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Penultimátum

Dos mujeres famosas

S

on dos de las mujeres más citadas en la prensa del corazón. Una es la francesa Lilliane Bettencourt. La otra es la duquesa de Alba, Cayetana Fitz-James Stuart, de 85 años, cinco veces duquesa, 18 veces marquesa, 20 condesa, vizcondesa, condesa-duquesa y condestablesa, además de 14 veces grande de España. Dueña de un importante y único patrimonio cultural y artístico, Cayetana se casará el mes próximo con un brillante burócrata de 60 años, Alfonso Díez. Soy una persona con una mentalidad muy joven, proclama la aristócrata, quien tiene en su haber dos matrimonios (el primero en 1947 y el segundo en 1978) y numerosos amantes; es muy aficionada a los toros y los toreros, apasionada de la pintura, los palacetes y las mansiones: posee 20.

Sale con su futuro esposo desde hace cuatro años. Él ha dicho que no desea nada de la fortuna personal de la duquesa. Quienes sí la deseaban, y la obtuvieron, son sus seis hijos y sus nietos, que se oponían a esa relación. Pero finalmente aceptaron el amor invernal de su madre y abuela cuando los heredó en vida. Hasta irán a la boda. Me gustaría casarme. No hago daño a nadie (...) Alfonso ha renunciado a todo. No me quiere más que a mí, dijo Cayetana al anunciar el fin de la oposición a su boda.

En cambio Lilliane, de 88 años y acusada sordera, es poco afecta a dejarse ver en actos sociales o figurar en la prensa, pese a ser la tercera fortuna de Francia, y la mujer más rica de Europa (22 mil millones de dólares), dueña del imperio de cosméticos L’Oreal. Pero esta empresaria lleva cuatro años como noticia importante. Primero, por la disputa con su hija, Francisca, que nunca aceptó que su madre tuviera relación íntima con el fotógrafo y bon vivant profesional François-Marie Banier, 25 años menor que ella y al que conoce desde hace 20. La madre siempre dijo que era su amigo más querido, el más encantador, y por eso le hizo millonarios regalos. La hija vio en peligro su herencia y demandó al fotógrafo ante los tribunales, a los que también pidió que incapacitaran a su madre. Ésta probó estar bien de la cabeza y que hacía con su dinero y cariño lo que le venía en gana. Finalmente, madre e hija se reconciliaron al desaparecer el fotógrafo de la vida familiar de los Bettencourt.

En contraste, siguen publicándose noticias del apoyo monetario de la señora Lilliane al presidente Nicolas Sarkozy y su partido, lo que ya le costó el cargo a un ministro. Todo indica que de la casa de la empresaria salían los allegados a Sarkozy con sobres llenos de euros para las campañas políticas. Como con el señor Ahumada en México.

Este asunto pasará a segundo término en la prensa el mes próximo: nacerá el hijo de Carla Bruni y Sarkozy. Aunque la señora Bruni desea que ese acontecimiento no se ventile en los medios, se hará, e influirá en el curso político de Francia.