de un máximo de 400 bombas nucleares, y desea imponer bélicamente su cosmogonía a sus vecinos árabes y su periferia no árabe (Turquía e Irán) gracias a la protección de Estados Unidos.

Hace un año formulé que “Israel se adelantó –debido a su mayor avance tecnológico y a la colusión de las petroleras y gaseras anglosajonas– a desarrollar los dos campos de Tamar y Dalit, cuyos abundantes hallazgos dispararon la bolsa de valores de Tel Aviv, coincidentemente el día que el gobierno extremista de la dupla Netanyahu-Lieberman sufría el repudio global por su piratería homicida en aguas internacionales contra el barco turco de ayuda humanitaria a Gaza (la mayor cárcel viviente del mundo). El descubrimiento de Tamar y Dalit es colosal: 160 mil millones de metros cúbicos que pueden cubrir las necesidades israelíes durante dos décadas. La petrolera y gasera texana Noble Energy, que forma parte de un consorcio a cargo de las exploraciones de los yacimientos gaseros en la parte supuestamente israelí del mar Mediterráneo, ha predicho que debido al descubrimiento de un tercer campo adicional –denominado en forma interesantemente semántica Leviatán (con 450 mil millones de metros cúbicos; casi tres veces los yacimientos de Tamar y Dalit)–, Israel podría convertirse en suculento exportador a Europa y Asia (sic)”.

El problema no es el hallazgo milagroso de gas en Israel, sino su irredentismo a las aguas territoriales de Líbano (que carece de capacidad tecnológica y militar disuasiva), de Gaza (convenientemente sitiada) y Egipto, lo cual se ha complicado debido a su alianza estratégica con la parte griega de la isla de Chipre –como cacarea el portal israelí Debka sobre el pacto secreto (sic) militar del 4 de septiembre entre Atenas y Tel Aviv extensivo a Nicosia– para la exploración conjunta del gas en los límites polémicos de los mares soberanamente traslapados en la parte oriental del Mediterráneo.

Chipre comporta un componente turco en el norte que ha sido excluido de las exploraciones bajo la batuta israelí, a juicio de Turquía, quien, además, todavía no reconoce a la isla donde Afrodita fraguó sus míticos amores y que ya es miembro cabal de la Unión Europea, hoy al borde de la balcanización financiera.

Tampoco se debe excluir la dimensión teológica del espinoso asunto cuando existe una santa alianza de los cristianos ortodoxos de Rusia, Grecia y Chipre (su parte helénica) que pudiera frenar al triunfal sunismo islámico de Turquía, cuyo primer ministro, Racip Erdogan, acaba de concluir una exitosa gira por los tres países del norte árabe de África, donde han sido defenestrados sus mandatarios.

Para ser dialécticos, leamos la antítesis del ultrafundamentalismo sionista jázaro en la voz de su portal Debka (16/9/11), presunto heraldo del Mossad, quien asevera que el primer ministro Erdogan un día antes de su histórica visita a Egipto, notificó que la Armada turca estaba por enviar tres fragatas a la parte oriental del Mediterráneo para asegurar la libertad de navegación y confrontar los navíos israelíes en caso necesario. A su juicio, Erdogan calcula que sus maniobras para un pleito con Israel y Chipre conducirá a expulsar a ambos de los yacimientos petroleros marítimos que están desarrollando (sic), lo cual clarificará la captura (sic) de Turquía quien será seguramente apoyada por Siria (sic), Hezbolá (sic), Líbano (sic), la Autoridad Nacional Palestina y Hamas. Le faltó agregar Egipto, cuyos yacimientos gaseros colindan con los de Gaza, sitiada inhumanamente por Israel (Detrás de la guerra de Israel contra Gaza, el gas, Bajo la Lupa, 28/1/09).

El portal israelí asevera que Erdogan necesita el control de recursos energéticos para promover sus ambiciones neo-otomanas y ejercer su superioridad en el Medio Oriente rico en petróleo.

¿No son acaso esas las mismas necesidades energéticas de la entidad sionista en guerra permanente con sus vecinos árabes y no-árabes desde hace 63 años y a quienes les ha despojado impunemente territorios y recursos hidráulicos?

Mientras Turquía, flamante protectora del sunismo en el Mediterráneo, cotiza intensamente al alza, Israel sucumbe a sus fantasmagorías paleobíblicas.